Prólogo

666 41 17
                                    

El sol empezaba a resplandecer avisando a todos que el primer día de clases había llegado. Los 16 alumnos nuevos que habían sido reclutados para Kibōgamine estaban muy nerviosos por entrar en aquella prestigiosa institución.

Nuestra protagonista estaba sentada en su tocador, arreglándose las trenzas para no estar *tan* despeinada. Estaba algo emocionada pero no tanto como para cambiar de ropa; es decir, iría con su ropa diaria sin siquiera bañarse o lavarse la cara, después de todo eso nunca le había importado.

Se miraba fijamente al espejo que tenía en frente, observando con atención las marcadas ojeras que tenía, su piel pálida y sus ojos cansados. Ella misma se daba asco, *todo* le daba asco a decir verdad, incluso consideraba que su vida era una mierda.

Escuchar a sus padres discutiendo en el piso de abajo era totalmente desagradable y agotador, pero no se sorprendía pues desde que empezó a tener dos mamás todo había sido así.

Siguió mirándose al espejo preguntándose si haría amigos en el nuevo instituto. En su anterior secundaria era bastante tímida por el hecho de tener una segunda personalidad, pues temía intensamente que Genocider lastimase a alguno de sus seres queridos.

Montones de preguntas se asomaron por su mente. ¿La academia Kibōgamine sabía respecto a Genocider? ¿Qué pasaría si llegase a tener el control un día? ¿Iría a la cárcel? Su vida terminaría.

Empezó a temblar y a rascarse compulsivamente el muslo donde tenía las marcas que hacía Genocider para llevar la cuenta de sus víctimas. Odiaba con todo su ser aquella "cara" de sí misma, pues sabía muy bien que Syo era la representación de su frustración y miedos descargados.

Estaba adentrándose nuevamente a su mundo mientras se mordía las uñas hasta hacerse daño, cuando de pronto una de sus "madres" le gritó exclamando que se le hacía tarde.

Toko espabiló y agarró un pequeño bolso púrpura donde llevaba algunas libretas para sus apuntes, y por supuesto, el libro en el que estaba trabajando para avanzarlo en los recesos pues estaba segura de que se quedaría sola, como siempre.

Bajó silenciosamente intentado no llamar la atención de los adultos, y salió apresuradamente de la casa por la puerta trasera. Ya tenía bastantes líos mentales por la presión del primer día, no quería alguna discusión con esos viejos idiotas.

Afortunadamente la academia no quedaba tan lejos, por lo que ir a pie sería una buena opción. Caminaba a paso rápido pues era más tarde de lo que imaginó.

Por alguna razón se sentía insegura de como iba vestida, sabía que desagradaría a todos por su pestilente olor, su demacrado aspecto y su mal aliento. Se sorprendió al ver que era la primera vez que le preocupaba, pero intentó ignorarlo pensando en que de todas maneras nadie se le acercaría.

Después de unos treinta minutos ya podía ver el gran edificio, su corazón latía cada vez más rápido y sus pasos se detuvieron de repente.

Había vuelto a temblar, sus inseguridades le causaban un nudo en el estómago provocándole náuseas. Su barriga rugía por no haber comido desde el día anterior, sentía como sus labios temblaban.

Intentó respirar hondo y seguir caminando pero sentía que se había quedado estancada. Quería volver a casa para por lo menos lavarse los dientes pero tenía miedo de como podrían reaccionar sus padres si la veían de vuelta.

Sin ninguna opción, y al darse cuenta que el tiempo corría, empezó a dar pasos pesados hacia la entrada.

Justo cuando estaba llegando vio una limosina estacionarse justo al frente.

De ella bajaba un joven alto y rubio, bastante apuesto a decir verdad. Un señor mayor vestido de mayordomo le hizo una reverencia y se despidió de él elegantemente. El joven atraía las miradas de algunos estudiantes del curso de reserva que pasaban por ahí, era igual o incluso un poco más destacable que los demás alumnos del curso principal.

Toko lo siguió con la mirada, a lo que él ni la notó, eso calmó un poco a la pelimorada e intentó seguir caminando guardando una gran distancia entre ella y el apuesto joven.

Se adentró en la gran instalación yendo apresuradamente a su aula correspondiente pues la campana estaba por sonar indicando el inicio de clases.

Al entrar, se dió con la sorpresa de que el apuesto chico al que había seguido con la mirada estaba sentado leyendo un libro en un pupitre. Casi le daba un infarto, tenía miedo de entrar pero se estaba quedando mucho tiempo al lado de la puerta y ya estaba llamando la atención de sus compañeros.

- ¡Hola! Bienvenida, soy Aoi Asahina, la nadadora definitiva. - Una chica rebosante de energía se le acercó para saludarla.

La primera reacción de Toko fue lanzar un chillido por la aguda voz de la nadadora; luego, al ver la mano extendida de la contraria, decidió ignorarla y sentarse rápidamente en el primer pupitre que estaba a su alcance.

Aoi se había quedado algo confusa por la reacción de su nueva compañera, pero entendió que para algunos era difícil relacionarse con gente nueva, no todos eran extrovertidos como ella.

Fukawa había abierto el libro que estaba escribiendo, intentando llenar por lo menos una página, pero su mano temblaba demasiado. Empezó a escribir todo lo que se le venía a la cabeza, pero al no convencerla de que era lo suficientemente bueno, arrancaba las páginas violentamente.

Repetía está acción decenas de veces hasta que escuchó como un libro se cerraba bruscamente.

- ¿Podrías por favor dejar de hacer ruido? No es una petición, es una orden. - Dijo fríamente aquel joven apuesto que había visto al entrar.

Su corazón se paralizó y solo pudo pronunciar un "lo siento" a base de tartamudeos. Al asegurarse de que él había despegado la mirada de ella, se dispuso a examinar el aula en la que se encontraba.

Pudo ver a dos "matones" hablando con el típico aspecto de chicos malos, a la chica que le había saludado antes junto con una especie de monstruo gigante y musculoso. Vio a un chico totalmente común que no llamaba la atención para nada, el cual estaba junto a una chica peliazul sonriendo y coqueteando. En el centro se encontraba alguien que al parecer se había autodenominado líder de la clase.

Un poco más apartado estaba una chica castaña bastante delgada y pequeña, en el pupitre de al lado estaba un chico ensimismado en un manga, al lado suyo una chica sacada de una película blanco y negro bebiendo té, un poco más a la esquina una chica pelimorada la cual estaba ensimismada en sus pensamientos, sentado en el suelo yacía un joven haciendo una especie de ritual con una bola de cristal, y por último dos chicas algo parecidas hablando en voz baja.

Todos esos eran sus compañeros exceptuando al joven apuesto y ella, lo peor era que ninguno le traía simpatía.

Sabía que este sería un año difícil, pero aún lo sería más cuando llegó una profesora pidiendo que todos se presenten mutuamente.

Hola! Este es mi primer fic Togafuka, y quiero aclarar tres cosas:

1. Aquí NO HABRÁ DESESPERACIÓN es probable que hayan referencias hacia el suceso más blablabla pero en sí, no habrá despair.

2. La maestra será Chisa porque no recuerdo (ni sé) si los de esta clase tenían algún profesor en específico, aparte de que conozco más a Chisa y sé como interpretarla.

3. Las personalidades intentaré que sean lo más apegadas a lo canon, así que no verán a un Togami pidiendo ser besado por Fukawa...

Sin más, espero que disfruten de este fic (si alguien lo lee, claro) también quiero decirles que si no les gusta el ship pueden retirarse porque sí, es bastante tóxico, pero creo que mientras se sepa diferenciar de la realidad todo bien.

Mi Eterna Inspiración (TOGAFUKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora