𝒌𝒐𝒓𝒐𝒍' 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒚

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Pov Alina

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Pov Alina

Llevaba dos semanas en Cofton y seguía perdiéndome. La ciudad estaba en el interior, al oeste de la costa de Novyi Zem, a kilómetros de distancia del puerto en el que desembarcamos. Pronto nos alejaríamos más, a las regiones agrestes de la frontera de Zemeni. Tal vez entonces comenzaríamos a sentirnos a salvo.

Con un suspiro de alivio, llegué hasta la calle principal de la ciudad. Al menos ya sabía dónde me encontraba. Cofton todavía no me parecía real. Daba la sensación de ser algo crudo, sin terminar.

Mientras pasaba junto a una tienda de ginebra, vi un destello de color carmesí por el rabillo del ojo. Corporalki. Retrocedí al instante y me escondí en el espacio en sombras que había entre dos edificios, con el corazón latiéndome con fuerza y colocando la mano sobre la pistola que llevaba en la cadera.

Primero la daga, me recordé, haciendo que se deslizara desde debajo de mi manga. Procura no llamar la atención. La pistola solo si es necesario. El poder como último recurso. Eché de menos los guantes fabricados por los Hacedores que había dejado atrás en Ravka, y no era la primera vez.

Esperé con la mano en el mango de la daga, y finalmente me atreví a echar un vistazo al otro lado de la pared. Vi un carro con una montaña de barriles. El conductor se había detenido para hablar con una mujer cuya hija bailoteaba con impaciencia junto a ella, revoloteando y dando piruetas con su vestido de un rojo oscuro.

Solté un gran suspiro de alivio, llevé mi mirada al suelo, encontrándome con un papel con la cara pintada de Vasily y Katya...estaba viva, había encontrado la forma de salir de la Sombra e iba a casarse en un par de días.

Volví a la calle abarrotada y me ajusté la bufanda que llevaba al cuello, apretándola más.

Era fácil enterarse de noticias en Novyi Zem, pero ninguna era buena. Había rumores de que el Oscuro había sobrevivido a la batalla en la Sombra de algún modo, de que se había recluido para reunir fuerzas antes de intentar hacerse de nuevo con el trono de Ravka. Habría preferido creer que era del todo imposible, pero lo conocía lo suficiente como para no subestimarlo. Las otras historias resultaban igual de inquietantes: que la Sombra había comenzado inundar las costas, llevando a los refugiados al este y al oeste; que había surgido un culto alrededor de unas Santas que podían invocar el sol. No quería pensar en ello. Mal y yo teníamos una nueva vida ahora. Habíamos dejado atrás Ravka

Me apresuré, y no tardé en llegar a la plaza donde Mal y yo nos encontrábamos cada tarde. Lo distinguí recostado contra el borde de una fuente, hablando con un amigo zemeni que había conocido trabajando en el almacén.

Hablamos un poco más, pero sabía que Mal notaba que comenzaba a ponerme nerviosa. No me gustaba estar en público durante tanto tiempo. Nos despedimos.

Él me arrastró bajo la sombra de un toldo. Tuve un momento de pánico al pensar que había avistado problemas, pero entonces me rodeó con los brazos y presionó sus labios contra los míos. Cuando finalmente se apartó, notaba mis mejillas cálidas y mis piernas temblorosas.

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