''LO QUE NO TE MATA TE HACE MÁS FUERTE''
Los primeros días de navidad pasaron lentos, eternos, interminables. Mirara donde mirara, escuchara el sonido que escuchara, estaba él. Por todas partes. Traté mil maneras de olvidarle, pero no pude. No entendía por qué me había afectado tanto ese chico desde la primera vez que le vi, desde el primer momento en el que me tendió una mano con su casco puesto tras atropellarme. No entendía nada, pero cada segundo que pasaba me obsesionaba más. Cada segundo que pasaba se convertía en una horrible tortura. Y no podía hacer nada, absolutamente nada, para que todo aquello terminara. En mis dibujos, en mis sueños y pesadillas, en mi libro favorito, aquel que me destripó entero falsamente... en todas partes. Ya no había escapatoria, y temía que fuera ya demasiado tarde. Temía no tener ya escapatoria, haberme metido demasiado en la boca del lobo. Haber caído demasiado hondo en el abismo.
Pateo una hoja seca con mis playeras viejas. Es la mañana de navidad. En casa me esperaran seguramente mis abuelos paternos, los cuales sólo veo una vez al año, en estas épocas, y a los que no tengo un mínimo aprecio. Son, junto a mis tíos, las personas más frívolas y superficiales que pueden llegar a existir en el planeta Tierra. Aún recuerdo cada bronca que me caía, fastidiándome las cenas y comidas navideñas, cada reproche, cada pulla, cada desprecio, comentario malintencionado, incluso insulto. Aún recuerdo cada mal trato por parte de mis tías, mi tío, mi abuela o mi abuelo. Por suerte mi abuelo materno siempre estaba allí para defenderme, hasta un día que dejó de estarlo. Y entonces todo empezó a ser más horrible de lo que lo era ya. No recuerdo una sola comida o cena navideña buena, digna de recodar. No recuerdo una sola porque, simplemente, no ha habido nunca una. Todo cambió. Todo se volvió frío y oscuro. La relación que mantengo con mi familia no es buena, lo sé de sobra, pero tampoco necesito que lo sea. Yo no voy a ceder si ellos no hacen lo propio. Es la interminable batalla de siempre. Me paro en un semáforo, distraída y a lo mío, y desvío la mirada a un escaparate oscuro. Tengo una cara horrible, no he dormido casi. Mi pelo enmarañado se retuerce bajo mi gorro de lana, y mis ojeras lucen violetas bajo mis ojos hundidos. El pantalón del chándal me queda increíblemente suelto y tengo los labios agrietados. Incluso siento lástima de mi misma. Saco el móvil del bolsillo y reviso de nuevo mis mensajes. Ni una sola felicitación navideña. Ni un solo recuerdo de nadie. Ni un solo mensaje de él. Guardo el móvil de nuevo y al segundo maldigo mi estúpida idea de sacarlo. Me había prometido no revisarlo más veces. Acepta la realidad, Tina, tú le dijiste que no debíais volver a veros. Se acabó. Es mejor así, es lo correcto. El semáforo se pone en verde y comienzo a caminar rumbo a mi casa, sin fijarme en nada más que las baldosas, sin pisar las rayas ni los recuadros rosados, sin ser consciente de la mirada verdosa que me observa bajo un casco, subida a una moto.
En la casa se oye un silencio absoluto. Mis abuelos y tíos, por lo que se ve, aún no han llegado. Cierro la puerta intentando hacer el menor ruido posible y me cuelo hasta mi habitación. No quiero que nadie me salude ni me diga nada, no quiero contacto con nadie, no aún. Me paro en la puerta de la habitación de mis padres, que está entre-abierta. Mi madre se unta en el cuello una parte considerable de maquillaje, justo en las marcas y moratones que le ha dejado mi padre. Sus ojos brillan. Resultado de su última pelea. No siento la menor lástima por ella, al igual que ella jamás la sintió conmigo. Cuando llego a mi cuarto tiro las cosas al suelo y conecto los auriculares a mi teléfono móvil. Necesito desconectar, necesito coger fuerzas antes de afrontarme a la comida familiar que me espera. <<Ultraviolence>>. Dejo resbalar mi espalda por la pared y cierro los ojos, perdiéndome en la voz de Lana del Rey. Ya no escucho nada, ya no oigo nada, ya no siento nada.
With his ultraviolence
Ultraviolence
Ultraviolence
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VALENTINA
General Fiction''Estoy haciéndolo bien, pero realmente me siento como si me condenaran a muerte. Y siendo yo es una completa ironía... Llevo ya dieciséis años muerta.'' Valentina es básicamente un conjunto de baja autoestima, continuo estado de ánimo nulo, desenga...