8 de octubre de 2015.
El cansancio me pesó en cada músculo, y en mi cabeza no dejaban de sonar las piezas que había estado practicando para el conservatorio. Así había sido durante todo el camino a mi departamento.
Realicé una mueca de dolor y apresé un quejido al sentir una punzada en el hombro. Abrí y cerré la mano izquierda y moví los dedos. No solía aliviar el malestar, pero sí hacía que no se me entumeciera la mano.
Saludé con la otra mano a mis vecinos de piso cuando me los encontré. Abrí la puerta y me refugié en el departamento.
Me apresuré a prender las luces y la calefacción. Contemplé a mi alrededor y, de a poco, la ansiedad que había estado apretándome los músculos fue disipándose. Ya lo sentía como un hogar, el lugar al que ansiaba volver después de un día ajetreado.
Dejé mi mochila y las llaves de mi auto y del departamento en un estante blanco y me dejé caer en el sillón. Apoyé los antebrazos en mi pecho y cerré los ojos, con la intención de desconectar mi mente.
Pero no pude. Las voces de los chicos dominaron mis pensamientos.
Dos días atrás, me habían dicho que tenían unas ideas para una nueva canción. Funcionarían, sí, pero yo no había dejado de tachar versos; uno me parecía peor que el otro.
Mi mente estaba en muchos lados a la vez. Trabajaba ocho horas por día, a veces seis veces a la semana; iba tres días al conservatorio y estaba intentando que me fuera bien, pero la exigencia ese semestre era alta, sobre todo en Lenguaje Musical, y ensayaba con Lizzy.
Y me preocupaba por ella.
Técnicamente estaba mejorando, pero mientras tocaba las piezas que necesitaba practicar veía las dudas y los miedos en sus ojos, aunque estaba tratando de creer más en sí misma y yo no dejaba de alentarla. No siempre lo hacía con palabras, pero sí con gestos que Lizzy me agradecía con una sonrisa.
Cada vez me sentía más identificado con ella. No me había atrevido a preguntarle qué le había pasado para que dejara de confiar en su talento y se sintiera tan contrariada al hacer música, pero de algún modo la entendía. Sin embargo, no estaba rindiéndose.
Ya llevábamos varios ensayos juntos y no podía engañarme: estábamos volviéndonos más cercanos. Antes de nuestras clases, comentábamos cómo nos había ido en el tiempo en que no nos habíamos visto y también intercambiábamos mensajes por la noche o cuando teníamos un rato libre; yo, en el trabajo, y ella, en la universidad. Me gustaba hablar con Lizzy. Era ingeniosa, y era lindo ver cómo sus ojos resplandecían mientras me hablaba de Filología Inglesa o cómo se quedaba escuchando absorta al profesor Brooks.
Además, Tyler y las chicas la adoraban. Hablaban mucho por el grupo de WhatsApp que teníamos y antes de que entráramos en nuestras clases. Llegábamos veinte o quince minutos antes y los escuchaba platicar antes de que nos separáramos. En ocasiones participaba un poco en sus conversaciones.
Y, quisiera o no, la charla que habíamos tenido en Westminster me rondaba por la cabeza. También las mismas emociones que me habían embargado, sobre todo en mi auto, antes de que nos despidiéramos. Lizzy tenía muchas capas y quería descubrirlas una por una.
No quería alejarme de ella. O no podía.
Me sacudí esos pensamientos y me levanté para buscar mi mochila. Saqué mi celular del bolsillo de mi tapado y mis auriculares de la mochila para escuchar música mientras intentaba escribir la canción que los chicos necesitaban.
Abrí mi cuaderno en la página en la que me había quedado. Deslicé la mirada por el papel y quise golpearme la cabeza contra el sofá. Había tachones por doquier, uno más fuerte que el otro.
Había hecho esa tonta apuesta con Lizzy, así que ahora me presentaría con mis amigos en el bar de Richard O'Neill. Tenía un compromiso con ellos, por eso necesitaba escribir una canción nueva.
Y lo admito: había buscado fotos del bar y ahora ansiaba subirme en ese escenario, al menos para cantar covers.
No me había animado a pedirles que no cantáramos canciones propias porque los había escuchado tan entusiasmados que... que no podía ser egoísta.
Me senté a lo largo del sofá, miré el techo y tamborileé el bolígrafo sobre el cuaderno mientras intentaba conectar ideas en mi mente.
Resignado, me limité a escribir palabras sueltas y traté de hilarlas. Algunas sí tenían sentido.
La canción que estaba sonando en mis oídos comenzó a cortarse. No le di importancia, seguro que Tyler y las chicas estaban hablando de cualquier cosa en el grupo de WhatsApp. Así que continué pensando en cómo armar versos decentes.
La siguiente canción también se cortó.
Suspiré y observé la pantalla.
Un sudor frío me corrió por la espalda y el miedo me arañó por dentro. Desconecté los auriculares y atendí la llamada, con los dedos temblorosos.
Aguardé uno, dos, tres segundos. Y lo oí todo: el sonido de la sirena de la ambulancia, las voces de los paramédicos, la respiración dificultosa de mi madre...
Me tapé la cara con la mano libre y me incorporé de golpe.
—Will... —me dijo mamá con voz trémula.
Empujé la pelota que tenía en la tráquea e intenté encontrar mi voz.
No quise aguzar el oído para no escuchar qué estaban diciendo los paramédicos, pero a estas alturas esperaba cualquier cosa.
—¿Qué... qué tan grave es? —Ni yo escuché mi voz.
—No lo sé. —La resignación de mi madre me hincó en el pecho y las palpitaciones se me dispararon.
Respiré hondo. Le pedí que mantuviera la calma y le avisé que ya saldría en dirección al hospital. Murmuró un débil «de acuerdo» y cortó la llamada.
Me colgué los auriculares en el cuello y agarré mi mochila y las llaves del auto y del departamento. Apagué las luces y salí corriendo hasta mi auto.
Procuré mantener la compostura, pero los recuerdos de las internaciones que mi hermano había tenido se repitieron en mi cabeza, y la rabia y la impotencia me bulleron en las venas. Los ojos me escocieron y parpadeé para no derramar las lágrimas.
¿Hasta cuándo Ethan tendría que enfrentar tantas tormentas?
Amigo, estás cayendo fuerte por Lizzy, qué querés que te diga.
ETHAAAAAN T_T *Ce va porque esto se está poniendo horrible*
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¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)
RomanceWill Gallagher ama la música. Se ha convertido en su refugio después de que un accidente le dejara cicatrices en el alma difíciles de sanar. Ahora una noticia desgarradora amenaza con desbaratar sus sueños y poner en riesgo sus ambiciones. Pero una...