Epílogo

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Estaba durmiendo tranquilamente. Su sueño pesado ignoraba la luz de la mañana que entraba por la ventana y se dirigía a su rostro.

Sus dorados cabellos brillaban por la iluminación, su pecho subía y bajaba al son de su respiración lenta y calmada. Parecía un amanecer tranquilo, hasta que escuchó la puerta prácticamente romperse, seguido de unos pasos apresurados.

Abrió un poco los ojos pero no conseguía ver claramente, y de un momento a otro una bocina soltó un chillido estridente en su oído, despertándolo por completo.

Aquella acción le había hecho soltar un grito de sorpresa, y caer de la cama.

- ¡Feliz cumpleaños Byakuya! - Gritó la joven escritora entre risas, mientras veía todo lo que ocasionó.

Se sonrojó un poco al ver que el más alto estaba en ropa interior, pues desconocía que no usaba pijama.

El rubio, avergonzado, buscó los lentes que también se habían caído por el movimiento y se los colocó rápidamente.

- T-Toko, ¡¿Qué demonios?! - Tartamudeó mientras se metía a la cama nuevamente para cubrirse.
Después de entrar en razón, recordó que hoy era su cumpleaños.

- ¿Qué te pareció la sorpresa? Genial, ¿V-Verdad? - Preguntó la pelimorada con una sonrisa cínica y burlona. Sostenía un pequeño pastelito que tenía una vela encendida, era un milagro que con tanto ajetreo no se haya apagado. - Anda, sopla... - Ordenó con cierto titubeo.

Ambos se habían vuelto muy unidos pues vivían en la mansión del joven. Solían verse a toda hora, desde que amanecía hasta el anochecer.

Desayunaban juntos, iban a la escuela juntos, ahí también la pasaban juntos, regresaban juntos, estudiaban juntos, cenaban juntos, pero no dormían juntos, claro.

Ambos se consideraban buenos amigos pero tenían muy en cuenta que había ese "algo más".

Eran conscientes de que no era una amistad común y corriente, pues esos leves sonrojos al cruzar miradas, o esos leves escalofríos que sentían al tener contacto físico no los experimentaban con nadie más.

Aún así, ninguno sabía cómo dar el primer paso para, ustedes saben, aclarar el asunto. Pero no deseaban hacer la típica pregunta de "¿Qué somos?" Porque el contrario diría lo más obvio y fácil, "amigos".

Ambos se encontraban en un dilema, y ya no podían aguantar más la tensión que sentían al interactuar, es decir, llevaban todo el día al lado del otro y por cada segundo que pasaba aquella sensación entre ambos es mayor.

Cabe resaltar que están llevando sesiones terapéuticas por aquel incidente, lo que les está impulsando a mejorar y a desarrollarse correctamente.

Y vaya que ha ayudado, pues los tartamudeos de Toko habían disminuido considerablemente, Syo no se presentaba hace ya algún tiempo, y Byakuya no sentía aquellos espasmos ni tenía tantas pesadillas como antes.

Cada uno paga sus sesiones, y económicamente se encuentran estables. Bueno, de parte del heredero era algo obvio, pero por parte de la escritora al tener ambos padres fallecidos, las ganancias se transfieren directamente a ella.

Bajo esta premisa, concluimos que Toko ya puede alquilar su propio piso y vivir ahí, ¿No?

Bueno, técnicamente sí, pero ninguno quiere separarse. Claro que tienen ciertos momentos de privacidad, pero aman estar al lado del otro y no desean romper ese hábito, mas nadie lo admite.

Volviendo a la escena, la ojigris vio como el contrario soplaba la vela con una disimulada sonrisa. Se encontraba algo adolorido por la caída de antes, pero le había parecido una sorpresa muy dulce por parte de Toko.

Mi Eterna Inspiración (TOGAFUKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora