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"Abre tus ojos" escuchó dentro de su mente. Una voz que mientras transcurría el tiempo se escuchaba más clara. 

Abrió los ojos y vio niebla a su alrededor, le costó adaptarse al principio por el gran mareo que sentía.

Un nuevo día había llegado y Toko había vuelto a la luz. No sabía lo que había pasado, ni dónde había estado, ni cómo había regresado, y mucho menos si había matado a alguien.

Un sudor frío recorrió su espalda haciendo que se estremezca al caer en cuenta de que *ella* había salido. Empezó a jadear fuertemente por la gran ansiedad que conllevaba imaginar algo tan atroz como aquello, temblando y murmurando frases sin sentido.

Empezó a rascar compulsivamente su muslo intentando inútilmente borrar las marcas de Genocider con sus uñas, pero al ver que no había una línea más desde la otra vez se calmó un poco.

¿Acaso no había matado a nadie? 

Tardó un poco es procesar aquella información, es decir, ¿su doble personalidad adicta a la sangre no había matado a nadie? Le parecía imposible.

Rápidamente se concentró y contó con cuidado cada una de las líneas que representaban las víctimas de Syo, dándose cuenta de que efectivamente no había asesinado de nuevo a un inocente.

Una gran sensación de alegría y alivio inundó su cuerpo llenándola de bienestar, hace mucho que no se sentía tan tranquila. Una hermosa sonrisa aperlada adornaba su rostro indicando su dicha, dando vueltas por su habitación hasta que chocó con algo.

Pudo ver un vaso lleno de agua con un pez dentro. No lo conocía de nada, no tenía idea alguna de dónde lo había sacado pero si Syo adoptó a un pez en vez de matar a un joven, estaba más que agradecida.

Espabiló y se apresuró en vestirse y peinarse, no tenía tiempo de bañarse ni desayunar por lo que se cepilló los dientes y salió apresuradamente tomando su mochila. Se echó un poco del perfume que tenía en su bolso, el cual fue un obsequio de Aoi para oler mejor.

Caminaba a paso rápido y animado, viendo por primera vez el cielo más bonito que de costumbre. Normalmente no estaría así de tranquila sabiendo que su otra personalidad había estado al mando, pero enterarse de que no había matado a nadie más le había resuelto el día y quería disfrutarlo mínimamente al menos.

En su mente se regañaba a sí misma por ser tan optimista ya que le daban vergüenza ajena aquellas personas que se la pasaban con una sonrisa en la cara, pero aún así decidió seguir con ese estado de ánimo, pues tristemente sabía que no volvería a sentirlo en meses, incluso en años.

Ya estaba al frente de la institución y vio de reojo como su rubio compañero llegaba a la escuela impecable como siempre, con porte elegante y con pasos firmes y seguros. Lo siguió con la mirada disimuladamente, su relación había progresado pero no lo suficiente como para iniciar una conversación tan temprano, por lo que se conformó con intentar caminar a su lado.

- B-Buenos días... - Hizo una reverencia, la cual el ojiazul no vio y continuaron caminando en silencio.

La escritora estaba sonrojada, la presencia del contrario le aceleraba el corazón con tan solo escuchar sus pasos tan cerca. Admitía que el joven era la única persona con la que se sentía cómoda porque lo admiraba en muchas maneras. Le encantaba aquella seguridad que lo caracterizaba, las firmes palabras que salían de sus labios, sus elocuentes exposiciones que atrapaban su atención tan fácilmente, su tan amplio conocimiento en temas enriquecedores, una maravilla.

El joven heredero en realidad se había dado cuenta de la presencia de la menor incluso antes de que esta lo saludase por el aroma desconocido que inundó sus fosas nasales. Asumió que era ella porque nadie más lo seguiría, es decir, tenía acosadoras pero sus guardaespaldas las conocían y no les dejaban estar ni siquiera 10 metros cerca de él.

Había pasado casi medio año y admitía que sentía cierta estima hacia Fukawa por el simple hecho de la continuidad. No es que le atraiga ella en lo absoluto, sino que al pasar mucho tiempo con la escritora tenía la oportunidad de conversar sobre literatura, su tema favorito.

Llegaron al salón de clases y Aoi recibió a la pelimorada con un abrazo, halagando su delicioso aroma. Se sentaron a conversar animadamente excluyendo al rubio, el cual se sintió algo incómodo pues deseaba tocar un tema con Toko desde hacía algún tiempo.

Cómo aún faltaban unos minutos para el inicio de las clases, decidió pasear por los pasillos con un libro, pasando por el aula de sus superiores, la clase 77.

No era un entrometido así que ignoró la bulla que salía de aquel sitio, pero su oído se afinó al escuchar el nombre de uno de sus asesinos favoritos.

Se detuvo en su lugar pensando en que quizá simplemente también lo conocían, pero al ver por la ventana pudo observar como un círculo de estudiantes rodeaban a cierto peliblanco.

Lo conocía, casi siempre pasaban cosas extrañas cuando se trataba de él, supuestamente su talento era la suerte al igual que el inútil de Makoto, pero la de Nagito era mucho más evidente.

- ¡De verdad! ¡Deberían creerme! Ayer me crucé con la genocida Syo... Intentó atacarme pero desgraciadamente mi suerte logró salvarme, el que no se salvó es Billy... Extrañaré a ese pez. - Al escuchar aquello tragó la saliva fuertemente y volvió a su salón.

Sabía con certeza que la genocida era real pero nunca imaginó que estaría tan cerca como para haber atacado a un compañero suyo. No era por ser ególatra, pero Byakuya sabía muy bien que era sumamente atractivo, mucho más que los plebeyos del montón y sería un blanco perfecto si se cruzaba con Syo en algún momento.

"Debería tener más guardaespaldas" pensó el rubio sentándose en su pupitre nuevamente, justo a tiempo para ver cómo la maestra ingresaba saludando a sus alumnos.

Vio de reojo a su ojerosa compañera, estaba con un semblante radiante inusual en ella, lo que le asombró un poco.

Era muy probable que ella supiese también la existencia de aquel genocida, por lo que ya tenía un tema que tocar en el receso.

Disculpen la demora, ahora mismo escribo el siguiente cap!

Mi Eterna Inspiración (TOGAFUKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora