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- Me pregunto por qué, de entre todas las cosas que podías hacer, elegiste la más difícil - se repitió en voz baja

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- Me pregunto por qué, de entre todas las cosas que podías hacer, elegiste la más difícil - se repitió en voz baja. No era culpa suya si las personas la miraban raro al pasar, no era de su escucha aquellas palabras. Tenía el derecho de hablar sola, ¿verdad? ¿O ese también lo había perdido?

- No, concéntrate - se calló a sí misma. Wow, nunca supuso que el momento en el que sus amigos la ignoraran las cosas se le iban a cambiar tanto. Quién hubiera dicho que en menos de una semana ya estaría hablando consigo misma.

Y mira que Sam era una persona sociable. O bueno, eso le gustaba pensar de sí, pero desde el caos se le hacía tan difícil hablar con alguien. Era extrovertida y amigable, por lo menos había hablado con cada persona que se cruzó dos veces a lo largo de los tres años que cursó en esa escuela. De acuerdo, muchas de las amistades que había forjado eran de años mayores (y ya estaban graduados) y ahora que lo pensaba  hablar mucho tampoco significaba compañía garantizada "24/7". Por ejemplo, aún se llevaba con su equipo de fútbol, donde eran lo suficientemente genial como para dejarse guiar por rumores, pero no eran personas con las que coincidía para el almuerzo, o simplemente en momentos así, sentada en las gradas luego de que terminaran las clases.

- Bueno, no es tan difícil. Una más. - Tomó la hebilla entre sus dedos, hincándose para tomarla del escalón inferior donde se le cayó la última vez. Ya había probado la moneda, pero no confiaba en su subconsciente y tener que elegir qué era el sí y el no, cara o cruz, era darle demasiada oportunidad a su yo interior para darle la respuesta que quería (preferentemente: "no").

Así que la idea de la hebilla no era tan mala, solo tenía que probar un par de veces. Con el pulgar haciendo de tope, su indíce mandó a la hebilla a volar por los aires, una verticalidad de pura suerte para que por fin cayera sobre el periódico.

Sam miró la hebilla y ladeó la cabeza. Sí, cayó sobre el papel en su regazo. Tenía el doblez marcado a la mitad, cuando decidió que el lado de la derecha (en donde entró el recuadro) era el sí, y el izquierdo, el no. Pero la hebilla se ubicaba medio al centro, casi tan indecisa como ella. Estaba entre los dos caminos, el de ignorar lo que sucedía y seguir adelante, algo que no involucraba su esfuerzo, o hacer lo que probablemente era lo correcto; buscar a quien escribió el papel y ver qué estaba haciendo.

No iba a esperar a que algo mágico como el viento moviera la hebilla y tampoco tiraría de nuevo. La parte más gruesa, y tal vez tenía la mayoría a diferencia de un milímetro, la tenía el lado del sí. Cuestionarse esto sería trampa.

Entonces sí, decidida, se levantó tomando el papel y la hebilla, evitando a las personas que estaban sentadas en las gradas charlando y comiendo, colocándose la hebilla en el cabello sin importarle mucho.

Lo encontró finalmente luego de las instrucciones ("Bob, querido Bob..." mostrando el papel) junto a una sala de Debate de la que nunca había estado enterada. Caminó junto a la pared hasta que chocó con la sombra de alguien, deteniéndose justo antes de chocar con la persona en sí.

Rapsodia Ⓩ ZODÍACODonde viven las historias. Descúbrelo ahora