012. Demonios inferiores

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Demonios inferiores

HELLER

Al menos por esa noche no intentaría que Belial entrara en razón. Lo conocía bien, tarde o temprano sería la naturaleza de Belial la que lo alejaría de Nyx. Él no tendría que hacer nada, salvo esperar y hacer que todos en esa ciudad supieran de su existencia.

Durante el día lo pensó, eso que tendría que hacer para llamar la atención de los miembros de la iglesia primero.

Buscó a Aster en el salón principal, estaba abarrotado de adolescentes moviéndose y diciendo tantas cosas sin sentido que lograron marearlo. Si el castaño hubiera estado ahí él lo habría encontrado de inmediato. Estaba más que familiarizado con el olor de Aster.

Bajó de un salto del balcón en el que estaba sentado, Aster se debió escabullir al baño en algún momento, ahí fue donde lo encontró. El chico al que estaba ligado se miraba al espejo y se frotaba los ojos con los dedos. Tenía parte del cabello mojado y la cara roja. Él se apresuró a entrar, cerró la puerta al hacerlo y se aseguró de que nadie más estuviera en los baños. No había nadie más que ellos dos.

La mirada de ambos se encontró a través del reflejo del espejo. Aster no dejó de frotarse ahora la parte inferior de los ojos. ¿Tenía sueño?

Fue por él temprano esa mañana, no le dio oportunidad de sentarse a descansar o de tomar el aire. Era un humano, no podía seguirle el paso tan fácilmente.

Una de las notables diferencias entre ellos.

Aster se agotaba con facilidad, necesitaba alimentarse constantemente.

Él, por el contrario, podía sobrevivir meses o hasta años sin necesitar dormir. Consideraba el descanso como un placer del que estaban privados los demonios en el infierno.

Se preguntó si Belial habría dormido alguna vez junto a Nyx. Él durmió con Aster una noche y fue suficiente para que su energía rebosara en su interior.

El menudo chico de pie ante el espejo terminó de frotarse la cara, apagó el grifo y se giró para mirarlo directamente. Era difícil identificar el estado de ánimo que tenía Aster en ese momento. El alcohol le entorpecía los sentidos, después de no hacer otra cosa más que beber durante toda la tarde y lo que iba de la noche.

— ¿Abrumado por mi belleza? —dijo Aster rompiendo el silencio. No se apartó del lavabo, sino que cruzó los brazos sobre su pecho y se recargó en el borde de éste—. No pensaba huir, si por eso has venido a buscarme perdiste el tiempo.

—Te gustaría que así fuera —dijo él y comenzó a avanzar en dirección a Aster, éste se removió, pero no se apartó—. Vine porque tantos humanos juntos me provocaron dolor de cabeza.

Una ofrenda temerosa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora