025. Promesa de una eternidad

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Promesa de una eternidad

NYX

Las alucinaciones terminaron.

Éstas nunca comenzaron.

Cualquiera de esas opciones, le daba igual cuando tenía a ese demonio de cabello tan oscuro como el alma que lo poseía.

Por más despiadado que Heller pareciera, la realidad era que el rey del infierno lo sacó de ese lugar en el que su padre lo abandonó siete meses atrás.

Tras un par de horas desde que ya no estaba rodeado por las paredes azules y el techo blanco, comprendió que los medicamentos y la falta de alimentos no hicieron más que confundirlo; su mente se debilitó al grado de creer las palabras del sacerdote de mayor rango, de confiar en que tomando esas pastillas se curaría.

Pero no había nada qué curar.

El único mal en su vida siempre fue el odio que su padre sentía hacia él. no había otra manera de llamarle al mal trato que le dio a partir de la muerte de su madre.

«Tienes sus mismos ojos»

«Esa nariz era de ella»

«Ese es su cabello»

Seguido de esas palabras, él ya no recordaba nada, casi siempre se desmayaba antes de que su padre estuviera satisfecho con el castigo que le propiciaba.

La mirada de Belial, las palabras que lo llamaban de regreso, se fundían en lo más profundo de su mente junto a los ojos de Aster, y las propias palabras que su amigo usó cuando lo vio esa mañana.

Creí que mi mejor amigo era un extraño. No permitió que ese chico de su misma edad se acercara a él y lo abrazara como sus brazos, ojos, y todo su cuerpo ansiaban hacerlo.

En cambio, subió corriendo las escaleras y se sentó a los pies de la cama que se suponía compartió con Belial alguna vez. Y lo recordaba bien.

Al menos lo hacía ahora que se había esfumado la cortina de humo que mantuvo aprisionada su racionalidad.

El príncipe de los demonios, tan perfectamente hermoso e imponente como era, conseguía todo lo que quería, y lo que quería al entrar a esa habitación era a él.

No comprendía cómo o por qué, pero Belial lo quería a él, había regresado a la tierra, lugar que lo aburría y donde habitaban las criaturas que tanto aborrecía, y lo hizo por él, un chico débil que hizo un último intento por darle a su padre una lección; una que no le permitiría acercarse a él de nuevo, que lo asustara tanto como para reflexionar sobre sus acciones.

Lucifer, ese fue el demonio que acudió al llamado que él y Aster hicieron. Se prepararon desde meses antes, no fue una decisión sencilla, y esperaron hasta el cumpleaños de su amigo, puesto que era la única noche en que la madre de Aster se distraía tanto como para no echarlo de menos.

Una ofrenda temerosa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora