𝒏𝒐 𝒑𝒐𝒘𝒆𝒓 𝒐𝒇 𝒎𝒚 𝒐𝒘𝒏

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Pov Alina

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Pov Alina

Cuando salimos a la mañana siguiente, el sol relucía sobre un mundo cubierto de blanco. Tan al norte, la nieve era común bien avanzada la primavera, pero era difícil no pensar que aquel tiempo formaba parte de nuestra mala suerte. Mal echó un vistazo a la prístina extensión del prado y sacudió la cabeza con fastidio. No tenía que preguntarle lo que pensaba. Si la manada había estado cerca, cualquier señal que hubieran dejado estaría cubierta por la nieve. Pero nosotros dejaríamos suficientes señales como para que cualquiera las siguiera.

Alrededor de la puesta de sol, salimos de los árboles a un pequeño claro donde la nieve se apilaba en perfectas y pesadas montañitas que centelleaban bajo la débil luz. Nos internamos en la quietud, y la nieve amortiguó nuestras pisadas. Era tarde. Sabía que deberíamos estar acampando, buscando refugio. Sin embargo, nos quedamos allí en silencio, con las manos unidas, observando cómo el día desaparecía.

—¿Alina? —dijo quedamente—. Lo siento. Lo que dije esa noche en el Pequeño Palacio.

—Yo también lo siento.

—Y también siento todo lo demás.

Le apreté la mano.

—Ya sabía que no teníamos muchas posibilidades de encontrar al ciervo.

—No —replicó, desviando la mirada—. No, no me refiero a eso. Yo... Cuando vine a por ti, pensaba que lo hacía porque me habías salvado la vida, porque te debía algo.

Mi corazón dio un vuelco. La idea de que Mal hubiera ido detrás de mí para pagar alguna clase de deuda imaginaria era más dolorosa de lo que había esperado.

—¿Y ahora?

—Ahora no sé qué pensar. Solo sé que todo es diferente.

Mi corazón dio otro vuelco desagradable.

—Lo sé —susurré.

—Yo te echaba de menos cada hora. Y, ¿sabes qué fue lo peor? Me pilló completamente por sorpresa. A veces me descubría buscándote, sin ninguna razón, solo por hábito, porque había visto algo que quería contarte, o porque quería oír tu voz. Y entonces me daba cuenta de que ya no estabas ahí, y cada vez, absolutamente cada vez, era como quedarme sin aliento. He arriesgado mi vida por ti. He recorrido a pie media Ravka por ti, y lo haría otra vez, y otra, y otra, solo para estar contigo, solo para morirme de hambre contigo, y congelarme contigo, y oírte quejarte del queso cada día. Así que no me digas que no encajas conmigo —añadió fieramente. Estaba muy cerca, y de pronto el corazón comenzó a latirme con fuerza en el pecho—. Siento que me costara tanto tiempo verte, Alina. Pero ahora te veo.

Bajó la cabeza, y sentí sus labios en los míos. El mundo pareció quedarse en silencio, y solo fui consciente de la sensación de su mano sobre la mía mientras me hacía acercarme más a él. Y luego el recuerdo de Katya en el jardín con Mal.

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