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Era agobiante como podía recordar todo tan perfectamente.

-Voy a salir- le avisó su hermana, Sarah. Tom la miró desde la sala con el ceño fruncido.

-Yo también tenía planeado salir, Sarah- refunfuñó él. Su hermana se encogió de hombros sin darle importancia a su hermano menor.

-Yo soy la hermana mayor. Tengo más derechos que tú, y lo sabes- argumentó. Tom puso los ojos en blanco y miró con mala cara la cuadrada televisión frente a él.

-Podemos jugar sin ella- le dijo Nicky a su lado, dándole un codazo amistoso a su hermano mayor.

-Cuida a Nicky, Tom- le advirtió Sarah antes de salir por la puerta principal. Se hizo un silencio que solo era interrumpido por la televisión reproduciendo las caricaturas de las que ambos eran fanáticos.

-¿Jugamos ajedrez?- preguntó la pequeña Nicky, mirándola con aquellos ojos azules inmensos, idénticos a los de Tom, suplicándole.

-No tengo ganas- se cruzó de brazos con el ceño fruncido e ignoró a su hermana cuando hizo pucheros. Tom resopló y se incorporó para llamar a Lisa.

-¿A quién llamarás?- preguntó Nicky, asomándose con curiosidad.

-A Lisa- le dijo antes de marcar el número que conocía ya de memoria. Primero contestó la mamá de la chica antes de comunicarlo con la misma.

-Estoy ayudando a mi mamá a preparar pasteles para la venta, Tom- se había excusado la rubia- pero pasaré más tarde por tu casa y puede que te lleve un pedazo de pastel.

-Muy bien- dijo Tom con una tonta sonrisa en el rostro. Lisa era la mejor amiga de Sarah, y era dos años mayor que Tom, pero eso no les impedía verse de vez en cuando a escondidas de Sarah, lo que lo hacía más divertido.

-No le digas nada a Sarah- le advirtió Tom a Nicky, señalándola amenazadoramente con el dedo. La pequeña alzó ambas manos en rendición y se rio.

-Oki doki, Tommy- dijo con tono divertido. Él le sonrió y se dejó caer a su lado para continuar esa tonta película de cenicienta que tanto amaba Nicky.

Esperó junto a Nicky lo que fue por una hora, viendo alguna película de princesas que Nicky solía amar, antes de que Lisa llegara, y como prometió, traía consigo un pastel de chocolate.
Lo dejaron en la mesa de la cocina sin darle demasiada importancia y debió notar desde antes como Nicky había visto el chocolate con deseo.

-Vamos arriba- le susurró Tom para que Nicky no pudiera escucharlos desde la sala donde continuaba viendo la televisión. Lisa asintió con una sonrisita y dejaron a la pequeña sola en la sala.

Esa tarde, Lisa solo pudo quedarse una hora y media en casa de Tom, y lo curioso es que hasta la fecha no recordaba que habían hecho juntos esa tarde, y tampoco le interesaba. Lisa nunca fue la mujer que él esperó.

Una hora y media transcurridas, Tom bajó por las escaleras para acompañarla a la puerta, y de reojo se percató que Nicky ya no estaba en el sofá frente a la televisión.

Tom frunció el ceño una vez cerrada la puerta y miró a todos lados buscando la inconfundible melena rubia de su hermana.

-¿Nicky?- preguntó Tom en voz alta. Se hizo un silencio que le dio mala espina. Nicky era todo menos callada.

Entró en la cocina y abrió los ojos como platos al ver a Nicky tirada en el suelo con el rostro hinchado, entre azul y morado, y con saliva cayendo de la comisura de sus labios. Sus ojos miraban hacia arriba, vacíos. Tom corrió hasta ella, resbalándose con el suelo de baldosas y se dejó caer frente a la niña con un fuerte golpe en las rodillas.

Aún recuerda la sensación de su rostro quedándose sin sangre, pálido como un fantasma, y el cuerpo entero temblar violentamente junto con un corazón que parecía que estaba a punto de salir de su pecho.

-¡Nicky!- la llamó con desesperación, revolviéndola del hombro. Miró su pecho y se fijó en algo; no había movimiento alguno...como si ya no respirara.

No entendió qué demonios había sucedido hasta que miró brevemente hacia arriba, y en la mesa encontró el pastel a medio comer.

Se puso de pie de un salto, con la adrenalina recorriendo sus venas, y corrió hasta la sala. Cogió el teléfono, y prácticamente le gritó a la operadora del número de emergencias, pero para cuando llegó la ambulancia, era demasiado tarde.

Nicky había pasado más de una hora tirada en el suelo, ahogándose, sin nadie que la ayudara. Sus padres, nunca lo olvidaría, lo habían dejado a cargo a él mientras ellos trabajaban, como era común, confiando en que sería un buen hermano mayor, y esa tarde, los había defraudado, a ellos, y a Nicky. Tom no la protegió como debió y nunca terminaría de perdonarse a sí mismo.

Dr. HiddlestonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora