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Una pila de hojas cayó en sus brazos y tuvo que concentrarse para que ninguna cayera al suelo

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Una pila de hojas cayó en sus brazos y tuvo que concentrarse para que ninguna cayera al suelo. Pesaban como si fueran libros enteros y sintió que casi desapareció detrás de la gran torre. Por un segundo, no pudo ver la expresión cansada de la rubia. 

- ¿Cómo que no es suficiente? - Volvió a reclamarle, por vigésima vez. Todavía no entendía la actitud completamente malhumorada de Tia. Esa expresión fastidiada, como si odiara a todo el mundo, o más bien, como si estuviera cansada de todo, ya era parte de la persona que conocía. Ni siquiera los naturales encantos que Leo sabía que tenía, funcionaban con ella. - Tia, por favor. ¿Qué más tengo que hacer para que me ayudes?

- Te dije que el periódico no está para eso. - Bufó, y en las reuniones, normalmente, lograba confundir o disimular su mala actitud. Con Leo, a solas, parecía que la molestaba en particular. Leo no entendía porqué. Aunque, en verdad, del resto del grupo, él era el que se sentía más... alejado. Pero eso sólo era cuestión de tiempo para cambiarlo. Si tan solo lo ayudara...

- ¿Y por qué lo decides tú? - Apenas podía ver a la chica detrás de la pila de fotocopias, pero la vió acercarse de nuevo a su escritorio y ordenar sus cosas, asi que la siguió. - ¿No se supone que el periódico tiene que tratar los temas que sean de más interés para todos los alumnos de la escuela? Creo que la mejor fiesta de año nuevo del lugar entra perfectamente en esa categoría.

- No voy a hacerte propaganda. 

- Pero mira, te estoy ayudando. - Leo señaló la pila de fotocopias, las noticias de la semana ya impresas y listas para repartir. El artículo de Sam estaba allí, junto con sus vergonzosas fotos al lado de la victoria del equipo femenino de fútbol y alguna pequeñez para rellenar espacio que Tia seguramente creyó oportuno. El arduo trabajo de repartir los periódicos para llamar más la atención era un trabajo que, semanalmente, decidían turnarse entre todos los chicos de las reuniones para poder aportar un poco y devolver la ayuda. Leo sabía que deambular desde temprano por los pasillos de la escuela, quedarse de pie en cada entrada para recibir alumnos y obligarlos a llevarse una copia, era la parte más difícil y obviamente, merecía su recompensa. Sería muy estúpido si no aprovechaba la oportunidad. - ¿No crees que me merezco algo de vuelta?

Durante años antes de entrar a la secundaria, Leo se había imaginado ser de esas personas populares, amadas por todo el mundo, respetadas, a la cima de la pirámide todo el tiempo y tratadas como la realeza. En realidad no pedía mucho, pero sí quería empezar a trabajar en esa reputación, para alcanzar ese puesto. Y no había nada mejor que organizar una fiesta en su casa. Su mansión, mejor dicho, que sus padres estaban completamente dispuestos a prestar. Tenía que ser épica e inolvidable, por lo que sería en año nuevo, y tenía que ir la mayor cantidad de gente posible, por eso tenía que llegarle la noticia a toda la escuela. 

A partir de ahí, sin embargo, no podría dejar entrar a cualquiera. No podía hacer que su primer fiesta fuera sólo para VIPs, porque eso sería demasiado difícil, pero no pensaba aceptar personas que podrían manchar su reputación. Por ejemplo, los chicos raros, sin vida social vestidos con remeras de su anime favorito y las niñas de primer año que aún vestían como de primaria y jugaban con muñecas; esos no podían entrar. Por un segundo, pensó en Ender y Aileen. Bueno, ellos serían la excepción.

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⏰ Última actualización: Nov 03 ⏰

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