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El receso había llegado y la ojerosa se había quedado en el aula mientras continuaba escribiendo su libro. Se fijó que el muchacho de su lado tampoco había salido con los demás, y que estaba leyendo una novela. No quería ser entrometida pero recordaba que dijo que leería su obra "Mientras perdure el olor a mar" cuando acabase lo que leía, eso la hizo feliz inconscientemente soltando una carcajada en voz baja.

Al parecer el de su lado la había escuchado y posó su mirada en ella.

- ¿Te sientes mejor por lo de ayer? - Preguntó el joven sin más, eso avergonzó mucho a la escritora pues deseaba con todas sus fuerzas que ese recuerdo sea borrado de la mente de todos.

- Sí, p-pero n-no lo menciones de nuevo... - Respondió con un poco de desgano, ofendiendo al contrario.

- Tsk. ¿Crees que me preocupo por ti? Para tu información sólo estaba siendo educado. - Espetó el mayor haciendo que la ojigris se sobresalte.

Intentó ignorar lo último y seguir escribiendo empeñosamente su libro, pues la fecha límite se acercaba y debía de darle un buen final.

La tensión era abrumadora, era como si deseasen decir alguna frase pero se los impidiese el orgullo. Mientras la ojerosa escribía ideas que no le convencían, el ojiazul leía "automáticamente" y después se daba cuenta de que no había entendido nada.

El timbre sonó indicando el fin del receso, por lo que sus demás compañeros ingresaron nuevamente al salón. El heredero ya iba en la última página del libro y estaba a punto de comenzar el de su compañera, pero debido al tiempo no le quedó de otra que postergarlo para el almuerzo.

Empezó la clase de literatura por lo que a Fukawa le emocionaba sentirse en su zona de confort. Era la primera sesión de aquel curso que recibiría en la academia Kibōgamine, así que sus expectativas estaban muy altas.

Chisa habló sobre diferentes autores reconocidos de todo el mundo, haciendo una mención especial nombrando a Toko.

- ¿Que autores conocen? - Preguntó la pelinaranja, dejando a todos en un silencio incómodo. Era más que evidente que nadie leía continuamente en ese salón exceptuando el rubio y nuestra protagonista. - Uh.. ¿No les gusta ninguno? - Preguntó la maestra algo apenada buscando alguna respuesta.

- Creo que Dostoyevski se luce en su estilo mayormente misterioso. También admiro la manera en la que imparte la presión psicológica en sus obras más conocidas. - Respondió el ojiazul atrayendo las miradas de sus compañeros.

La ojerosa al oír eso se desanimó un poco pues aquel autor no acostumbraba a escribir romance, sino lo que podría adentrarse en terror psicológico combinado con debates de moralidad. No estaba segura si su historia le gustaría al heredero, pues no traía mucho impacto psicológico que digamos..

El tiempo pasó y ya era la hora del almuerzo. La mayoría de sus compañeros ya habían logrado hacer unos cuantos amigos por lo que estaban distribuidos en varios grupitos de mesas. Sin embargo, la escritora hasta ahora solo había socializado con Aoi, Sakura y Byakuya... O bueno, lo que se podría llamar "hablar" pues no había intercambiado muchas palabras tampoco...

Recibió una propuesta de parte de Aoi para comer con ella y Sakura, a lo que la rechazó de inmediato. No era porque no le cayese bien aquella enérgica nadadora, sino que estar cerca de tan grande luchadora le hacía temblar y temer por su vida.

Acercó su bandeja a la cocinera para que le sirva el almuerzo, el cual estaba conformado por patatas, pollo frito y ensalada. El juguito costaba dinero, por lo que la pelimorada suspiró al tener que comer con la boca seca.

No tenía muchos ánimos para comer eso, y no porque estuviese desabrido sino que.. No quería subir de peso.

Siempre había pensado en que si sube de peso parecería una jodida vaca y nadie la querría aunque bueno.. Aún así nadie la quiere estando delgada.

Se había quedando observado su plato hasta que escuchó como alguien se sentaba al frente suyo, su cuerpo se paralizó al ver al joven heredero comiendo en silencio.

La muchacha se quedó observándolo algo asombrada por cómo sostenía los cubiertos y gesticulaba algunas expresiones de asco al ver la grasa natural de la carne.

Era bastante evidente de que lo estaba mirando por lo que el rubio alzó la mirada y la vio fijamente.

- ¿Deseas algo? - Preguntó sin más.

- No... Solo que... - Trató de responder avergonzada, a lo que la interrumpieron.

- ¿Te incomoda mi presencia? Ja, si fuera así tampoco me retiraría, es decir, a nadie le incomodaría la presencia de un Togami. Agradece que estoy aquí. - Sonrió el contrario mientras cortaba la carne con confianza.

- N-No es eso... S-Sino que.. ¿Por qué te sentaste a-aquí? - Preguntó tímidamente la ojigris.

- ¿Necesitas más medida en los lentes? Todas las mesas están ocupadas y paso totalmente de socializar con aquellos plebeyos que no han leído un bendito libro en toda su vida. Repito, agradece que estoy aquí. - Toko lo miró con una expresión confundida, ¿Acaso literalmente quería un agradecimiento? No se lo daría, es decir, le parece atractivo pero no para agradecerle..

- E-Entiendo... - Dijo mirando a otro lado pues se sentía algo incómoda, no acostumbraba a comer acompañada.

Se apresuró en tomar los cubiertos y comer un poco de la fría ensalada. No estaba tan buena como esperaba de una cafetería de esta escuela, es decir, si un cocinero definitivo prueba esto es seguro que se desmayaría.

No tocó siquiera la carne ni las patatas, le ponía nerviosa la idea de comer algo tan grasoso. El joven había terminado de comer con una expresión de disgusto, pues al parecer tampoco le había gustado mucho el almuerzo.

- ¿Por qué come aquí si se supone que tiene mucho dinero? Es decir, no creo que coma normalmente comida de "plebeyo" como dice él... - Pensó la ojerosa, o bueno, lo dijo en voz baja inconscientemente. Al darse cuenta de que la mirada del contrario se posaba en ella se fijó que no solo había pensado esa pregunta.

- No es de tu incumbencia pero estoy de buen humor hoy así que te daré el honor de saber. Quería probar la comida de plebeyo, nada más. - Respondió el rubio mintiendo claramente, pues era obvio que si quería probar comida de "plebeyo" no la comería en la cafetería escolar, mucho menos frente a todos. - Cabe resaltar que me disgustó totalmente el sabor a aceite que llevaba la carne y patatas, una mala experiencia en general. - Terminó su reseña limpiándose los labios con una servilleta.

La joven solo asintió en respuesta. Admitía que estaba satisfecha con la declaración del contrario, así que sonrió para sus adentros.

- Me toca preguntar a mí. ¿Por qué no comes? - Espetó directamente cual puñal hacia el corazón. Era un tema duro para la pelimorada, pero suponía que tocaba responder.

- N-No me gusta la g-grasa... - Declaró. El rubio no le terminó de creer pero no le importaba, solo había hecho esa pregunta por una leve curiosidad. Al haber terminado llevó su bandeja para que la laven y se dirigió al baño para cepillarse los dientes. No se había dado cuenta que un libro cayó de su fino bolso, llamando la atención se la escritora.

Era una obra sobre asesinatos en serie, es decir, distintos reportes de casos de homicidios, feminicidios, genocidios, etc.

Su corazón latió más rápido al imaginar que su otra personalidad estaría en ese libro, por lo que rápidamente rebuscó entre las páginas en busca de la famosa Genocida Syo.

Examinaba alocadamente todas las hojas hasta que sintió un carraspeo cerca de ella.

El rubio con una expresión de molestia extendió la mano para que la contraria le de su libro, chasqueando la lengua al tenerlo en manos.

- No te metas en dónde no te incumbe. - Espetó finalmente el ojiazul dejando a la ojerosa paralizada.

Había encontrado el reporte sobre la genocida entre aquellas páginas.

Mi Eterna Inspiración (TOGAFUKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora