14|Recuperar el amor por la música

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21 de septiembre de 2015.

Me quedé en el estacionamiento del conservatorio, al lado de mi auto. Me froté las manos y protesté mentalmente porque Tyler aún no llegaba. Me había enviado un mensaje avisándome que tenía que decirme algo en persona.

Por fin vi aparecer su coche negro. Lo estacionó y corrió hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja. Me abrazó y logró despegar mis pies del suelo, no sé cómo. Igual fue por unos segundos; mi peso hizo ceder sus brazos, y trastabillé cuando me soltó. Junté las cejas, extrañado por tanta efusividad, más de la que acostumbraba a tener, y agarré mi mochila antes de que se me cayera del hombro.

—¿Qué rayos, Lowell...?

Tyler extendió sus largos y delgados brazos hacia los costados.

—¡Lo hicimos, Gallagher! —exclamó dichoso—. ¡Lost Souls tendrá su primera presentación! El tipo del que tu jefe me habló se contactó conmigo ¡y quiere que toquemos en su bar!

Levanté las cejas y empecé a caminar hacia atrás porque no quería quedarme sin asiento. Miré a Tyler, esperando que me hablara más al respecto, en tanto entrábamos en el conservatorio. ¡Y vaya que lo hizo! La felicidad no le cabía en el pecho mientras me contaba que Richard O'Neill había visto los videos que Tyler le había mandado y consideraba que los chicos tenían talento, así que los invitó a presentarse en noviembre.

Emociones contradictorias hicieron mella en mí. Por supuesto que estaba feliz por mis amigos, pues sabía cuánto trabajaban para hacer buena música, pero...

Recordé el ensayo que habíamos tenido días atrás y me pareció que me aplastaban el pecho.

Aunque una parte de mí ansiaba ser parte de Lost Souls, siempre era vencida por mi lado pesimista y temeroso. Me había acostumbrado a esperar que algo malo ocurriese con Ethan y la tráquea se me cerraba al visualizarme intentando cantar algo de mi autoría.

No me atrevía a tomar grandes riesgos, pero amaba la música. Era lo que me había mantenido más o menos cuerdo todos estos años.

«Necesitamos un segundo guitarrista o un pianista», las palabras de Tyler me quemaron el pecho como si fuesen hierro hirviendo. Me las había dicho hacía meses, y seguía pensando lo mismo.

Estuve a punto de decirle que aceptaría su oferta, pero...

Me quedé callado.

Forcé una sonrisa y lo felicité de corazón por aquel logro. Seguro que sería el primer paso para el éxito de Lost Souls.

De repente, Tyler se detuvo. Hice lo mismo y miré en la misma dirección que él. Lizzy estaba caminando a unos metros.

Estaba acostumbrado a que a Tyler le encantara molestar a los demás, por eso su sonrisa malvada y juguetona no me sorprendió. Lo que sí me asombró fue que le hubiera seguido el juego. Caminamos detrás de ella y exclamamos «¡buh!» al unísono, luego de tocarle la espalda. Lizzy dio un grito ahogado y uno de sus bastones se resbaló en el piso que, la verdad, era patinoso. La agarré del brazo, de inmediato, y recibió mi ayuda porque no le quedó otra. Cuando se estabilizó, nos reclamó por haberla asustado. Aguanté las ganas de reír; se había puesto roja como un tomate y fruncía mucho el ceño, pero también me preocupó que el cansancio estuviese provocándole unas ojeras que no había podido tapar del todo, a pesar de haberse maquillado.

Hasta ese momento no me había percatado de que tenía la estatura de un... hobbit. Bueno, de un enano. Y hasta era tan tozuda, curiosa, amigable —cuando quería— y persistente como las criaturas que Tolkien creó.

Era tan divertido verla cabreada que, cuando Tyler le dijo: «Cálmate que te va a hacer mal, pariente de Taz» —sí, el demonio de Tasmania de los Looney Tunes—, no pude evitar decirle: «Tyler tiene razón, pequeña hobbit». Referirme a ella solo como «hobbit» habría resultado borde y maleducado hasta para mí, pero se lo merecía por haberme llamado señor fresita.

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora