Capítulo 35

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Merida

- ¿Qué te gusta más, este o este?- pregunta Daniel mientras me enseña dos tipos de anillos de compromiso distintos.

- El de la derecha.

- ¿Sí? ¿Crees que le guste a tu madre?

- Claro.- sonrío.- A ella no le importa si el anillo es grande o no, sólo le importa que la ames.

- Y por eso me casare con ella.- sonríe.- ¿Tú quieres algo?

- No.

- ¿Segura? Ve a ver qué hay en lo que yo pago esto.

- Bien.

Me alejo de él y comienzo a caminar entre los pasillos de la joyería.
La verdad no estoy poniendo atención por que no hay nada que me guste.

Estoy a punto de irme, pero en eso veo unos anillos perfectos.
Son de plata, uno de ellos tiene un sol amarillo hermoso y el otro una luna de color azul.

E inevitablemente pienso en Luca, en que sería perfecto que los dos llevemos unos anillos que nos representen, ¿no?

- Señorita.- llamo.

- ¿Sí?- se acerca una mujer joven y rubia.

- ¿Qué costo tienen esos anillos?

- Son por separado, así que cada uno vale doscientos treinta y nueve dólares.- sonríe mientras a mí se me sale el corazón al escuchar el precio.

- Ah.- me trabo.

- Llegue.- dice Daniel.- ¿Qué pasa?

- Nada.

- La señorita me preguntó por el precio de esos dos anillos.

- ¿Te gustan?- me mira.

- Sí, pero están muy caros, mejor vámonos.

- No, puedo comprártelos.- sonríe.

- No hace falta, de verdad.

- Vamos, considéralo un regalo por tu cumpleaños.- sonríe.

- Pero mi cumpleaños esta muy alejado.- me rio.

- No importa.- lo pienso un momento.

- De acuerdo, pero con una condición.- sonríe de lado.

- ¿Cuál es?

- Te pagare.

- No, para nada.

- Sí, al menos la mitad de uno de ellos, ¿qué dices? Es un buen trato.- entrecierra los ojos mientras suspira.

- De acuerdo, trato.- estrechamos las manos.

- Genial, ahora mismo se los envuelvo.- dice la señorita.

- Eres astuta.- se ríe un poco.

- Tal vez.

Una vez que salimos, me dedico a apreciarlos.

- ¿Los dos son para ti?- pregunta Daniel mientras nos dirigimos a la casa.

- El de la luna es mío, el del sol será de Luca, en tres días cumpliremos tres meses juntos.- me rio.

- ¿Qué rápido paso el tiempo no?

- Sí.- sonrío de lado.

🌌🌌🌌

- ¡Me voy!- grito mientras bajo las escaleras.

- ¿A dónde?- pregunta mi madre mientras esta en el comedor.

- A trabajar.

- ¿A trabajar?- frunce el ceño mientras se ríe.- Tú no trabajas.

- Lo sé, pero le debo algo a Daniel.- este se ahoga con su café.

- ¿Qué te debe?- lo mira.

- Le dije que no, pero ella es demasiado inteligente para hacer tratos.

- Déjalo mamá, él me compro dos anillos, así que quiero pagárselos.

- Bueno, ¿y en que trabajaras?

- De niñera, me contrato una pareja que acaba de mudarse aquí.

- Ah, bueno, con cuidado.

- Sí.

Tomo mis cosas y salgo disparada para llegar a tiempo a la casa de la señora... no recuerdo su nombre, sólo su apellido, era Bristol.

Tomo un taxi, y una vez que llego al lugar que me dijeron bajo del auto y suspiro al darme cuenta de que la casa es mucho más grande que la mía.

Tiene un patio bien cuidado, un auto estacionado y algunas cajas afuera.

Me acerco hasta tocar la puerta, una vez que se abre, veo a un hombre alto, cabello negro, ojos azules demasiado intensos, brazos fuertes y con tatuajes.

- ¿Tú quién eres?- dice con su voz grave.

- Merida, soy su niñera.

- ¿Tú?- alza una ceja mientras me examina.

- Sí.

- No puedo creer que Blake haya contratado a alguien así.- habla bajo.

- Bueno, fue ella quien me dio el trabajo, no usted.

- ¿Qué?- me mira.

- ¿A quién debo de cuidar?- trato de arreglar lo que solté hace un momento.

- A mi hijo, se llama Nathaniel, ten cuidado con él.- se hace a un lado mientras entro a su casa, el interior es lindo y acogedor.

Frente a nosotros están las escaleras de madera, a la izquierda la sala con algunos juguetes y un bebé de cabello negro, ojos azules y cuerpo pequeño.

- Es él.- se acerca para tomarlo entre sus brazos.- Es alérgico a la nuez, no dejes que se acerque a las escaleras y no dejes que se meta cosas a la boca.- me señala.

- De acuerdo.

- En unas horas llegara mi esposa, Blake, ya la conociste.

- Sí.- suspiro.

- Bueno, cuídalo mucho, ¿sí?- me lo entrega.

- Claro.- sonrío.- Señor...

- No me digas señor, aún estoy joven.

- Bueno, ¿cómo le digo entonces?

- Alexander.- su mirada me asusta.

- Alexander, el señor joven.- trato de reprimir una risa.

- Me voy.- pone los ojos en blanco.

El señor joven se aleja con pasos apresurados.

- Bueno, pues ahora solo somos tú y yo Nathaniel.- miro al bebé regordete.

El hombre me da mucho miedo, sólo espero hacer bien mi trabajo para que no me mate.

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