5|Ese día de 2004

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Cuando entré en la casa de mis abuelos, estaban terminando de preparar lo que llevarían a la casa de mi hermana; mi abuela estaba en la cocina y mi abuelo, en la sala. Me gané la atención de ambos cuando cerré la puerta de entrada.

Forcé una sonrisa antes de decirles que iría a cambiarme. Ellos asintieron.

Antes de que llegara a la habitación que estaba ocupando, mi abuela me tocó el hombro y me entregó una taza de chocolate caliente y unas galletas. Le agradecí sonriente y le besé la mejilla. Me abrió la puerta y entré. Alcé las cejas al ver unas prendas dobladas sobre el edredón.

Volteé. Mi abuela me sonrió.

—Hoy es una ocasión especial y te sienta bien el azul.

Reí entre dientes. No sabía por qué las mujeres de mi familia tenían la manía de buscarme la ropa como si fuera un muñeco, pero, bueno, mi abuela me había ahorrado el trabajo de tener que hacerlo.

Me dejó solo y me cambié mientras degustaba lo que me había entregado.

Cuando terminé, fui hasta la cocina para lavar la taza, e ingresé en el baño para echarme desodorante y perfume. También me lavé la cara para despabilarme, aunque fue en vano; todo el día estuve cansado y a duras penas había logrado entender lo que los clientes y los proveedores de la tienda me habían dicho.

Levanté la mirada, después de secarme el rostro, y me vi en el espejo. Se me contrajo el estómago y me quedé estudiando mi reflejo. Había mucho de Ewan en mí, aunque odiara admitirlo: el cabello castaño; la mandíbula angulosa, que terminaba en una barbilla levemente hendida; los pómulos marcados; las cejas casi rectas, aunque las mías eran más espesas; la altura promedio en un hombre...

Me centré en mis ojos. Eran verde claro, pero tenían motas del mismo azul de Ewan. Y aunque no sabía qué veía en ellos, no eran duros ni fríos como los de él. Toda mi vida me había esforzado para no parecerme a Ewan.

Por suerte, físicamente también tenía mucho de mamá, como la nariz recta y un poquito bulbosa en la punta, la forma de los labios y la sonrisa.

Y si era un hombre medianamente decente era gracias a mi abuelo, quien nunca se rindió conmigo.

Me sobresalté al oír el timbre, y las voces de mis abuelos se juntaron con las de mis amigos.

Apagué la luz del baño y caminé hasta la sala, extrañado. Los chicos me saludaron contentos.

Ian me explicó que querían recogernos a mis abuelos y a mí para evitarnos gastos. Entreabrí los labios para replicar, pero mis abuelos me regañaron con la mirada y me instaron a salir de la casa. Los chicos nos ayudaron con las cosas que llevarían a la casa de mi hermana.

Ian y mis abuelos irían con Tyler.

Chase me hizo una seña con la mano para que lo siguiera hasta su camioneta. Cuando la puso en marcha, le pregunté por su semana. Estaba yéndole de maravilla con las clases particulares de violín que impartía y estaba comenzando un nuevo año en la universidad con el pie derecho, pero ya estaba planeando tantas cosas... Hice una mueca. En ocasiones, se olvidaba de tomarse descansos.

—Todo eso suena fantástico, pero también como si no te fueras a dar un descanso —dije como quien no quiere la cosa.

Chase cambió de marcha.

—Para eso tengo la banda. Me distrae hacer música con los chicos.

Apreté los labios y miré el auto negro de Tyler, que iba delante. Era cierto que la música podría despejar a Chase, pero también se la tomaba como una gran responsabilidad.

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora