Capítulo Cuatro

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Mi alarma sonó despertándome, eran las siete de la mañana y tenía una hora para alistarme e ir al colegio.

—Odio que tengas que ir al colegio —se quejó Reed dándose la vuelta y tapándose la cabeza con la almohada.

—Buenos días —me paré de mi cama para ir a darme un baño.

No recibí respuesta así que proseguí con mi rutina.

—Mierda.

Me había olvidado de sacar ropa. Había salido de la ducha, tenía la toalla amarrada a mi cuerpo pero no había traído ropa. Con mis ágiles y suaves dedos abrí lentamente la puerta sin despertar a Reed quien estaba aún boca abajo con la almohada en la cabeza.

Salí rápido y agarré lo primero que encontré junto con ropa interior y me metí de nuevo al baño.

—¿Enserio? —me quejé conmigo misma al ver que había agarrado.

Un vestido negro con puntitos blancos de tiras.

—Mierdaaaa.

Me lo puse y me llegaba un par de dedos más abajo de la mitad de mi muslo. Era suelto y me sentía cómoda, me maquillé igual que ayer y arreglé mi pelo como Sarah me había enseñado. Me coloqué un collar y unos cuantos aretes. Salí descalza. De mi armario saqué unas botas negras con plataforma y una chaqueta celeste de jean. Agarré mi mochila y salí de mi cuarto sin volver despertar a Reed.

Cerré la puerta y bajé las escaleras encontrándome con mi mamá aún en casa, fruncí el ceño.

—Buenos días —le sonreí.

—Hola hija.

—¿No te tenías que haber ido hace veinte minutos? —miré mi celular.

Ella tenía que llegar al hospital a las nueve y siempre salía a las siete y media.

—Si, solo que estuve con náuseas, el pop corn de anoche me cayó mal —hizo una mueca y volvió a agarrar su bolso dirigiéndose a la puerta no sin antes despedirse de mi—. Nos vemos el jueves en la noche —cerró la puerta principal.

Espere cinco minutos a que se vaya en su auto y luego salí yo para subirme en el mío. Conduje hasta el colegio y me estacioné en el primer lugar que vi.

Al bajarme y entrar a los pasillos, sentía miradas y murmullos.

—¿Qué mierda?

La campana sonó así que fui directo a mi clase, era miércoles y me tocaba matemáticas a primera hora, odio matemáticas.

Entré al salón y me senté en uno de los asientos más lejanos de la pizarra.

A parte de no tener a ninguno de mis amigos aquí, la profesora que dictaba esta clase gritaba al hacerlo y me causaba un tremendo dolor de cabeza. Las dos horas de clase terminaron y salí molesta, mi día ya se había arruinado.

Caminé por los pasillos bajo murmullos y señaladas.

¿Qué les pasa?

Me acerqué a mis amigos que estaban esperándome en mi casillero, Blake estaba con cara de angustiado y Sarah estaba molesta.

—Es culpa de Blake —habló ella con los brazos cruzados.

—¿Ah? —no entendía—¿Por qué estás molesta? Yo debería estar molesta —viré los ojos al recordar el horrible horario que tengo hoy.

—Ayer Blake tuvo la gran idea de hacer jugar a Reed en el entrenamiento.

No puede ser, miré mal a Blake.

PRÓFUGOS [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora