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El ruido volvió a él como si fuera el golpe de un bate en su rostro cuando se quitó el casco, arrojándolo a un costado sin importarle nada más que poder tenerlo lejos, para que el aire volviera a sus pulmones tal como el sonido había aparecido de ...

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El ruido volvió a él como si fuera el golpe de un bate en su rostro cuando se quitó el casco, arrojándolo a un costado sin importarle nada más que poder tenerlo lejos, para que el aire volviera a sus pulmones tal como el sonido había aparecido de nuevo. Era como asomarse fuera del agua para poder respirar, y su pecho sin duda dolía. Tenía un parche de músculo que latía de dolor en su costado, donde un palo de hockey le había golpeado una vez al caerse porque sus pies no querían cooperar.

Y no estaba tan mal, había podido ignorar bastante a la audiencia, pero los movimientos ya no le surgían tan fáciles como solían hacerlo antes, y cuanto más se esforzaba, peor sus habilidades fracasaban. Era como si le estuviera dando tantas órdenes al mismo tiempo a su cuerpo, que no cumplía con ninguna. Una especie de sobrecarga que poco tenía que ver con sus músculos. Quizás, nada en absoluto. Y todo tenía que ver con su mente. Su increíble capacidad de ver peligro en las situaciones más cotidianas y normales, y allí, donde había sido criado y se supone era su "hábitat natural", de pronto todo podía tornar a mal, y en cualquier momento las personas podrían burlarse de él, y se podría convertir en un infierno.

La presión, imaginaria o no, podía destruir su cuerpo y cualquier talento que alguna vez pensó tener.

- Es el segundo partido de la temporada, ¡y aún no han demostrado nada! - El entrenador gritaba correcciones, palabras de aliento (en la forma en la que creía correcta). Nada de lo que pudiera decir podría cambiar la manera en la que estaban jugando. - Tienen que despertar, ¡ya! 

Pete sabía que era capaz de jugar muchísimo mejor. Simplemente no sabía cómo volver a cambiar aquel interruptor que se había apagado el día en que fue expuesto ante toda la escuela. Y lo estaba intentando, pero algo en él, muy profundo, quería resignarse, aceptar que eso era imposible.

- Y tú, muchacho. - El entrenador bajó la voz y Pete tuvo que volver al presente, conectarse con la voz en vez de sentirla como algo distante, cuando el hombre se acercó a él y se agachó apenas, enfrentándose a su nivel. Pete no dejaba de jadear en la banca, patines enganchados en el suelo. Era la pausa entre el segundo y tercer tiempo, y el marcador seguía mostrando un cero para ambos equipos. El hombre chasqueó los dedos enfrente de su nariz para que Pete volviera a prestarle atención. - Más te vale hacer algo. - Y le señaló con el dedo índice como si de una amenaza se tratara. - Viniste de muy lejos, hijo, y no te puedes dar el lujo de decepcionar a nadie.

Pete no sabía cuánto tiempo pasó entre aquellas palabras y cuando algo lo volvió a llamar a su presente, pero se lo había perdido cayendo en una espiral de pensamientos. No, no podía darse ese lujo. ¿Podía recuperarse? ¿En verdad estaba saboteando su oportunidad? ¿Qué pensaría su padre de esto? ¿Estaría decepcionado, estaría enojado?

- Hey - una voz lo sacó y empezó a notar a todos sus compañeros pasar por enfrente suyo, dejando la banca y volviendo a la pista. Un golpe suave le resonó en la nuca. - Tú vuelves a entrar. No te duermas. 

Rapsodia Ⓩ ZODÍACODonde viven las historias. Descúbrelo ahora