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⛺Campamento cercano a la Sombra, Kribirsk Ravka Oriental⛺️
Pov Alina
Unos guardias llevaron a Mal hasta una de las tiendas, lo empujaron al interior y entraron tras él. Traté de captar su mirada, pero desapareció demasiado rápido.
Iván me arrastró a través del campamento hasta otra tienda y me dio un empujón. Dentro, vi varios sacos de dormir extendidos. Me empujó hacia delante e hizo una señal hacia el poste que había en el centro de la tienda.
—Siéntate —ordenó. Me senté de espaldas al poste, e Iván me ató a él, amarrando mis manos tras mi espalda e inmovilizando mis tobillos—¿Cómoda?
—Sabes lo que planean hacer, Iván.
—Planean traernos la paz.
—¿A qué precio? —pregunté con desesperación—Sabes que esto es una locura.
—¿Sabías que tuve dos hermanos? —preguntó abruptamente. La familiar arrogancia había desaparecido de su hermoso rostro—. Por supuesto que no. No nacieron Grisha. Eran soldados, y ambos murieron luchando en las guerras del Rey. Al igual que mi padre. Al igual que mi tío.
—Lo siento.
—Sí, todo el mundo lo siente. El Rey lo siente. La Reina lo siente. Yo lo siento. La princesa también lo siente, pero diferencia fue que a ella le importó, estuvo ahí siempre para todos, y ahora ella y el Oscuro van a hacer algo al respecto.
—No tiene por qué ser así, Iván. Mi poder puede utilizarse para destruir la Sombra.
Él sacudió la cabeza.
—El Oscuro sabe lo que tiene que hacer.
—¡Nunca se detendrá! Ya lo sabes. No cuando haya probado esa clase de poder. Yo soy quien lleva el collar ahora. Pero, con el tiempo, serán todos ustedes. Y no habrá nada ni nadie que sea lo bastante fuerte como para interponerse en su camino.
Un músculo se movió en la mandíbula de Iván.
—Sigue hablando de traición y te amordazaré —advirtió y, sin más palabra, salió a zancadas de la tienda.
Me quedé sentada y despierta en la oscuridad, observando la parpadeante luz del fuego jugar sobre las paredes de lona de la tienda. Sentía el peso del collar contra mi cuello, y mis manos atadas me picaban por las ganas de arañarlo.
Aquella noche soñé con el ciervo. Vi al Oscuro rajándole la garganta una y otra vez. Vi la vida desaparecer de sus ojos oscuros. Pero, al bajar la mirada, era mi sangre la que se derramaba, roja sobre la nieve. Con un jadeo, me desperté entre los sonidos del campamento cobrando vida a mi alrededor. La entrada de la tienda se abrió y apareció una Mortificadora. Cortó mis ataduras y me obligó a levantarme. Mi cuerpo rechinó en señal de protesta, rígido de haber pasado la noche sentada en esa posición