015. Estúpida noche

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Estúpida noche

BELIAL

No estaba seguro de en qué dirección conducía el auto. Todo en lo que pensaba era en Nyx respirando pesadamente junto a él, en la forma en que las piernas del chico se presionaban de vez en cuando y en la forma en que las venas de su cuello resaltaban.

—Nyx —dijo con un tono más oscuro del que pretendía. Los pensamientos del humano se entremezclaban con los suyos. Era consciente de la emoción que experimentaba Nyx.

— ¿Sí? —tartamudeó la persona a su lado. Desde que arrancó Nyx miró en su dirección ni una sola vez. Estaba nervioso.

—Cada parte de ti me dice que estás nervioso —intentaba distraerlo con sus palabras. Escuchó un bufido. Nyx giró su cuerpo recostado sobre el asiento.

Su cabello estaba revuelto y los mechones le caían en la frente. Sus ojos brillaban intensamente y temía perderse en ellos si los observaba durante mucho tiempo.

Le dijo a Nyx que lo besaría si aguantaba sin tocarlo hasta llegar a casa.

Pero ¿a qué casa se refería?

No podía llevar a Nyx a la casa que compartía con Heller. Si Heller o el inútil amiguito de Nyx se le atravesaban en frente haría mucho más que arrancarles la cabeza.

Le hervía la sangre hasta la cabeza de recordar las lágrimas en el rostro de Nyx. Los planes de la escoria de demonios eran comerse al humano. Al final eran criaturas que carecían de apego hacia otra cosa que no fueran ellos mismos.

Formaban parte de una de sus legiones e iban a la tierra a buscarlo para que volviera a su trono negro a torturar almas y saquear montañas negras. Se habían llevado una sorpresa al oler la esencia de su príncipe en un humano insulso, y perdieron el control de sus instintos cuando vieron la marca de sus legiones en Nyx.

No se arrepentía de haberlo marcado. Así mantendría a Lucifer lejos de ese chico.

—Deja de leer mis pensamientos. ¿Puedes evitar hacerlo?

—No, no puedo —mintió y encendió el reproductor de música. Una canción con ritmo de rock y una letra que él no lograba comprender inundaron el interior del auto.

Sí que podía salir de la cabeza de Nyx. Incluso el chico mismo podía levantar barreras mentales que le impidieran el acceso.

Pero era más divertido atormentar su mente también.

Las luces dentro de la casa de los Mane estaban apagadas. La esposa del jefe debió acostarse a dormir cuando vio que ni su hijastro o su esposo regresaron a casa esa noche.

El jefe estaba demasiado ocupado durmiendo en el piso del hospital junto a una enfermera que osó poner sus manos en el cuerpo de Nyx.

«He permitido que toquen lo que es mío suficientes veces. Basta de indulgencias»

Una ofrenda temerosa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora