65|Me veo reflejado en ti

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17 de noviembre de 2015.

Los chicos y Lizzy se quedaron a cenar el día que nos enteramos de que Ethan necesitaba el trasplante cuanto antes. Al principio la tensión entre nosotros fue palpable, pero nos fuimos relajando con las locuras de nuestros amigos. Evitamos hablar sobre Ethan y el resto de mi familia; y me pareció que Lizzy intentó olvidarse de lo que había pensado en voz alta cuando creyó que estaba dormido, porque volvió a ser la de siempre. Pero algo estaba cambiando entre nosotros, y no sabía qué esperar.

Ese día, el lunes a primera hora, hablé con los médicos de mi hermano para someterme a pruebas de compatibilidad. Lo había hablado con mi familia, el día anterior. Al inicio se habían mostrado contrariados porque tendría que dejar de lado el conservatorio y mi trabajo por un tiempo, pero alguien tenía que donarle un riñón a Ethan, así que aceptaron.

Me tiré en el sofá de la sala de mi departamento y me quedé intercambiando algunos mensajes con Lizzy. Horas atrás me había preguntado cómo estaba, porque el día anterior había estado disperso en la clase del profesor Brooks. Me contó que había estado estudiando con Emma y admitió que estaba agotada de tanto estudio y ensayos para la audición de Piano. Opiné que debería tomarse un descanso, pero a estas alturas entendía que su mente estuviera trabajando a toda velocidad, la mía estaba haciendo lo mismo; sin embargo, me preocupaba verla cansada.

No me preguntó mucho sobre Ethan porque en los últimos días yo había estado esquivando el tema.

Sentí un pinchazo de culpa en el pecho y cerré los ojos, frustrado.

Así estaba sintiéndome últimamente, frustrado. Y cansado. Y ansioso. Y... mi miedo era absurdo, porque esa cirugía era segura, pero no paraba de recordar lo ocurrido el 10 de septiembre de 2004. Había perdido mucha sangre. Fue una suerte que llegara a tiempo al hospital. Los doctores actuaron lo más rápido posible. Sin embargo, cuando me desperté, el dolor y la desesperación fueron insoportables; me dolía moverme y ansiaba saber cómo estaba mi familia. Ahora la situación no sería igual, pero una parte de mí le temía a la nefrectomía y a lo que podría ocurrir después.

De nuevo: era un miedo irracional, pero estaba arraigado en mí y hacía que estuviera callado y disperso y que temblara después de salir de los estudios médicos. Ni siquiera quise contestar las llamadas del tío Neal, que seguro quería saber cómo me había ido en la presentación en el bar.

Cuando pasaron diez minutos desde la última respuesta de Lizzy, asumí que no seguiríamos hablando por un rato.

Puse música en mi celular y cerré los ojos mientras cantaba mentalmente las canciones de las bandas que más me gustaban y marcaba el ritmo sobre mi pecho. Cuando recordé lo que había vivido ese día de septiembre o los estudios que me estaban haciendo, canté más fuerte en mi mente. Necesitaba no pensar en nada ni sentir esa opresión constante en el pecho, que hacía tiempo no me dejaba respirar tranquilo.

El timbre sonó y me sobresalté. Me froté los ojos y me incorporé con pereza. Apagué la música, me guardé el celular en el bolsillo y caminé de mala gana hasta la puerta. La abrí, y entonces... Me quedé estático, solo abrí los ojos.

Lizzy enfocó su mirada en la mía y sonrió tímida.

Parpadeé anonadado. Cerré los ojos y esperé que fuera una visión, pero, cuando los abrí, ella seguía ahí.

Estiré un brazo para atraerla hacia mí.

—¡No me digas que viniste sola!

—Me trajo Emma.

Me separé unos centímetros y me regresó la sonrisa.

—Perdón por venir sin avisar, pero Emma dijo que tenía que sorprenderte, y creo que tenía razón, pero... No estabas ocupado, ¿no? Porque pedí helado, y...

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora