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-Vaya, jefe- exclamó Barnes con una sonrisa divertida al ver a Tom entrar en el pasillo de medicina interna- ¿Estuvo divertida su noche?

-Cállate, James- le dijo Tom con amargura y su residente se burló- Voy a necesitar que me canalices y pongas suero.

-¿Resaca?- adivinó James y accedió a darle el suero intravenoso. Tom se dejó caer en su silla tras el escritorio, todo le daba vueltas, y parecía que le martillaban la cabeza. Hace años que no sufría de una resaca y no las había extrañado en lo absoluto. Lo peor y más frustrante del caso, era que sus recuerdos de anoche eran muy vagos. Estaba consciente de haber tomado en exceso y de haber tenido sexo con una mujer de la cual no podía recordar ni su rostro ni su nombre.

-¿Todo bien, Tom?- preguntó James mientras preparaba el material de venoclisis. Purgó la larga manguera y miró a Tom esperando una respuesta.

-Todo perfecto- respondió Tom, amargamente. recargando la cabeza en el respaldo de su silla. James soltó una risita y le tomó la mano para palpar sus venas. Cundo encontró una, primero se midió los guantes y pasó el algodón con alcohol por el dorso de la mano de Tom.

-Puedo ayudarlo con los pacientes hoy- propuso James. Sujetó la aguja con su mano dominante y punzó una de las visibles venas. Tom gruñó del dolor y cerró los ojos con fuerza. Ya veía porque Alexa odiaba esto. Alexa...

Estaba sobreviviendo a una resaca por intentar olvidar su nombre con exceso de alcohol, y de todos modos, por la mañana regresó su rostro y nombre a su cabeza.

-Solo con los primeros del día- le respondió Tom, viendo como James obtenía sangre y conectaba el tubo. Sintió el frio del suero atravesar sus venas y se estremeció.

-Está bien- le dijo James dándole una palmadita amistosa en la espalda- Yo lo cubro, doc. Usted descanse.

 

James salió del consultorio y Tom se recostó en su silla, poniéndose los lentes de sol y cerrando los ojos para intentar descansar, pero no lo logró. Alexa se había impregnado en su cabeza como un parásito y no parecía querer irse.

 

Su celular vibró en su bolsillo, afortunadamente interrumpiendo sus pensamientos, y con un quejido lo sacó. Era un número desconocido.

 

-¿Hola?

 

-¿Tom?- preguntó la voz de una mujer del otro lado. No podía saber quién era y por un momento palideció pensando en que tal vez era la mujer con la que durmió la noche anterior. Fingiría demencia, entonces.

 

-¿Quién habla?

 

-Soy Sarah- respondió la mujer del otro lado y el ritmo cardiaco de Tom subió de golpe- Tu hermana, Thomas.

 

Ay no, ¿por qué ahora?

 

-Sarah- fue lo único que atinó a decir. No había hablado con ella por más de diez años, tal vez veinte, ni siquiera un intento de contacto, y ahora volvía para deshacer una vez más su vida.

 

-¿Cómo estás, Tommy?- Tom arrugó la nariz con desagrado ante el apodo de su infancia. Lo odiaba cuando venía de ellos. No quería nada que ver con esa maldita familia.

 

-Perfecto- respondió con sequedad y sin indagar sobre la vida de su hermana. No le interesaba en lo más mínimo como a ella no le había interesado la suya por tantos años.

Dr. HiddlestonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora