𝑲𝒐𝒓𝒐𝒍𝒆𝒗𝒂 𝒗𝒆𝒅'𝒎

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🏯Pequeño Palacio, Os Alta, Ravka Oriental🏯

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🏯Pequeño Palacio, Os Alta, Ravka Oriental🏯

Pov  Alina

La mañana siguiente, me dolía tanto el cuerpo que apenas logré salir de la cama, pero me levanté y volví a repetirlo todo otra vez. Y otra. Y otra. Cada día era peor y más frustrante que el anterior, pero no me detuve. No podía. Ya no era cartógrafa, y si no lograba convertirme en Grisha, ¿qué sería de mí?.

Pensé en las palabras del Oscuro aquella noche bajo el techo roto. Tú eres el primer atisbo de esperanza que he tenido en mucho tiempo.
Creía que yo era la Invocadora del Sol. Creía que podía ayudarlo a destruir la Sombra. Y si podía, ningún soldado, mercader o rastreador tendría que volver a cruzar el Nocéano jamás.

Pero, según se arrastraban los días, la idea comenzó a parecerme más y más absurda.
Pasaba largas horas en la cabaña de Baghra, aprendiendo ejercicios de respiración y manteniendo dolorosas posturas que supuestamente debían ayudarme con la concentración. Me dio libros para leer, tés para beber, y muchos golpes con su bastón, pero nada ayudaba.

Cuando pensaba que las cosas no podían ir peor, lo hicieron. Estaba desayunando en la sala abovedada cuando las puertas principales se abrieron de golpe y entró un grupo de Grisha desconocidos. No les presté mucha atención. Los Grisha al servicio del Oscuro siempre iban y venían por el Pequeño Palacio, a veces para recuperarse de las heridas recibidas en los frentes del norte o del sur, y a veces para ir a otras misiones.

Entonces, Nadia jadeó.

—Oh, no —gimió Marie.

Levanté la mirada y el estómago me dio un vuelco al reconocer a la chica de pelo negro que había encontrado a Mal tan fascinante en Kribirsk.

—¿Quién es? —susurré, observándola deslizarse entre los otros Grisha, saludando, mientras su aguda risa reverberaba en la bóveda dorada.

—Zoya —murmuró Marie—. Estaba un año por delante de nosotras en la escuela, y era horrible.

—Piensa que es mejor que nadie —añadió Nadia

Alcé las cejas. Si el pecado de Zoya era el esnobismo, Marie y Nadia no tenían ningún derecho a juzgarla. Marie suspiró.

—Lo peor es que tiene algo de razón. Es una Vendaval increíblemente poderosa, una gran luchadora, y mírala.

Me fijé en los bordados plateados de los puños de Zoya, la brillante perfección de su cabello negro, sus grandes ojos cafés enmarcados por pestañas imposiblemente largas. Era casi tan hermosa como Katya o Genya. Pensé en Mal y sentí una punzada de puros celos. Pero después me di cuenta de que Zoya había estado en la Sombra. Si Mal y ella habían... Bueno, quizás ella supiera si él seguía allí, si estaba bien. Aparté mi plato. La idea de preguntarle a Zoya sobre Mal me provocaba náuseas.

Como si pudiera sentir mi mirada, Zoya se fue desde donde estaba hablando con unos pasmados Corporalki y se deslizó hasta la mesa de los Invocadores.

—¡Marie! ¡Nadia! ¿Cómo estáis?

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