38|No seas tan duro contigo

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Chase y yo atisbamos a la enfermera de Ethan a unos metros. La saludamos con la mano y busqué a mi familia con la mirada; estaban cerca del dispensador de agua. Caminamos hasta ellos. Nos sonrieron y me paré al lado de mi mamá. Me agarró la mano y ejerció un apretoncito que me relajó, pero seguía preocupándome el cansancio bajo sus ojos y la rigidez de su cuerpo.

Aunque no estaba sola. Tenía a nuestra familia para sostenerla.

Miré a Chase de refilón y le dije que fuéramos a la cafetería de enfrente. Él levantó las cejas, sorprendido, pero aceptó.

Besé la frente de mi mamá y le pedí que me mandara un mensaje por cualquier cosa. Ella asintió.

Chase caminó a mi lado en silencio, uno que no fue tenso pero tampoco agradable.

El ascensor rápidamente nos dejó en la planta baja del hospital. Me subí el cuello del tapado para resguardarme del frío, y corrimos hasta la cafetería. Nos sentamos delante de la primera mesa que encontramos, una que tenía sillones. Dejé mi mochila a un costado y le sostuve la mirada.

—¿Estás bien? —me preguntó con un ápice de preocupación.

—Te pregunto lo mismo, Chase.

Bajó la vista a la mesa. Las emociones que se reflejaron en su rostro me parecieron difíciles de identificar, pero no, no estaba bien.

—Por eso te pedí que viniéramos —le dije con tacto—. Ese sitio asfixia.

Esbozó un intento de sonrisa.

—No me quiero imaginar lo que sientes tú, que estás yendo todos los días —susurró.

—Es más de lo mismo. —Me encogí de hombros.

Chase me observó como si me lo cuestionara. Apreté los dientes. A veces no sabía en qué pensar, pero me tocaba adaptarme a la situación.

Un mozo nos saludó y nos entregó la carta. Chase y yo la revisamos en silencio. Cuando nos pusimos de acuerdo, le hice una seña al hombre y anotó nuestros pedidos.

En cuanto se fue, volví a observar a Chase. Necesitaba descargarse, así que sería tan persuasivo como él era conmigo. Me iba a odiar por un rato, pero se le iba a pasar.

—Fuiste muy valiente al ir.

Él parpadeó. Sus hombros se endurecieron y una vena saltó en su mandíbula. Volvió a mirar la mesa.

—Eres mi amigo, Will. Tu familia y tú no están pasando por un buen momento y creí correcto que lo correcto era estar con ustedes.

—Pero te cuesta estar en los hospitales, y la interacción que tuviste con Ethan...

Di en la tecla. De repente, los ojos avellanos de Chase se pusieron acuosos. Respiró hondo y se frotó el cuello con los codos apoyados en la mesa.

—Lo quiero mucho —susurró.

—Y él a ti, Chase.

—Lo sé. —Intentó devolverme la sonrisa.

—Te costó estar en esa habitación, pero te quedaste. Y cuando pasaste las hojas del libro... Conocías la historia, ¿no?

Chase inspiró y asintió con lentitud.

—Mi mamá era creyente —murmuró—. Le gustaba leerme algunos relatos bíblicos.

—¿Y el de José te gustaba?

La nostalgia impregnó la mirada de Chase.

—Sí. Siempre me gustó, no sé, cómo se sobrepuso a todos los obstáculos. Dios estuvo con él en todo momento, sí, pero creo que fue muy valiente. Me gustan las historias con finales felices.

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora