''YO SOY SOLO LA VIDA QUE TE ACOSA Y TÚ ERES LA MUERTE QUE RESISTO''
La piedra ni si quiera rebota en la superficie del río, si no que cae y se hunde al instante, como si pesara una tonelada. Es la quinta vez que lo intento, pero no se me da bien esto de hacer rebotar piedras, por muy planas que sean. Soy una inútil hasta para eso, y, sin más, alcanzo el brazo hasta otra piedra cercana y la examino. Hace tres días que no piso el instituto, y tampoco tengo intención de pasarme por allí. No de momento. No pienso acercarme a Lidia y las demás, y tampoco quiero pasar tiempo con Nico, porque de seguro sacará otra vez el tema del ojo. Y yo no puedo decirle nada. No volveré, no por ahora. La lanzo lo más lejos que puedo, como si fuera un frisby, pero se hunde inmediatamente, al igual que todas las demás. Resoplo y levanto la vista, encontrándome de frente con el grafiti de Nico, el de navidad, al otro lado del río. Ni siquiera soy capaz de sonreír ante esa declaración tan bonita, que dicta que, desde hace un tiempo, está enamorado de mí. No he respondido a su mensaje del otro día, y no tengo intención de hacerlo. Voy a hacerle daño, y cuanto menos sepa de mí, mejor. Cuanto menos sepa nadie sobre mí, menos daño haré a cualquiera. Aunque él no es un cualquiera. Es Nico. El chico alto de ojos verdes que me atropelló con una moto hace varios meses. El chico que me quita el sueño desde entonces. Me muerdo el labio y contengo el llanto. Ya vuelvo a estar como en navidad. De nuevo. Busco otra piedra por el suelo, pero todas son redondas, y paseo la vista por este hasta encontrar una unos metros más allá. La lanzo con todas mis fuerzas, esta vez no intentando que rebote, sino a dar al grafiti morado del otro lado del río. Ni si quiera llego a la mitad del camino. Mi teléfono vibra en mi pantalón y descuelgo la llamada sin mirar ni quién es. Ciertamente me da lo mismo. Nunca me llama nadie.
-¿Diga?
-Vaya fuerza de mierda que tienes. Ni si quiera has llegado a la mitad.
No puedo evitar sonreír al oír su voz, aunque inmediatamente hago que la sonrisa se borre de mi cara. Me giro y miro por todas partes, pero no encuentro al chico.
-¿Dónde estás?
Solo le oigo reírse y vuelvo a girarme, no le encuentro. Me siento medio gilipollas dando vueltas como si fuera un perro que intenta morderse la cola. Las carcajadas del chico resuenan desde el otro lado, junto a comentarios sobre lo tonta que parezco dando vueltas y lo ciega que puedo estar a veces.
-Bonito gorro, ¿te has cortado el pelo?
Arrugo la nariz a medio camino entre la risa de lo absurdo del momento y la rabia que me da no verle. Después de unos segundos, en los que solo oigo su risa de nuevo (y de verdad que no entiendo qué es lo que es tan gracioso), le encuentro al otro lado del río, al lado del grafiti. ¿Cómo es posible que no le haya visto antes?
-¿Qué haces aquí?
-¿Qué haces tú aquí?-responde desde el otro lado de la línea- Hace tres días que no te veo por el instituto.
-Ya.-digo con indiferencia y me encojo de hombros.
Veo la sonrisa del chico desde mi orilla, y como se encoje de hombros, imitándome. Le saco la lengua y me susurra que espere, que va para allá. Cuelgo la llamada y vuelvo a sentarme en el suelo, siguiendo sus indicaciones, como me ha dicho, pero entonces me acuerdo de mi promesa, del daño que iba a hacerle y de que debía volver a alejarme, y cuando estoy a punto de marcharme y no volver, sin pensármelo dos veces, el chico aparece por la derecha corriendo y se sienta a mi lado en el suelo. No tarda más de tres segundos en mirarme de lado y quitarme el gorro, dejando al descubierto mi espantoso peinado.
-Estás como una cabra.-deja escapar en un suspiro, refiriéndose a mi pelo.
Le sonrío y vuelvo la mirada al río. Desde luego, él no sabe nada de que todo esto fue culpa de su adorada Lidia, ni va a saberlo jamás. Solo pensarlo me duele. Se acerca y me planta un beso en la mejilla, y luego vuelve a colocarme el gorro en la cabeza, tal y como estaba antes. Ciertamente tengo tantos secretos que es hasta absurdo.
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VALENTINA
General Fiction''Estoy haciéndolo bien, pero realmente me siento como si me condenaran a muerte. Y siendo yo es una completa ironía... Llevo ya dieciséis años muerta.'' Valentina es básicamente un conjunto de baja autoestima, continuo estado de ánimo nulo, desenga...