¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mi pecho subía y bajaba, como si fuera una bomba de aire. La mitad inferior de mi rostro estaba cubierto por una mascarilla de tela negra, la cual usábamos para trabajar. Mis piernas corrían de manera automática debido a la adrenalina. A esto súmenle que vamos corriendo cuesta abajo desde el volcán en el que nos encontrábamos.
La presión de la altura tenía tapados mis oídos, lo que me dificultaba entender los gritos de mis dos hermanos, Harlen y Hotaru, esto en conjunto de los alaridos chillidos del ave que nos perseguía no ayudaban mucho. Dirigí mi mirada a Maggie quién iba de las última corriendo.
¿Cómo llegamos a este punto? Bueno, Harlen creyó que sería buena idea comerse a uno de los gigantes polluelos que encontramos en la cima del volcán. La, gigantesca, casi exorbitante, mamá pájaro, no tardó en llegar y encontrarse con la masacre de uno de sus bebés. Ahora corremos por nuestras vidas mientras ella vuela por detrás intentando cazarnos, yo no participe de aquella cena, pero aquí estoy pagando las consecuencias de ser una cómplice.
Hasta ahora hemos corrido con suerte, es de noche y al parecer esa ave no tiene visión nocturna, ¿Suerte o bendición? No lo sé, no puedo concentrarme en buscar una solución, Hotaru agitaba su katana por los aires ahuyentando al ave y Harlen le lanzaba sus flechas de nen, pero el cuerpo de aquella ave era como un duro caparazón, con suerte lograba provocarle un rayón.
Maggie formaba bolas con su aura y se las lanzaba.
Usar mi habilidad no era la mejor opción, ya que gracias a la poca luz de la luna que se colaba entre las nubes podía vislumbrar a mis hermanos y no quería darles o provocar una separación.
Maldito seas Harlen, maldito seas tú y tu maldito estomago que no pudo esperar un día más.
Abrí mis ojos cuando un risco apareció en mi campo de visión.
- ¡Deténganse! - grité aleteando con mis brazos. - ¡Ahora!
- ¡¿Qué?! - gritó Harlen haciéndome señas con sus manos.
- ¡Que se detengan! - volví a gritar.
Estampé mis pies contra el suelo, aun así, debido a la velocidad y la humedad comencé a deslizarme, cada vez veía más cerca el risco y ninguno de mis tres hermanos se detenía o frenaba.
- ¡Deténganse! - gritó Hotaru abriendo sus ojos, él finalmente logró ver el risco frente a nosotros. - ¡Deténganse!
- ¿¡Qué?! - repitió esta vez Maggie.
Malditos sordos, los tendré que llevar al médico para que revisen la audición de este par de vejetes.
Los gritos del ave aumentaron a medida que Hotaru y yo seguíamos advirtiendo.
Mi velocidad se estaba al fin comenzando a reducir y estampé fuertemente mi puño en el suelo, enterrándolo en este para detenerme, esta vez sí podía hacerlo sin perder mi brazo en el intento.
