47|¿Qué tan malo puede ser?

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6 de noviembre de 2015.

Se me paralizó el corazón cuando Tyler me interceptó a mitad de camino. Me llevé una mano al pecho, pausé la canción que estaba escuchando y me saqué los auriculares antes de fulminarlo con la mirada. Él rio y me palmeó la espalda con la mano con la que no sostenía el estuche de su guitarra.

Musité un «hola» y retomé la caminata. Tyler me siguió y me preguntó si había hablado con Lizzy antes de su audición. Hice una mueca y negué con la cabeza. Solo le había deseado suerte y seguí al lado de mi madre mientras Ethan dormía; se había sometido a diálisis y a otros estudios para ver si el tratamiento estaba ayudándolo con la infección urinaria y si los niveles de no sé qué cosas de su organismo se habían normalizado de cierta forma.

No sabía quién estaba más cansado: si mi hermano, mamá o yo.

Ty me contó cómo le había ido en sus clases de ese día y también me habló sobre la presentación en el bar. La piel se me puso de gallina y las manos me temblaron mientras los nervios me trepaban desde el estómago hasta la garganta. Faltaban pocos días.

Tyler ansiaba que el momento llegara. Yo me moría de ganas de subirme a ese escenario y transportarme a ese universo que había creado en torno a la música, pero me gustaría que mi familia estuviese presenciándolo.

Miré a Tyler de refilón. No le presté atención a lo que me decía, solo lo observé mientras seguíamos caminando, y pensé en su familia. Estarían presentes y me querían como si fuera uno más de ellos.

También pensé en Chase e Ian. Chase solo contaría con su padre, e Ian, por desgracia, no tendría a una familia de sangre que lo abrazara y lo felicitara cuando bajara del escenario.

Mi familia tampoco estaría presente porque se quedarían con Ethan, pero sabía que estarían orgullosos de mí cuando les mostrara videos si alguien grababa la presentación.

Diversas emociones me envolvieron cuando Tyler y yo ingresamos en el pasillo donde estaba el auditorio, y los recuerdos de las últimas semanas se repitieron en mi cabeza hasta que la expectativa se construyó en mi pecho. Me senté al lado de Tyler, en un banco alargado, frente al auditorio, y crucé las manos sobre mi regazo.

No llegué a ver con claridad a través de la puerta, pero oí lo que Lizzy estaba tocando en el piano. Me vi las manos y luché para no sonreír. Estaba haciéndolo fenomenal. Esperaba que no se hubiese trabado en ningún momento.

Tyler sonrió burlón. Puse los ojos en blanco y aplané los labios.

Él conocía a la Lizzy peleadora y sarcástica pero que se mostraba fuerte y era buena persona. Yo, en cambio... la había visto sentirse vulnerable y dudar. Pero también estaba presenciando cómo estaba recuperando su amor por la música.

A pesar de mis sentimientos encontrados, hablé con Tyler sobre los avances que habíamos tenido con las canciones que interpretaríamos en el bar. Después de que él y Chase regresaron de su viaje, retomamos los ensayos grupales; seguíamos ensayando por separado, también.

Me sobresalté cuando la puerta del auditorio se abrió y me levanté como un resorte apenas vi que Lizzy la cerraba; Tyler también se paró mientras se acomodaba los lentes marrones sobre la cabeza. Las pulsaciones se me dispararon. Metí mis manos temblorosas en los bolsillos delanteros de mis jeans y observé a Lizzy, curioso y ansioso.

Lizzy esbozó una enorme sonrisa incrédula y que produjo una explosión de felicidad en mi pecho. Tyler se acercó para abrazarla fuerte.

Corrí hacia ellos y esperé mi turno, con el corazón acelerado. Cuando Tyler se alejó, le sonreí y la estreché contra mí. Ella dio un respingo, pero se dejó abrazar. Cerré los ojos y aspiré su perfume mientras la felicitaba por sus progresos. La paz, de algún modo, nos embargó a ambos.

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora