67|Aprender a confiar

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24 de noviembre de 2015.

Entré en la ducha y pretendí que el agua me relajara los músculos, pero eso no pasó.

El señor O'Neill se había contactado con los chicos para avisarles que antes de Navidad podríamos dar una presentación en su bar; agregó que había estado organizando otras presentaciones. Estaba saliendo de la tienda de música cuando me compartieron el mensaje de audio.

Lo que me pareció raro fue que no se hubiesen puesto a hablar al respecto en el grupo de WhatsApp.

Apreté los párpados y dejé caer la cabeza en el asiento del conductor. El enojo y la impotencia se construyeron en mi interior. Por eso antes había estado reacio a entrar en la banda, porque no quería decepcionarlos. Sabía cuánto habían estado deseando darse a conocer.

Me froté la cara con la mano libre y di una bocanada de aire, pero no pude controlar la desesperación que me carcomía por dentro. Les envié un mensaje para avisarles que desafortunadamente no podría presentarme y me quedé mirando la pantalla, con los dientes apretados.

Los decepcionaría si no les daba explicaciones, así que les pedí que nos juntáramos a hablar. Todos podían a las seis, en la casa de los Lowell.

Me pareció que las horas pasaban con excesiva lentitud; y, mientras veía un punto fijo en el suelo del hospital, me percaté de lo monótona que se había vuelto mi vida, ahora que no estaba ensayando ni con los chicos ni con Lizzy. Hacer música con ellos se había vuelto mi cable a tierra y... lo había perdido. Momentáneamente, sí, pero lo había hecho.

La ansiedad estaba haciendo estragos en mí. Quería gritar tantas cosas, pero no podía, y lo que estaba callándome me estaba asfixiando.

Estaba disperso y mi familia se preocupó por mí; no les expliqué nada, no podía hablar. Solo me dediqué a armar posibles conversaciones en mi mente. En todas, las palabras de los chicos eran duras. Me escocía el pecho al pensarlo, pero debía hablar con ellos, así que a las cinco y veinte de la tarde salí del hospital y manejé hasta la casa de Tyler. La música me acompañó.

Cuando llegué y vi la fachada, la culpa me taladró el pecho.

Apreté la mandíbula. Agarré mi mochila, bajé del auto, con las piernas temblorosas y caminé por el sendero de cemento que conducía a la casa. Toqué la puerta con los nudillos y me mordí con fuerza el interior de las mejillas. Evelyn Lowell me recibió con una sonrisa afectiva, como siempre, pero también tensa, y un abrazo corto.

La bilis se me subió a la garganta al ver las escaleras delante de mí y tragué varias veces, intentando aliviar la quemazón. Meneé la cabeza y me animé a subir los escalones. Mientras más rápido aclarara las cosas, más rápido podría ir a mi departamento y desconectarme del mundo por unas horas.

Sentí el pulso detrás de las orejas y los pies se me pegaron al suelo, pero me forcé a ir hasta el silencioso cuarto de ensayo. Ian se levantó a saludarme y me palmeó el hombro. Tyler y Chase, en cambio, no hicieron más que observarme, preocupados y curiosos, sobre todo Chase. Me senté frente a ellos, en el suelo, y agarré una botella de Sprite.

Tyler suspiró y aferró su botella de Coca Cola con una mano.

—Cuéntanos —me dijo. Pocas veces lo había visto tan serio.

Me pareció como si, de repente, un gigante invisible me estuviera apretando el pecho y los hombros. Dejé la botella a un lado, apoyé los codos en mis rodillas y me llevé las manos a la nuca.

—Hace unos días me realizaron unos estudios para ver si soy compatible con Ethan. —Aquellas palabras me resultaron como metal que hervía, pero seguí hablando—. Y lo soy, así que... voy a donarle un riñón. Se nos está acabando el tiempo y...

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora