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Byakuya esperaba impacientemente a su chofer para que aliste la limosina. Le incomodaba un poco estar cerca de aquella escritora, pues no dejaba de temblar y murmurar frases incoherentes.

El joven reflexionó sobre lo diferente que podría ser la conducta de la gente. Él tenía varios problemas pero nunca se imaginaba estando en una crisis delante de prácticamente desconocidos.

Examinaba con la mirada a su compañera; hasta ahora sabía que era introvertida, ansiosa y con claros problemas intrafamiliares. Pensó en comenzar el libro de la ojigris apenas acabe el que estaba leyendo, le generaba curiosidad la manera en la que expresaría sus sentimientos.

Después de unos minutos el chofer pasó la voz para que entren y Fukawa dio la dirección de su casa.

Estaba bastante aterrada, solo con pensar la reacción de los adultos si la veían llegar en tan lujoso auto le provocaban náuseas.

El joven millonario se percató de aquella inmensa preocupación por lo que, para evitar un silencio más incómodo del que ya había, se precipitó en hablar.

- No sabía que le tenías fobia al agua, si lo hubiese sabido no hubiera dejado que te acerques a la piscina. - Dijo desviando la mirada sonrojando a la ojerosa. No era un sonrojo positivo, pues solo mostraba vergüenza y arrepentimiento por demostrar tanta debilidad.

- O-Olvida eso p-por favor... - Pidió la chica mordiéndose el pulgar fuertemente.

El rubio asintió y volvieron a caer en un silencio incómodo, por lo menos para el mayor.

Toko estaba concentrada en el movimiento del auto, sus suaves llantas lo hacían casi imperceptible. Al parecer tanto silencio incomodó al conductor también, por lo que para darles más privacidad, elevó una especie de muro dividiendo los asientos delanteros con los traseros, dejando a los adolescentes solos.

Togami carraspeó la garganta con una mayor incomodidad, pero al parecer su sirviente no le había escuchado.

Había mucha tensión entre ellos. Vergüenza por parte de la pelimorada y desagrado por parte del ojiazul.

Pasaron varios minutos, la casa de la joven no estaba tan cerca de la del heredero, prácticamente estaban a lados opuestos.

El tiempo parecía una eternidad mientras ambos sólo escuchaban las respiraciones del contrario. Sus miradas se cruzaron por un instante lo cual, como si fuese una explosión, provocó que ambos las desviasen hacia lados opuestos.

A la ojigris no le importaba en este momento lo cerca que estaba con el guapo joven, mucho menos lo que sucedería mañana en el colegio. Lo que verdaderamente le preocupaba era lo que pasaría al llegar a su disfuncional hogar.

La escritora poco a poco reconocía las calles donde había crecido, pues lamentablemente ya estaban bastante cerca de su casa.

Byakuya al darse cuenta que la chica miraba por la ventana, imitó su acción para saber que era lo que le llamaba la atención.

Mientras el rubio veía asombrado las maltrechas calles, la ojerosa las veía con tristeza; de verdad le avergonzaba haber crecido en esos barrios por lo peligrosos que eran.

El chofer giró por última vez hasta detenerse al frente de una pequeña casa de dos pisos y una azotea. El ojiazul sabía que su compañera no era de la misma clase que el, se notaba a kilómetros; pero no imaginaba que viniese de una familia tan... Cuestionable.

- G-Gracias. - Tartamudeó la joven haciendo una pequeña reverencia demostrando sus modales, a lo que el rubio solo asintió aceptándolas. La chica evitó el contacto visual con su compañero y salió apresuradamente del coche. El heredero vio por la ventana a la chica tocar la puerta, siendo abierta bruscamente por una descuidada mujer.

Mi Eterna Inspiración (TOGAFUKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora