5 de octubre de 2015.
La expectativa se adueñó de mí al ingresar en el corredor en el que sabía que encontraría a Lizzy.
Y sí, allí estaba, varios metros delante de mí, mirando a su alrededor, sigilosa. Reí entre dientes y apresuré el paso. Coloqué una mano en su hombro y le sonreí de lado. Me quité los auriculares de los oídos y me los dejé en el cuello antes de besarle la mejilla.
Ella me contó sobre la universidad y algunas cosas sobre Filología que no entendí, solo los nombres de algunos autores, títulos de obras y vagamente el contexto sociohistórico en el que se ambientaban, porque había leído unos cuantos y mi abuela me había hablado sobre esos momentos históricos. Como sea. Lo importante es que noté cuánto Lizzy amaba su carrera. Me alegré por ella.
Le hablé de mi aburrida jornada de trabajo en la tienda de música, de que me había mudado y que había estado con mi familia y mis amigos. A raíz de eso, Lizzy me preguntó por Ethan. Se me quiso escapar un suspiro, pero lo retuve, y procuré seguir siendo optimista frente a sus problemas renales. Era agotador pensar que podría ocurrirle algo a pesar del esfuerzo de los médicos. Estaba siguiendo una dieta estricta y el tratamiento a rajatabla; tenía que estar bien por un tiempo más.
Lizzy y yo buscamos lugares en la primera fila y tomamos apuntes durante la primera parte de la clase; el profesor avanzó con el temario. Llamó a algunos alumnos al escenario para que pusieran en práctica los conocimientos que habíamos adquirido y sirvieran como ejemplo, y respondió dudas. En la segunda mitad de la clase, quiso que comentáramos qué sentíamos al subirnos en un escenario y qué nos generaba pensar en las audiciones.
Escruté a Lizzy; había empezado a tronarse los dedos y a moverlos con frenesí. Sus ojos realizaron el mismo recorrido que los míos y aferró las manos al cuaderno encima de sus piernas.
El profesor quería saber por qué y cómo habíamos descubierto que amábamos tocar el piano, cómo había sido nuestra trayectoria como músicos, cuáles eran nuestras metas a futuro, qué sentíamos al estar en un escenario importante y cómo manejábamos los nervios.
Casi todos los alumnos habían descubierto su pasión por la música cuando eran niños; otros, hacía poco. La mayoría acordó que esperaban ser reconocidos y disfrutar de lo que hacían.
Miré a Lizzy de reojo. La tensión alrededor de sus ojos y de su boca se había disipado un ápice, como si se sintiera comprendida. No era la única que no sabía cómo manejar los nervios y que temía equivocarse.
Clarise, la chica de tez oscura que había sostenido los bastones de Lizzy, en clases anteriores, reconoció que le costaba no ser víctima de los nervios al presentarse ante el público. De todas formas, no deseaba abandonar su sueño de ser pianista; por eso se había empeñado en pasar la audición para entrar en el conservatorio. El profesor le dijo que la consideraba una buena pianista. Concordé en mi mente.
Luego, fue el turno de Samantha, una pelirroja engreída con la que me había topado en unas clases, el año anterior. Mientras el resto tuvimos bastantes dificultades —económicas, por lo general— para recibir clases antes de probar suerte en la prueba de aptitud, a ella le habían impartido clases particulares. Agregó que no tenía problema al subirse al escenario.
Puse los ojos en blanco cada dos palabras que soltaba. No la soportaba.
Cuadré los hombros de manera inconsciente cuando el profesor le pidió a Lizzy que nos contara su historia y creí ver pasar la añoranza por su cara. Tragó y carraspeó.
—Descubrí mi pasión por la música a raíz de mi abuela, a los nueve años, pero el piano siempre me había llamado la atención. Mi abuela tiene uno en un cuartito donde no deja entrar a nadie. Un día, entré y la vi llorando. Le pregunté qué le pasaba; no quiso contarme. Mientras estábamos sentadas en el banquillo, supe que quería aprender a tocar.
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¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)
Lãng mạnWill Gallagher ama la música. Se ha convertido en su refugio después de que un accidente le dejara cicatrices en el alma difíciles de sanar. Ahora una noticia desgarradora amenaza con desbaratar sus sueños y poner en riesgo sus ambiciones. Pero una...