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Otro sonido resonó contra las paredes del salón, como si hubieran pateado directamente el cuerpo del contrabajo con un golpe seco

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Otro sonido resonó contra las paredes del salón, como si hubieran pateado directamente el cuerpo del contrabajo con un golpe seco. Ender no tuvo que subir la mirada para saber que Ander seguía dando vueltas por la sala, entre los instrumentos y las bancas, sin importarle el poco espacio que había y el cuidado que requerían. No era tan torpe como descuidado, y el desinterés y la falta de preocupación que demostraba al pasar sin cuidado, pateando tal vez algún instrumento, tomando algo que no debería tocar para inspeccionarlo entre las manos. Ender se ahorró el recriminárselo. Cualquier persona razonable se daría cuenta sola.

- Ahora entiendo por qué todos los nerds y los marginados se juntan aquí. - Ander dijo en su lugar, decepcionando a Ender un poco más. El de cabello negro evitó rodar los ojos y lo miró en silencio, desde su lugar. Si tuviera elección, no estaría pasando tanto tiempo junto con Ander Boyce. Pero la vida no siempre le dejaba decidir. - No está tan mal. Qué sorpresa.

Habían pasado por lo menos veinte a treinta minutos desde que llegaron al lugar. Ender contaba los segundos en su cabeza, todo lo que tardaba el fotógrafo en llegar. Habían quedado con él en un abrir y cerrar de ojos, tan fácil desde el momento que el amigo de Ander les había pasado su contacto. Bah, amigo. Dijo que tenía fotos, y sólo se las mostrarían en persona. La emoción de poder llegar a algo, de tener una pista, de tal vez descubrirlo todo, estaba allí. Pero cuanto más tardaba, más comenzaba a desesperarse.

La sala de banda era el único lugar del que pudo pensar cuando le citó. No había nadie y conocía la sala, sus horarios, y la ubicación era lo suficientemente alejada del resto como para que nadie más pudiera molestarles. Aunque llevar a Ander consigo fuera un peligro.

- También entiendo que tú seas así y estés aquí. Todo cierra. - Un golpe más, y algo cayó al suelo. Ender lo miró desde la distancia como si estuviera viendo a un animal enjaulado. Ander recogió lo que había tirado, por curiosidad. - ¿Qué es esto?

Ender exhaló fuerte.

- Se llama colofonia.

- ¿El qué? - Ander dió vuelta el objeto en sus manos descuidadamente, sin importarle el polvillo que caía al suelo. Ender de pronto sintió miedo por los instrumentos del salón. Estaban en verdadero peligro. Casi sentía que debía felicitar a Leo por haberse guiado por su inteligencia y no dejar su violín, del modelo más costoso, allí entre los demás instrumentos. - Eh, y yo los creí unos idiotas. Resulta que los de banda se rodean de polvos y cosas extrañas.

- No es así.

- ¿Así cómo? - Ander, en un impulso de estupidez, puso el objeto encima de su cabeza y miró hacia arriba, volcando algo del producto en su rostro. Ender no entendía si el chico siempre había sido así o si las cosas que dijeron de él lo habían afectado tanto. Y si era la primera, ¿cómo había sobrevivido tanto? - Puaj.

- Déjalo.

- ¿Y cómo se supone que haces música con esto?

- No lo haces. - Ender dejó salir aire por lo bajo. Estaba incómodo en la silla y reposaba la cabeza en la pared. Algo de seguridad le daba que Ander sólo fuera un poco idiota y ya no fuera tan agresivo como antes lo recordaba. Por lo menos ahora, no estaba amenazándole. Era un gran contraste entre lo que había visto de él la primera vez y ahora. Incluso su rostro ahora mismo era de confusión, y Ender se apiadó de él y decidió soltar un par de palabras más, sólo para explicarle. - Es para el mantenimiento de cuerdas.

Rapsodia Ⓩ ZODÍACODonde viven las historias. Descúbrelo ahora