Hoy, agradezco

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Hace un año mi vida cambió rotundamente

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Hace un año mi vida cambió rotundamente. Me había convertido en la peor versión de mi mismo. Solo existía un cascarón de lo que un día había sido una estrella de rock con miles de fans alrededor del mundo.

Hace doce meses atrás ni siquiera recordaba mi nombre, sentía que los propósitos en la vida se acababan para mi. Vivía de la caridad y la mayor parte de las veces utilizaba esa caridad para seguir consiguiendo los vicios que poco a poco destruían mi vida.

Yo no merecía a nadie.

No lo merecía a él.

Sin embargo cuando toque fondo él estuvo ahí para rescatarme, para traerme de vuelta a la vida y para ayudarme a encontrar un nuevo propósito.

Esa fecha es un día que nunca olvidaré, no por lo que hice, sino por lo que él hizo por mi. Yo estaba tan mal y perdido que es casi imposible que recuerde como llegué al jardín de una casa en un bonito residencial, pero de mi mente no sé va el recuerdo exacto de cuando esos ojos verdes se alzaron y me vieron, tan vivos y llenos de esperanza.

Era una tarde fría, en la que todos celebraban con sus familias, al calor íntimo de su hogar, y gracias a eso pude observar como él reía y continuaba preparando su cena junto a una pequeña niña. Ella fue la primera en notar mi presencia y llamó al joven a su lado, alertándolo de que un posible vagabundo estaba espiándolos. Los vi levantarse del lugar donde estaban pero no tuve la fuerza para huir, simplemente me quedé ahí, desvaneciéndome como fantasma la nieve.

Frank —escuché mi nombre por primera vez en meses y cuando lo hice estaba rodeado por una tibia y acogedora manta, recostado en un cómodo sofá.

Había parpadeado tantas veces, tratando de despertar de ese sueño pero la pequeña me ató a la realidad, me habló y me invitó a comer junto a ellos. Y cuando el joven sonrió, de mis ojos comenzaron a brotar lágrimas cristalinas cargadas de mucho dolor y arrepentimiento. La vida comenzaba a cobrarme cada cosa que había hecho.

Ese joven que tan dispuesto estaba ayudándome era Gerard, mi Gerard. Mi novio de toda la vida, al que yo había dejado cuando la punta de mis problemas había llegado. Y esa niña, tenía el mismo tono que mis ojos alguna vez habían tenido, supe al instante quien era ella.

No pude hablar, no pude decirles nada. En ese momento no pude deshacerme en perdón.

Gerard había tomado mi mano entre las suaves suyas y me jaló con delicadeza. Me llevó a una habitación al final del pasillo y me la ofreció, él dijo que podía darme una ducha y descansar ahí mientras ellos terminaban de preparar la cena.

Tampoco supe que decir, las palabras estaban atoradas en mi pecho, buscando mi voz rota. Él lo entendió y solo me regaló una dulce sonrisa. Esa sonrisa delicada y llena de ternura que tiene el poder de curarme y hacerme polvo.

Cuando él salió de la habitación me asomé en el pasillo y todo lo que restaba en mi se desvaneció. En las paredes él aún tenía fotos de mi, de aquel Frank que fui alguna vez. Cuando éramos solo amigos y después, cuando fuimos novios.

Corrí al baño dentro de la habitación y me metí con la ropa raída que traía encima a la regadera. Quería que el agua lavara y se llevara lejos de mi todas las estupideces que había hecho, todo lo malo. Quería arrancar de mi piel toda la tinta que algún día puse sintiéndome el dueño del mundo, cuando en realidad no era nada, estaba vacío por dentro.

Lloré con el dolor rasgando mis entrañas y con el arrepentimiento golpeando una y otra vez en mi corazón. Quería desaparecer y que Gerard y la pequeña nunca me hubiesen visto. Quería que ellos siguieran sonriendo de esa forma, juntos por siempre.

No supe cuanto tiempo pasé ahí pero cuando la piel de mis manos se arrugó, el agua paró y sentí unos brazos rodearme. El aroma de fresas de Gerard me embriagó y me dejé llevar, continué llorando y susurrando cuanto lo lamentaba.

Él se mantuvo sereno, sin importarle que yo estuviera aún sucio y mojado se quedó junto a mi, reconfortándome.

Fue tiempo después en el que se puso de pie y me llevó consigo, retiró mi ropa y volvió a abrir la ducha. Me dio tanta vergüenza que viera en lo que mi cuerpo se había convertido pero a él pareció no importarle. Me ayudó a limpiarme y cuando estuve listo en medio de una suave bata, cortó mi cabello y un poco de la abundancia de mi barba, dijo que le gustaba como me quedaba.

Y así la noche continuó, conmigo limpio y más consciente de lo que sucedía a mi alrededor pero incómodo conmigo mismo, por ser intruso dentro de ese cálido hogar, el cual había podido ser mío.

Sin embargo no todo fue malo para mi, sonreí tanto que mis mejillas dolían. Stella, a como se llamaba la niña, había platicado muchísimo, haciéndonos reír a ambos con sus historias y sus sueños. Un alma tan buena junto a la que yo no merecía estar.

Ninguno me hizo preguntas sobre mi, fueron gentiles como si yo fuera un viejo amigo que estaba de vista. Fue hasta después que Gerard llevó a acostar a la niña que se dirigió con seriedad a mi y me dijo que quería hablar. Con una taza de café en nuestros regazos comenzó mi confesión.

Volví a llorar y me volví a desplomar a los pies de Gerard. En ese lugar, abrazándome de sus piernas le conté lo que podía recordar de lo que me había sucedido, cada recuerdo llegando de golpe a mi mente y pinchando más mi corazón. A cada instante y con cada palabra que salía de mi boca me sentía más desgraciado.

No obstante, Gerard tomó mi rostro entre sus manos y lo alzó, sus ojos llenos de seguridad viéndome directamente. Él dijo que yo no necesitaba pedirle perdón, que él me había perdonando hacía mucho tiempo. Dijo también que sabía que era muy difícil para mí entenderlo en ese momento, pero tenía que saber que todo lo que sucedía en la vida de alguien era con un porqué. Porque todos habíamos nacido llenos de renglones torcidos que al final siempre iban a ser rectos.

Sin ápice de duda o temor él me ofreció un nuevo espacio en su vida, un lugar dentro de su hogar y una nueva oportunidad de volver a vivir, y por supuesto yo lo acepté. Tomado de su mano me aferré a una esperanza que se volvió mi propósito.

Desde esa noche le juré que sería un nuevo Frank, uno capaz de luchar contra el sol, la luna y las estrellas hasta que él estuviera orgulloso. También para que él y nuestra hija fuesen felices.

Yo aún siento que no merezco que Gee hiciera todo lo que hizo por mí después de todo el mal que le causé, aunque a como él dice, todo pasa por algo y si yo no lo hubiese dejado, él no se hubiese podido convertir en el hombre maduro y fuerte que es hoy. Stella tampoco me reclama nada, ella sigue siendo tan cariñosa conmigo como el día que nos conocimos y me llena de una enorme felicidad el que me llame papá.

Con ayuda de Gerard y terapia, a la cual sigo asistiendo, logré dejar el alcohol y las drogas. Además, ya conseguí un empleo digno y pude volver a escribir música. Espero algún día poderle mostrar al mundo Record Ender, la canción que escribí para Gerard. Ella muestra mis crudos sentimientos pero también la esperanza que ahora tengo.

Hoy, un año después, es Acción de Gracias nuevamente y me puedo sentir un poco más digno de compartir la mesa con mi familia, sonriendo a su lado y disfrutando del cálido ambiente.

Hoy soy capaz de agradecer por todo lo que tengo.

Agradezco por tener a Gerard en mi vida, mi soporte y mi luz. Sin él yo probablemente no estaría más aquí. Le agradezco por darme cada día más fuerzas para seguir siendo mejor.

Agradezco por mi hija, por quien estoy dispuesto a hacer lo que sea con tal de verla sonreír.

Agradezco por poder estar con ellos, ellos son mi hogar y se han convertido en mi felicidad completa.

Y mientras los veo preparar la tarta de cerezas, me permito agradecer por la nueva vida que viene junto a nosotros. Si, ésta mañana Gee me dio la perfecta noticia de que otro bebé viene en camino y desde ya sé que ese pequeño retoño será igual de feliz que Stella, porque ahora estamos unidos y espero que sea para siempre.

𝐌𝐲 𝐅𝐫𝐞𝐫𝐚𝐫𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora