¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Abrí mis ojos ante la sorpresa frente a mí.
Él también tuvo la misma reacción de sorpresa, pero no sabría decir si fue por verme en el mismo lugar que él y sus acompañantes o por mi lastimado estado.
De todos los días para que una búsqueda saliera mal y terminara bajo mil piedras de diversos tamaños, para luego lograr escapar y salir con vida antes de morir ahogada, debía ser justo hoy donde me encuentro con la persona que intentó robar mi licencia hace un par de días.
Sacudí mi cabeza fingiendo demencia y caminé por su costado ignorándolo a él, para saludar con una reverencia de cabeza a la persona del recibidor que me dedico una confundida mirada al verme llegar en un peor estado que los días anteriores.
– ¿Puedes pedirle a alguien que me lleve la cena a mi habitación? – él asintió anotándolo en su libreta. – Gracias.
Subí a mi habitación, siendo seguida por los pares de ojos a medida que subía por las escaleras para encerrarme en seguida en mi lugar y así despojarme de mi rasgada ropa para dirigirme al baño y darme una merecida ducha.
No sé cuánta cantidad de tierra y polvo consumir bajo esas piedras, pero tengo la sensación arenosa en el interior de mi boca, no importó cuantas veces intenté limpiarme con mi propia saliva y escupirla, pues aún mantenía esa sensación.
Tuve que enjuagarme por alrededor de tres veces con jabón para así lograr quitarme de encima la densa capa de tierra que cubría mi cuerpo. Con mi cabello sucedió algo similar solo que con shampoo, por lo que tuve que usar una cantidad considerable de bálsamo para que no se me resecara.
Me coloqué una camiseta holgada la cual me cubría hasta unos dedos sobre las rodillas y unos shorts cortos deportivos, últimamente este es mi pijama favorito tras mis jornadas de búsqueda, además de la amada liberación del sostén al terminar el día.
Limpié mis herramientas y dejé remojando la ropa sucia para colgarla en el interior del baño, ya que no hay lavandería ni mucho menos un lugar seguro donde colgar mi ropa sin que esté a la vista de los demás.
Sacudí mi bolso de la tierra y lo dejé en el suelo junto a mis vestimentas para el día de mañana.
Mi puerta fue golpeada tres veces y me levanté rápido de la cama esperando que sea mi cena, porque mi estomago ya está comenzando a rugir ante la ausencia de comida.
Al abrir mi puerta me encontré con mi cena, pero no fue traída por el chico del hostal, si no que por Bäel quien también cargaba consigo otra bandeja con comida en su otra mano.
¿Cómo logró golpear la puerta?
– ¿Sí? – pregunté antes de dar por hecho de que esa fuese mi cena.
– Traje tu cena. – alzó uno de sus brazos con mi bandeja. – Me tomé la molestia de traerla yo, en vista de que somos vecinos. – con su cabeza señaló la puerta de al lado.
