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Naodai estaba hecho una fiera, no pensaba que Kyoko se le adelantaría tanto. Tenía a Byakuya preso desde el lunes, y ya en pocos minutos sería viernes. Acababa de volver de su otra casa después de haber consolado a Toko, y para su sorpresa, el heredero seguía inconsciente. 

La sangre que salía de su cabeza era significante, pero no tanto como para matarlo aún. Como no quería deshacerse de él tan pronto, le vendó la herida e intentó despertarlo, con el tiempo lo consiguió.

- Vaya, no sabía que eras cercano a la detective de cuarta. - Dijo irónicamente acercándose al adolorido ojiazul, el cual lo miró en silencio. - Estar con dos chicas a la vez es muuuuuuy hiriente Byakuya, espero que hayas aprendido la lección. - Afirmó con una sonrisa cínica.

- No tengo nada con Kyoko, y lo sabes. - Respondió con una voz débil pero firme. - Tú eres el que arruina todo, eres escoria que merece estar muerta.

- Mhmmm~ No es nada que no hayas dicho antes, qué aburrido. - Se burló, y cuando la víctima estuvo a punto de refutar, le tapó la boca. Cómo un cazador, empezó a escuchar su entorno atentamente. - Los invitados llegaron.

Le colocó una mordaza en la boca para que no pueda emitir sonido alguno, y se dirigió a la puerta con una sonrisa.

- ¡Toc toc! ¡Toc toc! ¡Toc! - Imitó aquel sonido y abrió la puerta antes que Kirigiri tocase. - Oh, hola Kyoko ¿Cómo estás?, bienvenida, pasa. - Saludó con su típica sonrisa como si fuese una noche común y corriente.

Al principio la detective se quedó perpleja por el comportamiento del contrario, ya que no esperaba que abriera abruptamente, hasta que finalmente recuperó la compostura. 

- ¿Dónde está? - Preguntó directamente la pelilavanda, a lo que la sonrisa de Naodai desapareció.

- ¿Mhmm? ¿No viniste a verme? Qué decepción... Ahora buscas a alguien más... Estaba tan emocionado... Ahora estoy triste... - Actuó mofándose de la detective. - ¡Es broma! ¡Sé a quién te refieres! Ven. - Indicó emocionado nuevamente. 

La detective le dio una breve señal a Aloysius, quien estaba cerca y no había sido descubierto aún. La puerta se cerró detrás de ella y siguió al ojiavellana por el pasillo, hasta que este se detuvo repentinamente.

- Oye... Después de esto, sólo uno saldrá vivo. - Escupió con una voz inquietantemente tranquila, y siguió caminando. La muchacha sólo asintió en silencio con una expresión algo confundida.

Después de unos pasos más, el joven se volvió a detener.

- Oye... Quiero que sepas que ya sé como acabará todo esto, ¿podrías dejarme disfrutarlo hasta el último momento? - Preguntó con el mismo tono de voz tan extraño, mientras que Kyoko intentó analizar esas palabras.

Cuando por fin llegaron a la puerta en un silencio inquietante, se detuvo por tercera vez.

- Oye... ¿Qué se siente ser engañado? - Volvió a soltar con el mismo tono de voz, pero esta vez para voltear y sonreírle de manera enferma.

Esta vez no era una sonrisa atractiva, era una amorfa.

Los ojos parecían salirse de las cuencas mientras sus labios formaban un fino hilo curveado. Sus cabellos caían sobre su cara pálida, y una escalofriante risa empezó a resonar por lo alto.

Kirigiri retrocedió un par de pasos con una expresión de asco. Su mano se dirigió al bolsillo para sacar el táser pero al pensarlo dos veces, no era conveniente inmovilizarlo ahora.

De un momento a otro el muchacho dejó de reír y cambió su expresión a una seria.

- Makoto no está aquí, no me tomé el tiempo de secuestrar a ese inútil, pero... Supongo que también te interesa Byakuya, bueno, aquí está. - El castaño abrió la puerta dejando ver al amarrado heredero, bastante herido y con las prendas hechas harapos. 

Kyoko se dirigió rápidamente hacia él para revisar sus heridas, y mediante un dispositivo intentó comunicarse con Aloysius para que las fuerzas mayores entren a la vivienda y apresen a Valentine, pero para su sorpresa no recibió respuesta.  

- ¿Mhmm? ¿Intentas llamar al viejo ese? - Preguntó con un tono y expresión inocente. - No creo que te conteste, puede que me haya tomado el tiempo de interferir en su comunicación... Ups...

- ¡¿Q-Qué!? - Después de unos instantes la detective entendió. La llamada.

- Kyoko, linda, no te llamé para escuchar tu melodiosa voz, era obvio que vendrías en cualquier momento. Simplemente aproveché en pinchar tu teléfono, registrar las llamadas e interferir con el número de Aloysius. - Admitió sus acciones.

La pelilavanda tampoco había tenido otra opción que contestar, corría ese riesgo pero hubiera sido peor si hubiese ignorado la llamada.

- Cómo sea, estás bajo arresto por clara privación de libertad hacia un civil. - Afirmó. - De todas maneras, no tienes escapatoria, est-

- Estoy rodeado por 50 policías especializados y el viejo castroso ese, ¿verdad? - La interrumpió. - Digamos que ya no son 50... Ni 10... Ni 5... Sólo es el viejo ese. - Dijo con una sonora risa, mientras sacaba la espada de bambú que tenía oculta detrás de un espejo. - El talento viene de familia suelen decir... - La muchacha palideció. ¿Cómo era posible que una persona venza a 50 hombres entrenados especialmente para misiones de alto peligro? ¿Y en menos de diez minutos?

Kirigiri puso su atención en la palabra "familia", así que ya entiende mejor el tipo de relación que tenía con Peko Pekoyama.

- Cierto... ¿Serías tan amable de no arrestarme ahora mismo? Bueno, es decir, tampoco es que puedas hacerlo, lo digo por cortesía. - Volvió a mofarse, acabando con la paciencia de la detective. - Okay, okay, ya me detengo. Sólo quería decirte que el verdadero criminal aún no viene aquí... Pues tenemos a una invitada muy especial para mí y para el lindo del protagonista, ¿no? - Le pellizcó la mejilla al rubio, mientras que este estaba entre la conciencia e inconsciencia. 

Kyoko se perdió en sus palabras. ¿Verdadero criminal? ¿Invitada especial? ¿Acaso hablaba de Toko? ¿Por qué la tachaba como criminal?

Repentinamente se escuchó como rompieron la puerta de entrada. 

- Ya vino~. - Chilló el ojiavellana, mientras Kyoko seguía sin entender nada.

Unos pasos apresurados se escucharon, dirigiéndose hacia la habitación con luz.

- ¿Toko? - Preguntó con un susurro la pelilavanda, llamando la atención del herido que tenía en brazos, el cual la miró como pudo, pero al instante volvía a dormir. Definitivamente la salud del rubio estaba en riesgo.

Como si por nombrarla la hubiesen invocado, había llegado Toko, pero con un aspecto extraño.

La detective se quedó atónita al verla con una lengua larga y colgante saliendo de su boca, unos ojos color escarlata y una sonrisa digna de un maniático.

- ¡SU ASESINA FAVORITA YA ESTÁ-! No. Saben... No estoy de humor, de hecho, estoy enojada. Muymuymuymuymuymuymuy enojada. Especialmente contigo, escoria. - Se dirigió al ojiavellana apuntándolo con una de sus genotijeras, mientras él la recibía con su clásica sonrisa cínica.

- Bienvenida, Syo. - Saludó mientras sus pupilas destellaban de la emoción. - Te estuve esperando.

¿Acaso...? Kirigiri estaba intentado procesar todo lo ocurrido, ahora resultaba ser que la chica menos sospechosa de su salón, ¿era la reconocida Genocider Syo? 

Su expresión era un poema, pero lo que más le inquietaba era... ¿Qué hacía Toko aquí?

Mi Eterna Inspiración (TOGAFUKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora