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Nuestra protagonista yacía en su cama mirando al techo, no pudo dormir en toda la noche.

Le aterraba volver a encontrarse con Byakuya, pues sabía que cada vez se acercaría más a la verdad y descubriría su doble identidad.

¿Qué pasaría si al descubrirla se hiciera público? ¿La arrestarían? ¿La ejecutarían? O peor aún, antes que eso pase.. ¿Byakuya sería una nueva víctima?

Un grito ahogado salió desde lo más profundo de su ser al solo pensar en eso, no quería dañar a más gente.

No tenía fuerzas para llorar, se sentía fatal y aún así no le salían las lágrimas. Era una tristeza extraña, de esa en la que no puedes llorar y solo sientes una presión en el pecho llena de culpabilidad y remordimiento.

Era desesperante aquel sentimiento de frustración y culpa que llenaban su ser, cada vez sentía que se consumía más y no estaba segura si podría aguantarlo por mucho tiempo...

Después de unos minutos se levantó de la cama desganadamente, dándole una mirada rápida a su nuevo amigo.

Aquel pez naranja que Genocider le había dejado le provocaba náuseas, pues todo lo que tenga que ver con ella era aborrecible.

Sin embargo, no podía dejar al pez morir de hambre, por lo que al no saber qué era lo que comían los peces, le tiró migajas de pan.

Se quedó ensimismada viendo como el pez nadaba de un lugar a otro cuando escuchó que alguien tocaba la puerta.

Dejó que sus padres abrieran pero luego recordó que se habían ido a un lugar desconocido, por lo que tuvo que bajar a recibir a quien sea.

Se puso una bata y bajó por las escaleras, llegando a la puerta y al abrirla se encontró con él.

Se quedó congelada al ver a Byakuya al frente de ella, él estaba con su aspecto serio y formal de siempre.

Recordó que andaba en pijama con tan solo una bata encima, sin siquiera lavarse la cara llena de legañas, con ojos hinchados y piel reseca.

Había bajado tan rápido que olvidó ponerse sus lentes, por lo que no veía tan bien. Byakuya, al ver el estado de su compañera, desvió la mirada algo avergonzado por encontrarla así.

- ¡¿Q-Qué haces aquí?! - Preguntó avergonzada la pelimorada agachando la cabeza para ocultar su mal aliento.

- No debí venir sin avisar... Quería conversar contigo sobre algo importante. - Dijo el rubio lo más firme que podía en aquella bochornosa situación.

- M-Mi casa n-no es una o-opción... - Negó la ojerosa al recordar el desastre de vivienda que tenía. Al ver la mirada desafiantemente ofendida del contrario, intentó retractarse. - P-Pasa... A-Advierto que t-todo está desordenado... - Suspiró la escritora como última opción. Le aterraba que él estuviese aquí, y ya se imaginaba el por qué había venido, pero de alguna manera agradecía que ya no la estuviese evitando. Por lo menos... Quería pasar sus últimos momentos de libertad con alguien agradable.

- Esperaré a que te arregles. - Dijo Byakuya para no presionar tanto a la chica, ocasionando lo contrario. Miró a su alrededor con una expresión de asco la cual borró al instante, debió estar preparado para algo así si se planteó venir aquí.

La pelimorada aprovechó en subir a su pieza para arreglarla lo mejor que pudo, estaba segura que el rubio investigaría a fondo. Después se concentró en alistarse, dándose una ducha rápida aguantando las ganas de llorar por los recuerdos que se le pasaban por la mente, se cambió, peinó, cepilló los dientes y se miró al espejo.

Era la primera vez en mucho tiempo en la que no se sentía una mierda. "Soy algo bonita" pensó, borrando la idea al instante.

Claro que alguien como Toko no podría ser miembro de la "belleza", sabía que no era suficiente para eso.

Dirigió una segunda mirada a su reflejo, sorprendiéndose medianamente por el gran esfuerzo que hacía por aquel ojiazul, intentando borrar nuevamente aquellos pensamientos. No quería dañar a alguien por lo mismo, de nuevo.

Bajó las escaleras mucho más presentable, y se volvió a disculpar por el mal aspecto que tenía su vivienda.

Byakuya aprovechó el momento a solas para investigar a fondo la casa. En tan solo 15 minutos pudo descubrir que sus padres no estaban, habían drogas en el establecimiento, no la limpiaban hace un buen tiempo, tenían una mascota la cual probablemente haya muerto por el mal cuidado que le ofrecían, y que no se molestaban en cuidar su "privacidad" para algunas "cosas" (por las cuestionables manchas que encontró en el sillón.)

Tuvo claro desde un principio que la vida de Toko no era de rosas, pero este ambiente era mucho más abrumador que la soledad lujosa con la que convivía él.

Al ver a su compañera más arreglada, se sintió más cómodo pues no se sentía un intruso como al inicio.

Estaban en silencio pues ninguno tenía idea de qué decir, por lo que al rubio no se le ocurrió mejor idea de subir sin permiso al cuarto de la ojerosa.

Entró a la pieza encontrándose con un lugar... Bueno, dónde estaría Fukawa. Esta le había seguido pues no podía dejar de temblar pensando en lo que descubriría ahí.

- ¿P-por qué subes aquí? - Preguntó la chica, ganándose una mirada vacía del joven. Ella sabía la respuesta, solo quería confirmarla.

- ... - Byakuya había estado tan concentrado en el caso de Syo que no se le ocurrió qué decir en esta situación. ¿Sería bueno decirle sobre la investigación? Si ya estaba aquí no le quedaba de otra, Toko podría malinterpretar las cosas... - Lo que diré espero que quede en total confidencialidad. - Ganándose un leve asentir de la escritora. - Estoy investigando sobre el caso de la Genocida Syo, y sinceramente estás dentro del rango de los sospechosos. - Informó el más alto sin pizca de remordimiento ni emoción.

La expresión de la joven era indescriptible, se sentía horrorizada al saber que sus sospechas eran ciertas.

Intentó argumentar a su favor pero las palabras no salían de su pecho, pues se habían convertido en un denso nudo.

Byakuya esperó una reacción así, por lo que no se sorprendió en lo más mínimo. Dió una ojeada a la habitación encontrándose con un pez.

No había comida especialmente para peces alrededor ni en la cocina, por lo que le sorprendió la existencia de este. Vio su estado el cual solo se componía de estar dentro de un vaso con migajas de pan.

- ¿Dónde conseguiste este pez, Fukawa? - Pregunto extrañado, a lo que ella no tuvo respuesta.

No podía decirle que no recordaba como, pero no se le ocurría nada mejor por el estado de shock en el que se encontraba.

- E-Eh... Y-Yo... - Empezó a agitarse más de lo normal, alarmando al heredero.

Él se acercó a ella para comprobar si estaba bien, sujetándola de los brazos para intentar calmarla, pero la soltó inmediatamente al recordar que Komaeda mencionó que la Genocida se llevó al pez.

- Por casualidad... ¿Recuerdas cómo conseguiste al pez? - Preguntó Togami con el corazón acelerado, no podía creer lo que estaba viviendo.

La chica se rindió y cayó de cuclillas negando con la cabeza, estaba teniendo un ataque de ansiedad por lo que no podía dejar de temblar y sollozar. Sin embargo, las lágrimas se rehusaban a salir aún.

Byakuya sintió todas su pruebas encajar por lo que hizo una última pregunta.

- Toko Fukawa... ¿Acaso eres Genocider Syo?

Mi Eterna Inspiración (TOGAFUKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora