Durante la primera parte de la clase revisé mi celular, de tanto en tanto. La ansiedad comenzó a trepar desde mi estómago y se alojó en mi cabeza. Pensé en un sinfín de escenarios, uno peor que el otro. Por eso le mandé un mensaje a Peter. Seguro estaba tratando de mantener la calma para acompañar a mi madre y a Jessica.
Tras quince minutos eternos, me contestó que el personal del hospital iba a ver a Ethan cada dos horas. Incluso me envió una foto de mi hermano haciéndole una mueca a la «comida insulsa». Reí entre dientes y sentí que se me desprendía momentáneamente un peso de encima. Ethan tenía mejor aspecto que el día anterior, pero me revolvía las entrañas verle un suero al lado de la cama.
Lizzy me vio de reojo, sin dejar de tomar apuntes en su cuaderno. Le eché un vistazo al mío, que estaba sobre mis piernas; apenas había escrito un par de cosas. Lizzy me sonrió de lado y se ofreció a enviarme fotos de sus anotaciones. Le agradecí aliviado.
El profesor avanzó en el temario y llamó al escenario a unos alumnos. No disfruté la clase, como otras veces; mi cabeza no paró de reproducir los acontecimientos del día anterior.
Por suerte, Peter me mantuvo al pendiente de lo que estaba ocurriendo en el hospital. Mamá estaba nerviosa, pero Jess y mi cuñado estaban siendo su roca, y los doctores de Ethan eran buenos en su trabajo.
No me percaté de que la clase había terminado hasta que eché un vistazo hacia el costado, solo porque sí, y vi la sala casi vacía.
Lizzy colocó las manos sobre el cuaderno que estaba sobre su regazo y me vio contrariada.
—Podemos ensayar otro día, Will.
Estuve tentado a aceptarlo, pero sabía que la internación de Ethan se extendería y que los ensayos extras con Lizzy enriquecían los conocimientos de ambos. Aprendíamos juntos y, aparte, me gustaba ayudarla a superar su bloqueo a la hora de tocar el piano.
—Ensayemos ahora —murmuré.
Lizzy asintió poco convencida.
El profesor nos preguntó si nos quedaríamos a practicar y le respondimos que sí. Él se despidió de nosotros y cerró la puerta.
Cuando subimos de nuevo al escenario, volví a experimentar lo que había sentido al recordar el abrazo que nos habíamos dado. El corazón me dio un vuelco y tuve que respirar hondo para recobrar el aire. No lo había vivido con nadie. Nunca había tenido que aferrarme a alguien para que juntara mis piezas rotas, por más perdido que me encontrara.
Lizzy se sentó en el banquillo y colocó las partituras en el atril. Acordamos que en la primera parte del ensayo comprobaríamos cuánto tiempo lograba tocar imaginándose las audiciones, en especial la de Piano, que estaría abierta al público, sin que el miedo la frenara.
Me paré dos metros detrás de ella y abrí el cronómetro de mi celular.
—Ya sabes: cuando el miedo empiece a paralizarte, piensa en tu habitación. Concéntrate en eso cuando sientas que ya no puedes.
Lizzy inhaló y exhaló varias veces. Asentó los dedos sobre las teclas cuando se sintió lista y puse el cronómetro, de inmediato.
Rogué en mi fuero interno que Lizzy lograse avanzar, antes de empezar a caminar de un lado al otro para verla desde todos los ángulos. La escruté, expectante. Técnicamente hablando, la introducción estaba saliéndole muchísimo mejor y su postura había mejorado.
Su pierna izquierda tembló un poco pero, al igual que el lunes de esa semana, tuvo más control sobre ella.
Revisé el cronómetro en mi mano, de tanto en tanto, pero casi no pude despegar la mirada de Lizzy. Tragó con dificultad, un par de veces. Trató de relajar la tensión en sus hombros y se concentró en la posición de sus manos sobre el teclado del piano y la caída sobre ellos. Se notaba que ensayaba cuanto podía, que prestaba atención en clases y que estaba tratando de creer más en sí misma.
En algún momento me detuve y me quedé observándola. Su sonrisa pequeña y sus ojos brillantes se llevaron parte de la pesadez que se había instalado en mi cuerpo desde el día anterior. Me transportó a un universo distinto, a ese en el que ninguno de los dos tenía problemas y éramos personas diferentes.
Me hubiera gustado saber en qué estaba pensando, pero, fuera lo que fuese, me tenía fascinado.
Sin embargo, pronto me desinflé como un globo, pues recordó algo que la sacó de su ensoñación.
Cerré los ojos e imploré que alguna fuerza del universo le permitiera seguir. Había tocado por mucho más tiempo que antes.
Volví a abrir los párpados y la vi conteniendo el aliento. Sus hombros estaban tensos y observaba las teclas del piano, desorientada; apenas tocaba algunas notas, como si no pudiera entender las partituras. No era la primera vez que le pasaba, pero aquello me dejó perplejo.
El ruido estridente que hicieron las teclas cuando dejó de tocar de repente nos sobresaltó a ambos y Lizzy se tapó la boca con las manos.
Aplané los labios y miré de nuevo el cronómetro. Suspiré aliviado y frustrado por igual. Estaba seguro de que si su mente no le hubiese jugado una mala pasada, habría terminado de tocar esa pieza.
El alivio y la impotencia se concentraron en su mirada. Había avanzado, al menos un poco; eso era lo importante.
Me acerqué y apreté su hombro derecho con suavidad.
—Lo hiciste mucho mejor, pequeña hobbit. Casi ibas por la mitad.
Apretó los dientes y meneó la cabeza.
—Puedo hacerlo mejor. —¡Ah, ahí estaba la Señorita Tozudez! El temblor en su voz fue prácticamente inaudible, a pesar de lo frustrada que lucía.
Me senté a su lado y le sonreí. Dudé en agarrar su mano, pero al final me animé, y ejercí un apretoncito amistoso en ella.
—Te felicito, Blackwell. Hoy tuviste un gran avance. ¿Cómo te sientes?
El deje de molestia se esfumó de sus facciones. Esbozó una sonrisa incrédula.
Estaba convencido de que pronto saldría adelante y quería estar a su lado para verlo.
—Sé que estás cerca de lograrlo del todo —auguré—. ¿Y sabes por qué progresaste? Porque trataste de creer más en ti.
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¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)
RomanceWill Gallagher ama la música. Se ha convertido en su refugio después de que un accidente le dejara cicatrices en el alma difíciles de sanar. Ahora una noticia desgarradora amenaza con desbaratar sus sueños y poner en riesgo sus ambiciones. Pero una...