3.

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Otra noche, otra pesadilla. Sentía un incontrolable malestar y pensó en las palabras del doctor Hiddleston diciéndole que era cuestión de ser valiente por unos segundos. Fue entonces que decidió ir por la mañana del domingo al St. Thomas Hospital a acabar de una vez por todas con aquella agonía.

Desistió una vez más del desayuno, arregló un poco su apartamento y se miró al espejo antes de salir. No le gustaba lo que veía, su piel estaba pálida y decidió maquillarse un poco para ocultar su deteriorara salud. Evitaba a toda costa ver su cuerpo lleno de moretones de procedencia desconocida que solo le daban un sentimiento de miedo. Sus ojos eran los únicos que se mantenían fieles, seguían siendo de un verde brilloso, siempre habían sido su mejor atributo por lo grandes y expresivos que eran.

El metro matutino por suerte estaba desierto por ser domingo. Se sentó pensativa unos segundos y después revisó los mensajes de Chris, pendientes de contestar. Había pasado parte de la noche chateando con él y fue decisión de ambos ir al hospital el domingo, pero desde antes ya sabía que su mejor amigo no se despertaría tan temprano el único día que descansaba y Alexa no se atrevía a molestarlo.

Tenía miedo, mucho miedo y su cerebro no cooperaba cuando lo único que hacía era darle mil y un ideas trágicas. Si estaba enferma de gravedad, ¿quién cuidaría de ella? Probablemente Chris, como siempre lo había hecho y su hermana tampoco la abandonaría, pero aun sabiendo eso, no se sentía más tranquila. Había lidiado desde niña con un sistema inmune bastante débil que la mantenía enferma todo el tiempo y parecía ser que los últimos meses su cuerpo ya no estaba dispuesto a seguir luchando.

El metro la dejó a una corta distancia del hospital por lo que sólo tuvo que cruzar la calle. Ya en la recepción dio su número de seguro social y extendió la receta que el doctor le había dado con indicaciones. Le pidieron esperar unos minutos hasta que la llamaran por su nombre, y eso hizo.

Sola, no se creía capaz de aquello. Estuvo dos minutos moviendo el pie ansiosamente, ganándose una mirada de odio por parte de la anciana junto a ella, hasta que decidió escapar. Se puso de pie con una exhalación temblorosa y caminó apresuradamente a la salida del hospital con la mirada en el suelo procurando que la recepcionista no la reconociera. Se sentía demasiado cobarde y los ojos se le llenaron de lágrimas.

Casi cae de espaldas cuando un alto cuerpo chocó con el pequeño de ella. Se estabilizó a tiempo plantando bien los pies en el piso y alzó la mirada para encontrarse al doctor Hiddleston con el celular en mano.

-Lo siento, no lo vi- dijo Tom, distraídamente. No despegó la vista del celular y eso le dio ventaja de escape a Alexa.

-Está bien- le respondió ella en voz baja y trató de escabullirse demasiado tarde, él ya la había reconocido.

-¿Alexa?- la muchacha apretó los labios.

-Hola doctor- saludó ella y Tom frunció el ceño, bajando el celular. Estaba cansado, agotado, todos los sinónimos posibles. Había sido una larga guardia y el médico encargado de llegar al turno de la mañana le había pedido de favor cubrirlo puesto que no podría ir, y ahí estaba él, regresando de la comodidad de su casa al hospital y ver a Alexa era algo que sencillamente no se esperaba, pero su corazón dio un salto involuntario.

-¿Estás bien?- preguntó él, acercándose. Alexa instintivamente retrocedió- ¿Te sientes mal?

-En realidad... vine a hacerme los estudios que usted me pidió- admitió ella. Tom cambió su expresión por una de alivio.

-Oh- replicó, comprensible y asintió con la cabeza, inspeccionándola- Ya veo. ¿Cómo te fue? ¿Venciste el miedo?

-Sí- mintió ella con fingido entusiasmo y Tom la miró con los ojos entrecerrados, desconfiado- Todo salió perfecto, doc.

Dr. HiddlestonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora