Capítulo 19

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Merida

Pronto siento unas manos levantarme y llevarme lejos del lugar, cuando alzo la vista me percato de que Luca me lleva entre sus brazos, su labio esta partido y sangra un poco, su rostro esta serio y su ceño fruncido.

Cuando llegamos al auto, me deposita lentamente en el asiento y después entra en el carro.

Me pone el cinturón y pronto arranca para irnos.

Puedo sentir un dolor punzante en mi mejilla derecha, y sé que si mi madre me ve así me regañara y no me dejara salir por meses.

- Luca.- susurro.

- ¿Sí?

- Mi madre no puede verme así.

- ¿No te llevo a casa?- me mira.

- No... ¿puedo quedarme en la tuya?

- Sí.

- Le diré a mi mamá que me quedaré a dormir con Elissa.

Saco mi teléfono y le mando un mensaje a mi madre y después a la chica por si se le ocurre llamarla y mi amiga sepa qué decir.

Cuando finalizo mi tarea, regreso mi vista al frente y me quedo callada, ya que temo decir algo que lo moleste.

Verlo golpear a alguien más fue como ver a otro Luca, uno en donde no existía la bondad y dominaba la maldad.

Hacemos el recorrido en silencio total hasta que llegamos a su hogar, me desabrocho el cinturón y bajamos para después adentrarnos en su casa.

- No hagas ruido, todos deben de estar dormidos.- susurra mientras me toma de la mano y me guía a su habitación en la oscuridad.

El calor que desprende hace que vuelva a sentirlo, que vuelva a ser el chico que le rompí el tobillo aquella tarde en la escuela.

Cuando llegamos a su cuarto, enciende La Luz y me deja en la cama.

- No te muevas, iré por algo.- sale por la puerta.

Después de unos segundos regresa con un botiquín en las manos, cierra la puerta y toma asiento en la cama frente a mí.

- Quédate quieta, sólo limpiare la herida.- saca gasas y alcohol.

- ¿Qué tal se ve?

- No sé con qué te golpeo pero logró abrirte un poco el pómulo.- lo dice con rabia.

- Con razón me duele.- trato de bromar pero no se ríe.

Me acerca la gasa mojada y con cuidado me la coloca en la mejilla, pero cuando lo hace me quejo porque el ardor se intensifica.

- Lo siento.

- Está bien.

Comienza a limpiarla lentamente hasta que por fin finaliza.

- Ya quedo.

- Tu labio sangra.

- Está bien.- hace un ademan con su mano.

Me quedo en silencio mientras observo como toma otra gasa y se limpia la sangre, lo hace con tanta facilidad, como si ya lo hubiera hecho antes.

- Lo siento.- digo después de un largo silencio.

- ¿Por qué?- frunce el ceño.

- Por arruinarlo, siempre hago eso, nunca obedezco lo que me dicen y hago lo que quiero y no me importan las consecuencias ni nada, es por eso que termine lastimada y tú también, fue mi culpa, si no lo hubiera golpeado en el parque nada de esto habría pasado.- hablo rápido.

- Está bien, eso ya paso.- sonríe un poco.

- ¿No estas enojado?- lo miro.

- No, jamás sería capaz de enfadarme contigo Merida.- me toma de las manos.

Me quedo callada unos segundos hasta que decido preguntar lo que ha estado en mi mente desde que salimos de la fiesta.

- ¿Dónde aprendiste a pelear?- aparta su vista de la mía.

- Es una larga historia.

- Puedes contármela.- espero una respuesta, sin embargo, no contesta, sino que se queda callado mientras su vista esta fija en un punto no especifico.- Bien.

Miro nuestras manos porque no sé qué más hacer, Luca no me quiere decir nada de él y eso me asusta.

¿Y si antes era un psicópata?

¿Y si estaba en la cárcel?

¿Y si...?

- Cuando tenía diez años me entere de que mi padre había engañado a mi madre.- comienza.- En ese entonces vivíamos en Londres, pero cuando mi mamá se entero del engaño nos mudamos aquí, recuerdo oírla llorar cada noche y a mi hermano mayor consolarme porque me sentía terrible.

Escucho atenta a cada una de sus palabras.

- Fue desde ese momento que comenzaron los problemas entre ella y yo.- su voz se escucha triste.- Desde que mi papá se fue ella me tomo rencor porque siempre me parecí a él, los mismos ojos, el mismo cabello café, la misma complexión delgada. Todo, siempre me recordaba que era idéntico y comenzó a culparme por su separación, dejo de quererme y de prestarme atención y en vez de eso se la regalo toda a mi hermano, dijo que era el mejor, que debía de ser como él, y que cada día me parecía más a mi padre. Fue por eso que me pinte el cabello para que así ella dejara de compararme con ese hombre.

Suelta mis manos.

- Yo odiaba que me dijera eso porque no era como él, no era un mentiroso ni un hipócrita, pero al parecer mi madre sí lo creía y me lo recordaba cada que podía. Fue por ese motivo que comencé a asistir a clases de boxeo porque quería liberar la rabia que todos los días me consumía, pero cada vez que hacia eso lastimaba de más a alguien y el entrenador dijo que ya no quería que volviera y me echo del lugar. Me enoje demasiado porque para mí era la única forma de alivianar el dolor. Pero descubrí que no sólo existía esa manera de controlar mi enojo, fue ahí cuando considere la música como mi medicina y mi anestesia, fue ahí cuando dije que estar encerrado en la oscuridad era mucho mejor que lastimar a otros. Y desde ese momento me cerré al mundo y me sumergí en las sombras.

Veo como derrama una lágrima que la limpia rápidamente.

- Esa es la verdad Merida.- me mira.- No soy bueno para ti porque pronto te arrastrare a mi oscuridad y no quiero que el único faro que tengo en mi vida se apague por mi culpa.- se le rompe la voz.

- No digas eso, jamás me alejare de ti.

- ¿Cómo estas tan segura eh?

- Porque lo que me contaste es tu pasado, y yo no me enamore de tus errores, sino me enamore de lo que eres ahora. Ya no eres ese chico que le gusta lastimar a los demás, sino eres todos lo contrario. Y me gustas así, con todo y tu oscuridad.

- ¿Sí?- me acerco a él hasta sentarme en su regazo.

- Claro que sí...- susurro.- A veces necesitamos un poco de luz en nuestras vidas, ¿no?

- Tú eres mi luz.

- Y tú mi oscuridad.

Junta nuestros labios en un beso tierno y calmoso, sus manos suben hasta tocar mis caderas y pegarme a su cuerpo sintiendo su calor.

- Eres mi sol Merida.- dice mientras nos separamos.

No digo nada porque no tengo palabras para describir lo que siento en mi interior, es como una explosión de emociones que pelean para ver quién es la ganadora.

- Vayamos a dormir.- toma un pedazo de mechón y lo deja tras mi oreja.

- Sí.

Pronto los dos nos acurrucamos en su cama con las sabanas rozándonos la piel, con el silencio invadiendo el lugar y con las estrellas pegadas en la pared dando un poco de iluminación al cuarto.

Eclipse Donde viven las historias. Descúbrelo ahora