EXTRA 3. También condenado

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En los últimos capítulos conocimos a Azazel, pero ¿de verdad Lucifer lo devolvió al infierno sin ningún otro castigo?

En este extra conocemos a otro condenado, un demonio misterioso que formó parte de Una ofrenda temerosa y ahora...

En este extra conocemos a otro condenado, un demonio misterioso que formó parte de Una ofrenda temerosa y ahora

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También condenado

AZAZEL

No temía a la furia de Lucifer. No después de que este violara la regla no escrita más importante e inquebrantable de los demonios; estaba prohibido enamorarse de un humano.

Y el rey del infierno no solo se enamoró de uno, sino que lo llevó consigo y poseyó su alma de tal manera, que recreó una de las baladas demoníacas más magníficas del infierno; la pasión de Lucifer. Su Lilith estaba de vuelta en casa, con un trono y un palacio para el débil e inocente chico en el que se encarnaba.

¿A él que le quedaba? 

Astaroth, su hermano, había sido destruido para otorgarle su poder a un inservible humano al que ningún demonio le debía nada. Lo que él intentó fue regresar todo a la normalidad, devolver a Astaroth al infierno y destruir todo lazo existente entre los humanos y los demonios para siempre, y como siempre había sido. 

Si Lucifer no estuviera más preocupado por su Lilith reencarnada en un humano, otro destino le habría esperado también a él, y ahora estaba condenado. Por meses lo persiguió la molesta y tormentosa voz de Heller, se negó a aceptarlo y permaneció en el limbo hasta que la necesidad de alimentarse pudo con él.

Odiaba el mundo humano, a las criaturas en él y odiaba parecer uno de ellos. Pero sobre todo odiaba tener que fingir que no quería arrancarles la cabeza a todos para ver lo que haría el infierno sin una tierra a la cual perturbar.

Con Nyx Mane casi pudo completar el ritual, no hacía falta más que una palabra para salirse con la suya. Tal vez aun sería uno de los príncipes regentes del infierno, y no tendría que obedecer al maldito demonio que denigró a los suyos convirtiendo a su puta en el ser intocable como lo pintaba ante todos.

«Te condeno a permanecer en la tierra hasta que te adueñes de la única alma a la que no desees hacerle daño»

Prefería ya reírse a gritar lleno de rabia por lo que esas simples y patéticas palabras significaban. No solo tendría que permanecer rodeado de las criaturas que lo asqueaban, sino que debía adueñarse de un alma a la que no quisiera hacerle daño. 

Podía engañar al infierno, a Heller y a sí mismo, pero no engañaría al deseo de proteger algo que ni siquiera existía. Su orgullo, su poder y su existencia estaban en juego.

«Y entonces tú mismo decidirás si te quedas como mortal y permaneces a su lado, o regresas y reclamas tu corona como príncipe del infierno»

Había pensado en todos los escenarios y las posibilidades de esa maldita condena, pero todas involucraban a los humanos o perderse a sí mismo. Y de eso se trataba el castigo que el rey de los demonios le impuso. 

Una ofrenda temerosa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora