008. Molestia y confusión

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Molestia y confusión

HELLER

¿Aster no podía dejar de pensar tanto?

Lo iban a volver loco todas las preguntas que ese humano se hacía a sí mismo. Suficiente energía le estaba consumiendo mantener al sacerdote y a la madre en ese estado. Convencerlos era la parte más difícil, a partir de ese momento lo verían como el sobrino del sacerdote, más bueno que el pan dulce y con el historial blanco y puro. La única molestia ahí era Aster y ese sentimiento de culpa que le estaba pasando a él.

—Deja de darle tantas vueltas, ninguno sospechará nada —se sentó junto al chico en la mesa del comedor. Aster no tenía hambre y a él se le revolvía el estómago de pensar en que una Hayes como la madre de Aster tocara lo que se iba a meter a la boca.

Terminó saliendo de esa casa antes de que clavara a Aster en una pared y le cociera la boca para que tampoco pudiera decir nada.

«El problema es que escucho sus pensamientos, ¿no?»

Dar con Belial no le supuso demasiado esfuerzo, lo encontró en un lugar que fácilmente pasaría por el agujero en el que realizaba sus orgías en el infierno. El demonio pelinegro estaba sentado en la barra, mientras el mejor amigo de Aster se movía de un lado a otro limpiando mesas y preparando tragos para esa basura del mundo. Cada uno con más perversiones en la cabeza que el otro.

Belial tuvo que saber de su llegada desde que él cruzó el umbral, pero no se molestó en levantarse o mirarlo, sino que se quedó en su lugar, despreocupado y más interesado en molestar a Nyx.

La razón por la que él y Belial necesitaban a Nyx y Aster era por la misma que cuando se invoca a un demonio éste debe tener un cuerpo. Les faltaba energía que en la Tierra no encontrarían, por designios de ese Dios al que en Heldel tanto adoraban. Solo que no era un dato que deseaba informar a Aster, puesto que con ese mismo podían expulsarlos, y no estaba preparado para regresar todavía.

Tenía nuevos objetivos en el mundo humano que quería alcanzar, comenzando por el hecho de que todos en Heldel debían recordar que él era el ser más poderoso, capaz de destruirlos sin pestañear si eso quería. También estaba el asunto de darle el susto de sus vidas (o muertes) a los estúpidos que lo encadenaron en la iglesia.

Por último, el asunto de los Hayes. Belial tenía control total en este punto, dado que era el único de los dos que recordaba en detalle lo ocurrido con esa familia, y si involucraba a Aster y su madre o no.

—Tardaste en despedirte —le canturreó Belial nada más acercarse—. Nyx comienza a aburrirme.

Centró su atención en lo que el chico de ojos verdes hacía del otro lado de la barra. Movía ambas manos en busca de ingredientes que agregaba con demasiada destreza en una licuadora.

Una ofrenda temerosa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora