10|Señorita Tozudez

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Desvié la mirada.

—¿Estás segura? —murmuré contrariado.

Lizzy juntó las cejas, confundida.

—¿Por qué no lo estaría?

—Porque no sabes qué tan rarito soy. Podría nombrarte todas las posibilidades —bromeé, aunque percibí la amargura y la verdad en mi voz.

No me percaté de que mi pecho estaba rígido y mis hombros tensos hasta que estuve bajo el escrutinio de Lizzy. Traté de relajarme, en vano.

Elevó una comisura, burlona.

—Me doy cuenta. Eres el tipo de rarito al que parece caerle mal medio mundo —era cierto—, pero luces como un chico inofensivo, después de todo. —«¿Gracias?»—. Hasta puedo decir que eres un señor fresita, en el fondo.

Le entrecerré los ojos. Quería molestarme, y yo le seguiría el juego.

—Debería torturarte por decirme así —mascullé.

Lizzy levantó la barbilla y rio.

—No lo harías.

La señalé con el dedo y apreté los dientes para no reírme cuando descubrí la diversión en su mirada. Parte de mi tensión se esfumó.

—Encontraré tu punto débil. —No soné tan intimidante como me habría gustado.

—Estoy temblando —se burló.

No se me ocurrió qué responderle. Aplané un borde de la boca, incómodo por el silencio, y me froté la nuca de nuevo.

Pensé en Maddie. Le gustaba y se preocupaba sobremanera por mí, más de lo que yo podía soportar. La quería, pero no le correspondía sus sentimientos, y estaba seguro de que no tenía por qué vivir preocupada por mí y por lo que ocurría con mi familia ni con lo que yo quería dejar salir pero no me animaba. No tenía que arreglarme.

Años después, sabía que algunas de mis piezas aún no encajaban, aunque las forzara, pero...

«Pero tú y tu familia están en un mejor momento», me dije.

Y sí, era pronto para aventurarme a pensar al respecto, pero por Maddie no habría hecho algo como lo que había hecho por Lizzy ni me había preocupado tanto.

Tragué con dificultad.

—¿Estás segura? —reiteré.

Lizzy me observó extrañada.

—¿Por qué siento que me escondes algo?

«Porque tengo un pasado que no me gusta recordar y he hecho cosas de las que me arrepiento».

Jugueteé con el cable de mis auriculares y clavé la mirada detrás de ella, con la mandíbula apretada.

«Tienes que dejar entrar a alguien en tu vida en algún momento y atreverte a experimentar cosas nuevas», mi lado racional volvió a hablar y le di la razón.

Lizzy ya me había mostrado cuán tozuda era. Por eso susurré, todavía contrariado:

—Lo descubrirás con el tiempo.

Intentó ocultar lo satisfecha que estaba por mi respuesta, pero sus labios temblaron.

—Seré paciente, entonces.

Y con el tiempo descubriría que cumpliría con su palabra.

Detalló mi rostro como si quisiera encontrar respuestas en él; pero si algo había perfeccionado con el tiempo fue no reflejar mis emociones con claridad. Ella, en cambio, en ese momento era como un libro abierto. Debería llamarla Señorita Tozudez.

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora