11|Ladrón de mejores amigas

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—¿Qué? —masculló Lizzy.

La castaña la taladraba con la mirada y la atestó a preguntas, sin hacer pausas para respirar.

Por un momento pensé en irme para darles privacidad, pero una parte de mí me ordenó que me quedara por si Lizzy necesitaba ayuda con... no sé, algo.

—¿Puedo hablar, Worrengood? —demandó Lizzy.

—Y... ¡Me asusté! ¡Pensé que te había pasado algo! —reprochó la castaña—. ¡¿No vas a decirme nada, Blackwell?!

—Eso intento, Abby.

—¡Pues hazlo! —La tal Abby alzó los brazos.

—Estoy bien. Debe haberse quedado sin batería el celular. Ya ves, estoy en una sola pieza. Perfecta. Sana y salva. —Descargó su peso en el bastón izquierdo, se señaló con la otra mano, hastiada, y se alejó unos centímetros de mí. Miró para los costados; llamábamos la atención de algunos alumnos y profesores que se habían reunido en grupos—. ¿Puedes dejar de hacerme pasar vergüenza?

Abby respiró hondo y se puso las manos en la cintura.

—Está bien, pero no vuelvas a hacerlo —masculló.

Lizzy se sostuvo de los bastones y regañó a su otra amiga, la de cabello rosa y raíces negras, con la mirada.

—¿Qué rayos le dijiste a la pecosa?

La chica de cabello teñido levantó las cejas y las manos.

—Solo le dije que no estabas bien, y cómo te noté hoy. Si ella lo malinterpretó...

—¡Las dos son unas dramáticas! —contraatacó Lizzy—. ¿Quieren que empiece a ser más comunicativa en lo que a mis sentimientos se refiere? ¡Pues bien, lo haré! ¡Tengo un desastre en la cabeza y no sé cómo manejarlo, pero mejoraré! La... La vieja Lizzy no ganará por mucho tiempo —empezó a bajar la voz, que le tembló—, así que pueden quedarse tranquilas. Trabajaré en mis emociones.

Sus palabras despertaron mi curiosidad y la empatía anidó en mi pecho. Tal vez no estábamos librando las mismas batallas, pero ambos lo hacíamos en silencio.

Las amigas de Lizzy relajaron los hombros, aliviadas de cierta forma. Sin embargo, observé un resquicio de enojo en el rostro de Abby.

Entonces, abrieron los ojos y me escudriñaron de arriba abajo. Tragué incómodo y ahora sí pensé en largarme de ahí.

Abby cruzó los brazos sobre su pecho y fulminó a Lizzy con la mirada.

—Te conviene decirme que no estuviste ignorando nuestras llamadas por haberte quedado haciendo no quiero saber qué con ese sujeto. Si es por eso, me enojaré mucho —siseó, en tanto señalaba a Lizzy con el dedo y se acercaba a ella—. Y no quieres que eso pase, porque en este momento no estoy muy feliz que digamos.

Reculé unos centímetros y junté las cejas, perplejo. No quería imaginarme en qué locuras podría estar pensando Abby.

Los ojos achocolatados de Emma parecían a punto de explotar.

Lizzy tenía amigas muy raras.

—¡¿Will, dijiste?! —Un grito estrangulado brotó de la garganta de Emma—. ¡Oh, por Dios! —Se llevó la mano a la mejilla—. No es que quiera ponerme a fangirlear, pero... ¿el protagonista de Orgullo y prejuicio no era Fitzwilliam Darcy? Como que tú tienes a tu propio Will, no sé si lo notaste, y... No, o sea, no es tu Will, pero...

Volví a tragar duro y lo miré extrañado. Ella me transmitió de manera no verbal que no se responsabilizaría por lo que sus amigas pudieran hacer y que negaría conocerlas. Eso no me ayudaba para nada.

¿Una estrella que no se apaga? (Lost Souls #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora