033. Había una vez...

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Había una vez...

HELLER

Su nombre fue llamado en la Tierra e hizo una de las pocas excepciones que se podía permitir la más oscura de las criaturas. No se manifestó de la manera que esos humanos esperaban, pese a la cantidad de ofrendas que reunieron para su malignidad esa madrugada.

No era la primera vez que los seres humanos ansiaban más de lo que poseían, que estaban dispuestos a desafiar al que llamaban su Creador, su Señor.

A él lo convocaron, fue aclamado y se dignó a prestar atención a un grupo en particular, uno que llamó a su siervo y solicitó un poder que, mientras que para él no significaba más que un gramo de carbón, en manos de un humano significaba la gloria, una inmortalidad oscura colmada de fuerza sobrenatural igual de perversa.

Decidió que su ofrenda no la cobraría esa madrugada, no era problema suyo, el alma ya le pertenecía, pero en ese momento el rey de las tinieblas no tenía interés en capturarla, prefería esperar, era mejor que los humanos no supieran nada, que estuvieran siempre atentos, que no pudieran permanecer tranquilos hasta que él finalmente regresara por lo que le pertenecía.

Pero como tan fácil era olvidar una fecha o un día de todas las eternidades existidas y por existir, su mente terminó por dejar su ofrenda pendiente en algún recóndito lugar de su mente.

Hasta que se encontró cara a cara con el alma que por balance universal le pertenecía.

Aster Hayes era suyo desde incluso antes de nacer. Su alma y su carne no eran más que un pequeño precio que compensaba la magnificencia de un obsequio dado por sus propias garras.

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La molesta respiración de Nyx Mane estaba por sacar de quicio a su ya de por sí fastidiada mente. ¿Por qué siguiera iba a cumplir la petición de Aster?

Podía tomar el alma del chico de ojos azules, permitir que Belial incendiara toda la ciudad y regresar a su oscura corona si así lo quería, y nada ni nadie podría detenerlo entonces.

«Ah, cierto, lo hago porque por alguna razón ese chico de ojos azules somete mi voluntad»

Y parte de someter su voluntad era mantener a Nyx a salvo, aunque el humano no le resultara menos despreciable que el resto.

—Camina más rápido —espetó después de unos minutos.

Se habían separado de Belial y Aster hacía casi cien metros. Una parte de él le decía que no debía dejar a Aster con Belial, era el más descontrolado de los demonios y podía ser que para el príncipe del infierno ni siquiera su tonta obsesión por Nyx Mane fuera suficiente para hacerlo pensar razonablemente antes de actuar.

Una ofrenda temerosa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora