𝒂𝒏𝒈𝒆𝒍 𝒏𝒂 𝒌𝒓𝒚𝒍'𝒚𝒂𝒌𝒉

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🏯Pequeño Palacio, Os Alta, Ravka Oriental🏯

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🏯Pequeño Palacio, Os Alta, Ravka Oriental🏯

Pov Alina
Fue un completo desastre. Cuando Baghra me agarró la muñeca con su mano huesuda, me di cuenta al instante de que era un amplificadora, como el Oscuro. Sentí la misma sacudida de seguridad que me inundaba, y la luz estalló en la habitación, brillando sobre las paredes de piedra de la cabaña. Pero, cuando me liberó y me dijo que invocara el poder por mi cuenta, fue inútil. Me riñó, me animó, y una vez incluso me golpeó con su bastón.

—¿Qué se supone que tengo que hacer con una chica que no puede invocar su propio poder? —gruñó—. Hasta los niños pueden hacer eso.
Deslizó su mano nuevamente hasta mi muñeca, y sentí esa cosa dentro de mí que se alzaba, forcejeando por salir a la superficie.

Accedí a ella, la abracé, para asegurarme de que podía sentirla. Después Baghra me soltó y el poder se me escapó de entre las manos, hundiéndose como una roca. Finalmente, la mujer me echó con un gesto asqueado de la mano.

El día no mejoró. Me pasé el resto de la mañana en la biblioteca, donde me dieron una enorme pila de libros sobre teoría e historia Grisha, y me informaron de que solo era una fracción de lo que tenía que leer. Durante el almuerzo busqué a Genya, pero no la encontraba por ningún sitio. Me senté en la mesa de los Invocadores, y enseguida se abalanzaron sobre mí.

Picoteé de mi plato mientras Marie y Nadia me atosigaban a preguntas sobre mi primera lección, dónde estaba mi habitación, si quería ir con ellas a la banya aquella noche. Cuando se dieron cuenta de que no iban a sacarme demasiado, se giraron hacia los otros Etherealki para hablar sobre sus clases.

Mientras yo sufría con Baghra, los otros Grisha estudiaban teoría avanzada, idiomas y estrategia militar. Aparentemente, todo eso era para prepararlos para cuando abandonaran el Pequeño Palacio el siguiente verano. La mayoría viajarían hasta la Sombra o a los frentes del norte o del sur para asumir posiciones de mando en el Segundo Ejército.

Pero el mayor honor era que te pidieran viajar con el Oscuro, como hacía Iván.
Hice lo que pude por prestar atención, pero mi mente no dejaba de volver a la desastrosa clase con Baghra.

En un momento dado me di cuenta de que Marie debía de haberme preguntado algo, porque tanto ella como Nadia me estaban mirando.

—Lo siento, ¿qué?

Intercambiaron una mirada.

—¿Quieres venir con nosotras a los establos? —preguntó Marie—. ¿Para el entrenamiento de combate?

¿Entrenamiento de combate? Miré el horario que me había dado Genya.

Tras el almuerzo, estaban las palabras «Entrenamiento de combate, Botkin, Establos occidentales». Así que ese día aún podía ir a peor.

—Claro —acepté aturdida, y me levanté con ellas. Los sirvientes se apresuraron a apartarnos las sillas y retirar los platos. Dudaba que alguna vez fuera a acostumbrarme a que me sirvieran así.

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