''LA MUERTE SE PAGA VIVIENDO''
Pasan varios días de tranquilidad absoluta en mi vida, como un gran paréntesis. No volví a cruzarme con el chico en este tiempo, desde el día del castigo, a pesar de que busqué su mirada verdosa entre todas las miradas que encontraba por la calle. Las mañanas en clase se hacían largas e inaguantables; las tardes aburridas y monótonas. Cualquier movimiento del día a día era predecible, tanto la tostada al saltar de la tostadora, el repentino cambio de temperatura en el agua de la ducha, el suspenso en el examen de latín o la carrera detrás del bus bajo la lluvia. Infinito calendario de días incontables, sin final, sin meta, sin nada.
Esa tarde acompaño a mi hermano al parque, a jugar al fútbol con la pandilla de los viernes por la tarde, y me siento bajo un castaño. Las bolitas verdes se balancean de las ramas por el viento, alguna cae al suelo abriéndose y de ella sale una castaña. Saco mi libreta y me pongo a dibujar, creo bocetos de todo tipo. El tiempo se para, no me canso nunca. Pienso en mis padres. Pienso en el chico. Pienso en el examen de filosofía. Pienso en mi bici medio rota escondida en el trastero. Pienso en la bronca que seguramente me lleve cuando mi padre se dé cuenta de que han vuelto a atropellarme por segunda vez, de una manera torpe y estúpida. Pienso en lo que costaría repararlo y en cuánto tardaría, pienso en si me daría tiempo. No dejo de trazar líneas ni un segundo, mientras doy vueltas a cómo salir de esta. Sólo en estos momentos encuentro la tranquilidad que no encuentro en ningún otro lado. Cuando levanto la vista de mis láminas llenas de trazados y colores ya se han encendido las farolas, y aunque no me he dado cuenta, apenas tengo luz suficiente para dibujar. Guardo mis pinturas y lápices en la mochila y me la cargo al hombro. Busco a mi hermano con la mirada y lo encuentro en el campo, discutiendo con un chaval que le saca una cabeza y media. Mi hermano con su apenas metro y medio de estatura saca pecho y barbilla y sujeta el balón bajo el brazo derecho mientras gesticula con la otra mano. Los demás chavales ya han salido por patas del campo, rumbo a cenar a sus casas, con un plato caliente encima de la mesa, fuera de cualquier follón que se forme en el campo de fútbol del parque que da al río de la ciudad. Pero mi hermano no, mi hermano es un orgulloso, un orgulloso y un cabezota, y con sus siete años de edad es bastante más de lo que puede considerarse espabilado. No me habrá ganado veces el chico en discusiones de temas diversos, aún sacándole nueve años. El chaval se adelanta un par de pasos con sus dos amigos cubriéndole las espaldas y mi hermano retrocede. Es en el momento que este levanta el puño cuando yo intervengo.
-Eh, ¿qué pasa aquí?
El chico se gira y me mira de arriba a abajo, más tarde se da la vuelta y suelta un bufido a sus dos colegas.
-¿Y tú quién eres?-pregunta-¿Ha venido tu hermanita a defenderte, nenaza?
El chico da un empujón a mi hermano y le tira el balón que sale rodando por el suelo cinco metros, hasta darse con una pared. Mi hermano permanece quieto con el pecho sacado y el ceño fruncido.
-Déjale en paz.-digo.
-Pero vamos a ver, ¿tú quién te crees que eres?
-Que le dejes en paz.
El chaval salta la valla y camina con las piernas arqueadas hasta donde estoy yo, acercándose a menos de diez centímetros de mi cara. Mi hermano y los otros dos chicos miran expectantes la escena.
-A qué eso no me lo dices a la cara, princesita.
-¿Te crees que me intimidas, pedazo de gilipollas?
-¿Qué me has llamado?
-Que a mi hermano no le toques, ¿qué no entiendes, imbécil?
-Oye, ya me estás empezando a cansar…-dice mientras me agarra de las muñecas.
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VALENTINA
Narrativa generale''Estoy haciéndolo bien, pero realmente me siento como si me condenaran a muerte. Y siendo yo es una completa ironía... Llevo ya dieciséis años muerta.'' Valentina es básicamente un conjunto de baja autoestima, continuo estado de ánimo nulo, desenga...