68| En mi vida, en mi piel y en mi mente

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Me costó concentrarme en el camino. No podía dejar de imaginar a Lizzy echando humo por las orejas y roja como un tomate. Eso me causaba gracia, pero también me intimidaba.

Aunque seguro había sido lo suficientemente lista como para haber supuesto que yo le donaría un riñón a Ethan.

La ansiedad me estaba arañando la piel. No quería preocuparla más de lo que ya lo estaba por mí ni que me viera... vulnerable. No quería sentirme expuesto.

Varias veces escuché bocinazos. Gruñí y seguí conduciendo. Mi humor había empezado a empeorar por la inquietud que sentía y la impaciencia de la gente que manejaba.

Me bajé en una tienda y apenas crucé palabras con el empleado. Me entregó la bolsita de gomitas, se las pagué, las agarré y conduje el último tramo del camino, ofuscado.

Entré en alerta al ingresar en la calle donde vivía Lizzy y conduje en automático. Estacioné frente a su casa y me quedé tieso, hasta que me forcé a sacar mi celular de mi tapado. Los dedos me temblaron y me costó un poco respirar mientras abría el chat que tenía con Lizzy.

Entonces, vi que la cortina de la sala se movía. Di un respingo. Lizzy estaba sentada en el sofá, viéndome.

Me metí el móvil en el bolsillo. Salí del coche, alcé la vista al cielo y rogué que Lizzy no quisiera matarme.

Reaccioné cuando escuché que abría la puerta de su casa. Giré y eché a andar hacia ella; Lizzy hizo lo mismo. Nos vimos todo el tiempo. La luz de una farola me mostró la inquietud y la desazón que le adornaba las facciones. Sentí una opresión en la garganta y el cuerpo pesado.

Contuvimos la respiración por un momento y, entonces, la vi ante mí, tan transparente y preocupada...

Lizzy era un puerto seguro al que podía volver cuando lo necesitara, así que la abracé con ansias y ella me envolvió la cintura con una mano, con la misma intensidad. Escondí el rostro en su cuello y me concentré en su aroma, en su calidez y en la seguridad y la paz que me transmitía.

De repente, abrí los ojos de par en par. No sabía cómo, pero se las había apañado para agarrarme demasiado fuerte. Me quejé entre risas bajas.

—Estás intentando asfixiarme, ¿no?

—En realidad, quiero ahorcarte.

Me separé unos centímetros. Le metí un mechón de cabello detrás de la oreja y la vi a los ojos. Pero no pude hacerlo por mucho tiempo, porque la culpa me aguijoneaba el pecho. Desvié la mirada.

—Trataré de explicarte todo —susurré—. Solo... ¿prometes que intentarás comprenderme?

Le costó asentir, estaba rígida, pero no dejó de observarme. Aferró las manos en las maniguetas de los bastones.

—Siempre procuro entenderte, Will.

La empatía en su voz me desarmó. Me animé a verla y tracé círculos en sus mejillas con los pulgares. Esbocé una sonrisa débil.

—Lo sé.

Buscó su mochila, la dejé en el bolsillo trasero de mi auto y nos subimos.

Después de ponerme el cinturón de seguridad, la vi de reojo. Estaba pensativa; también lucía nostálgica.

No sabía qué se le estaba cruzando por la cabeza, pero me percaté de que habíamos vivido demasiadas cosas en solo dos meses. Ella había derribado muchas de mis barreras y me daba la impresión de que yo había logrado lo mismo con ella; pero, sin querer, había vuelto a erigir muros entre nosotros para protegerme, y Lizzy no se lo merecía.

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora