12. Promesas.

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PROMESAS

Hanagaki grita adolorido, echando la mano y todo el cuerpo hacia atrás

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Hanagaki grita adolorido, echando la mano y todo el cuerpo hacia atrás.

—Que sorpresa. A juzgar por tu reacción, creí que te había matado —se burla.

— ¡Takemichi-kun! —chilla Hina preocupada, intentando acercarse a él.

Emma la detiene por el brazo.

— ¡No vayas, Hina! ¡Es peligroso!

— ¡Suéltame! ¡Takemichi-kun está...!

— ¡Él está bien! —la interrumpe Kazumi. Hina dirige la mirada a ella, viendo como sus ojos luchan por mantenerse abiertos, mirándola y luego al oji-azul—. Todavía no se ha rendido —señala.

—No es una pelea a puño limpio —afirma Kiyomasa—, es tu ejecución.

— ¡Muy bien, Kiyomasa! —lo alaba uno de sus compañeros.

—Voy a matarte, Hanagaki.

Takemichi jadea adolorido mientras saca el cuchillo de su mano, escuchando como la sangre cae y como la hoja rebota contra el suelo cuando lo lanza lejos del alcance de Kiyomasa. Intenta atacar de nuevo, pero ni siquiera tiene la suficiente agilidad para llegar lo suficientemente cerca antes de ser esquivado. Kiyomasa se ríe de él cada vez que lo golpea, enviándolo al suelo.

» ¿Qué pasa, Hanagaki? Aún no has acertado ni un golpe —se burla—. Voy a golpearte hasta morir.

Aprieta la mano herida hasta volverla un puño, preparándose para levantarse y volver al ataque. Siempre culpó a Kiyomasa de su patética vida, pero mientras corre en línea recta hacia él para enfrentarlo, se dice a sí mismo que todo fue su culpa por haberse resignado después de una sola derrota; todo fue por su propia debilidad.

— ¡Takemichi-kun! —exclama Hina preocupada cuando lo ve aferrarse del torso de Kiyomasa, recibiendo un fuerte golpe con su rodilla.

Los acompañantes de Kiyomasa comienzan a reírse.

— ¡Hanagaki, quedarás mal delante de tu chica! ¡Eres más débil que una mosca!

— ¿Sólo puedes agarrarte? ¿Podrías ser más patético?

Abre la boca en grande y clava los dientes en el costado derecho del cuerpo de su oponente, oyéndolo gritar por el dolor.

— ¡Lo mordió!

— ¡Deja de hacer el ridículo, Tontomichi!

— ¡Pareces un niño!

— ¡Suéltame, desgraciado! —Kiyomasa lo golpea del lado contrario a donde todavía le muerte, pero es poco preciso por el dolor punzante en su costado.

Takemichi aprovecha el momento en que alza el brazo derecho para deslizarse fuera de su alcance, moviéndose rápidamente alrededor de él hasta que logra treparse en su espalda y rodear su cuello con uno de sus brazos para asfixiarlo.

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