- ¿Entonces qué vas a hacer? - Preguntó, y en lugar de una respuesta vino una servilleta hecha una bola pasando a su lado, cayendo dentro del balde lejos de la mesa. Pete sólo pestañeó, y volvió su atención al grupo en la mesa de la cafetería. En especial a Ander.
- Vamos Pete, ¿a quién podría preocuparle algo así? - Mac bromeó, festejando el tiro exitoso al balde. Hablaban alto y las mesas alrededor seguro podían escuchar, aunque estaban acostumbrados a que sus conversaciones llegaran a todos. Creo que era parte de la idea.
- La niña obesa con problemas sociales que esté detrás de eso no va a tener el valor de meterse con uno de los nuestros, y menos para decir mentiras. - Joe dijo, y Pete se sorprendió que pudiera decir tal cantidad de palabras con la boca llena. Los ignoró, y giró apenas un poco más para sacarle una respuesta real a Ander, que estaba a su izquierda.
- No va a decir nada, tranquilo. - Dijo, después de reír por el comentario de Joe, viendo cómo Mac armaba otra bola con la servilleta que había robado de la bandeja de Pete. Encogió un hombro, y Pete de pronto se sentía desesperado por la indiferencia de su amigo.
- Ander, no le subestimes. Yo no sabía que podía decir tanto de mí. - El consejo iba sincero, pues sabía que en cierto punto era difícil pensar en si tenía secretos que alguien podría averiguar. Pero quien hubiera organizado aquello podía llegar a sorprenderlos (de nuevo).
- No hay forma de que sepan nada de mí, Pete. - Ander dijo, bufando, seguro. - Nadie va a hablar.
- ¿A quién amenazaste ahora, compañero?
Los chicos comenzaron a reír, como si tuviera gracia tener que amenazar a media escuela para defenderse. Si tan sólo no dependiera de eso, si tan sólo no hubiera arruinado la ayuda de Tia...
- ¿Por qué te preocupas, de todas formas? - Ander de pronto le pregunta, mientras los demás están concentrados en su pequeño juego y el desastre que están haciendo con su comida. - Tú fuiste a regañarme como una madre histérica el otro día. Me dijiste que estaba por mi cuenta.
- No dije eso. Creí que entenderías que cualquier persona en esa situación pide perdón.
- ¿Perdón? ¿Por qué? - Pete miró al cielo y se dispuso a levantarse, pero Ander lo tomó del brazo y lo volvió a sentar, resoplando una risa. - Mira, por mí que Tia siga con su juego estúpido. Me da igual. Yo me he encargado de que nadie sepa nada de mí, o que por lo menos no tenga ganas de decir nada.
- ¿Cuánta seguridad te puede dar mostrar los puños?
- ¿Eh? - Ander hizo una mueca, su atención ya dividida cuando le pasaron una bola para que pruebe su propia suerte. Parecía muy relajado y Pete no podía creer que fuera la misma persona que parecía bastante sorprendido, de mala manera, cuando le dijeron que no obtendría la ayuda de Tia.
- Ander, ¿no piensas que...?
- Pete, no molestes. - Lanzó su bola y erró, rápidamente mostrándole el dedo índice a Pete, en parte culpándole de su error. - Tia debería ayudarme. No tiene razón para abandonarme. Ella lo sabe, y sabe que se va a arrepentir si no lo hace. Pero, igual. No me intimida una idiota detrás de una pantalla. Ya lo he entendido. No hay forma de que sepan nada.
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Rapsodia Ⓩ ZODÍACO
Teen FictionInspirada en ESA escena de Mean Girls. En una escuela privada del sector rico de un país primermundista, los adolescentes se encuentran con mucho tiempo libre. La creación de chismes a través de carteles en los pasillos de la escuela y por una págin...