013. Petrificado

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Petrificado

ASTER

Si de algo estaba convencido, era que fue secuestrado por murciélagos gigantes con grotescos colmillos y ojos amarillos. Habría preferido perder la consciencia y no ver cómo era arrastrado por extrañas criaturas en medio de la oscuridad a un lugar que era demasiado pequeño angosto como para permitirle respirar con normalidad.

Al principio creyó que Heller no hizo nada para salvarlo, que el demonio dejó que se lo llevaran porque estaba harto de él. Simplemente porque él no significaba nada para Heller.

Debió tratarse del secuestro más corto de la historia.

Solo que quien fue a su rescate no era Heller, el rey de los demonios, sino Belial.

¿Qué clase de trato tendría Heller que pactar para hacer que Belial lo obedeciera?

Desde que se conocieron la noche en que él y Nyx huyeron de la ciudad, no estuvo a solas con Belial hasta ese momento. El demonio pelinegro no parecía complacido con la idea de ayudar a un humano, mucho menos a él.

—Si me causas problemas te corto el cuello y finjo que resbalaste —lo amenazó antes de subirlo a su espalda y acabar con la existencia de las dos criaturas de ojos brillantes que lo encadenaron a una roca.

Vio a Belial romper el metal de las cadenas como si se tratara de un fino listón, luego tomarlo a él y sacarlos a ambos de ahí. Dejaron atrás los gritos lastimeros de las criaturas antes de ser consumidos por las llamaradas de fuego que Belial dejaba.

En el futuro recordaría no meterse en el camino de ese demonio. Era diferente a Heller. Desde la tarde anterior cuando Heller pretendió ser el sobrino del sacerdote de la ciudad él notó el cambio en el demonio.

Algo era diferente en la manera en que lo trataba.

No sabía si era bueno o malo, pero estaba seguro de que corría más peligro permaneciendo con Belial que con Heller.

«O con cualquier otra criatura»

Temía por Nyx. Su mejor amigo estaba a merced de un demonio que no respetaba a su propio rey. Heller era superior a Belial, al menos en cuanto al cargo que desempeñaban.

— ¿Acaso comer algo alguna vez? Es como si no llevara nada —dijo el demonio antes de permitirle bajar.

Reconoció el lugar en el que estaban. Su madre lo llevó una vez cuando recién llegaron a Heldel. La construcción del nuevo cine. Era un excelente lugar para mantener a alguien cautivo, donde ningún habitante entraba ni por error, más debido a las ratas y el lodo que otra cosa.

Belial se alejó de él y golpeó la reja de la entrada al estacionamiento, el metal salió volando y aterrizó sobre el techo de la fachada del lugar.

Una ofrenda temerosa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora