004. Nadie se resiste a Belial

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Nadie se resiste a Belial

NYX

No hay nadie dentro de mi cabeza

Es solo mi consciencia

La primera vez que escuchó una voz en su cabeza creyó que se trataba de su consciencia, de la culpa manifestando lo mal que se sentía por estar huyendo de casa.

Casi pudo abandonar la vida que tanto tiempo estuvo protegiendo. Habría dejado Heldel y comenzaría de nuevo en alguna ciudad lejana, no quería que alguien lo reconociera si se quedaba en un pueblo cercano.

Le dio mil vueltas al asunto, a sabiendas de que entre las sombras que se creaban en las esquinas de la habitación, en la profundidad del espejo o más allá del cristal del ventanal, había algo acechando, alguien que lo observó desde que hizo ese vergonzoso desfile al cuarto adjunto al despacho de su padre, y cuando iba de regreso a su habitación al terminar.

Acostarse en la cama fue una tortura más a la que se enfrentó, necesitaría energía al día siguiente y se sentía cansado. Hizo lo mejor que pudo cuidando de sí mismo, cerró las cortinas del ventanal —para al menos dificultarle el trabajo a esa criatura fisgona— y terminó durmiendo hasta que la alarma sonó al cuarto para las siete.

—Eres un estúpido —fue directo al baño nada más despertar, tomó una ducha y usó las primeras prendas que encontró. Al volver al dormitorio se encontró con el motivo de su paranoia nocturna sentado sobre la cama y con la mirada tan radiante que casi le resultó insultante, considerando la miseria por la que él estaba pasando.

Belial, el príncipe demonio que lo torturó hasta que la nariz le sangró y casi le quemó el cerebro lo acompañaba esa mañana como si fuera lo más natural del mundo.

— ¿Qué haces aquí? ¿Los demonios no tienen más cosas que hacer además de atormentar personas? —lo más sencillo era fingir que no le afectaba para nada la presencia de Belial en su habitación.

Del clóset tomó un suéter y se lo pasó por encima de la cabeza, a pesar de no ser fanático de la escuela, si no estudiaba debía quedarse en casa y nada odiaba más que pasar tiempo con su familia.

—Tengo tiempo de sobra para atormentarte a ti y luego ocuparme de mis asuntos —no pudo girar la manija de la puerta, mucho menos tirar de ella. Podía sentir a Belial a sus espaldas, aun sin que le hablara—. Vine porque me desharé de ti antes de que supongas un problema.

—Fue culpa tuya por no dejar que escapara anoche, ¿por qué iba yo a ser un problema? —girarse significaba enfrentarse a algo peor que el castigo que obtuvo por intentar irse de Heldel. Permaneció inmóvil y al mismo tiempo dispuesto a echar a correr a todos lados dentro de la estancia con tal de no dejar que Belial lo atrapara.

Una ofrenda temerosa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora